—Gracias por el registro, no lo necesito, encontré a mi mamá —Lo último salió como un sueño, sus labios seguían entreabiertos, tomó su mochila, la correa de la misma rodeaba su cuerpo, descansando en el hueco que se formaba entre su cuello y hombro.
Se despidió de la recepcionista y al llegar a la salida, todo se veía azul, era el cielo más azul que en su vida tuvo el placer de admirar, sin nubes, con tonos celestes y un sol blanco, bajó los escalones hasta la acera, cada paso era ligero y firme, era su propia resolución, pensó en todas las cosas que haría ahora que su mamá volvería, porque él pensaba hacerla volver. Estarían juntos, por un segundo, todo el asunto de sus hermanos se volvió posible, ella facilitaría los problemas por los que pasaban, empezarían de cero.
Corrió hasta el callejón más cercano. Uno con sombra, se puso de espalda a la pared—Envía el número en un mensaje —Se llevó el micrófono a la boca para abruptamente, diciendo lo anterior, finalizar la llamada con Tanya, esperó el mensaje, copió y pegó el número. No lo pudo creer, su rostro rejuveneció, el dolor de espalda se esfumó.
Repicó tres veces hasta que contestó, escuchó la respiración al otro lado. Ma. Ma. Ma, no salían las palabras, ¿era eso lo que debía decir? No importó, actuó como le salió de dentro—¿Mamá? —Finalmente preguntó, con su voz clara, cálida y dulce, la voz de un chico de dieciocho años, y cuatro sin ver a su madre. Pero ella no contestó, no me reconoce, concluyó Yak en su mente—Mamá, soy yo, Yak —Yak, Yak Tepes, su hijo, su hijo no tan mayor. Mi niño, el niño de Pomelie H. Ella reconoció su voz, más grave, sí, pero aún su voz.
Qué puede una mujer de cuarenta años responder, carcomida por una culpa ajena. Tanya habló con ella, las palabras de esa discusión se quedarían entre ambas, por siempre y para siempre, ninguna abriría la boca si la pregunta qué hablaron salía a la luz, Yak jamás se enteraría.
—Yak, ¿qué sucede? —respondió insustancial. Si no fuera por su estado de sorpresa e ilusión, Yak se hubiera ofendido, un qué sucede no era la pregunta correcta, no cuando pareció por su tono que nada realmente pasó y que era otro de sus reclamos.
—¿Vendrás a casa? —indagó Yak, inclinando la cabeza para ver el constante golpeteo de su zapato con el pavimento.
—¿Qué? —exclamó en tono despectivo la mujer.
—A casa, conmigo y con Kidd —Le explicó de corazón, esperando a que ella reaccionara.
—¿Cuál casa, Yak? ¿De qué estás hablando?
—Bueno, eso no importa. ¿Ellos están contigo?
—¿Ellos quién? Específica.
Fue un pellizco de vuelta a la realidad, un pellizco brusco e inesperado, y su rostro, una obra de teatro, la ira peleando contra la decepción, hasta que llegan a un punto medio, hacen las pases y dejan que él tome el control, ¿qué dice el corazón? Cuando crees estar cerca, pero esa será nunca la ocasión.
Pomelie no podía darse el privilegio de ilusionarlo, ella no volvería a Balsa y él debía entender eso.
—¿Cómo estás tú? —Porque aceptar que algunas veces, las cosas no son lo que uno esperaría, era mucho más sencillo para Yak, se sentó en el suelo y cerró los ojos, apegando el teléfono a su oído, esperando la respuesta de la mujer al otro lado de la línea. ¿Cómo estás? ¿Cómo estaba Pomelie en ese momento? Esperando a que los efectos de la droga pasaran, muy tranquila, pese a su anterior conversación. Sin embargo, cuando le preguntan a una persona ¿Cómo estás? En su mente hay muchas respuestas, unas personales, otras más triviales.
Pomelie tomó un cuadro de la mesa junto al refrigerador, la habitación estaba a oscuras, a excepción del espacio próximo a la ventana, que se iluminaba con los rayos que se colaban de entre las persianas, caminó hasta ahí para iluminar la fotografía—Todo tiene sentido ahora, ¿verdad? Lo que antes no entendías, las cosas que yo te repetía, ¿verdad? —El volumen de la voz de Pomelie, hizo que Yak arrugara su expresión, era la misma voz, perdida, difusa y honesta que él escuchó durante tantos años, los peores. Pero ella tenía razón, cuando Yak "creció" entendió la mayoría de las situaciones, excusas y tratos, entendió que él pudo hacer más, pero no se arrepintió de los caminos que tomó, porque como su hermana, donde sea que estuviera en ese momento, una vez le dijo: El destino se forja en el presente. Por lo tanto, Yak daba lo mejor de sí por no arrepentirse de nada.
La máscara era demasiado débil—¿En serio no están contigo? —Y la pierna de Yak comenzó a temblar, presionando con la punta del pie una y otra vez contra el suelo.
—¿Quiénes? —volvió a exclamar Pomelie con visible cansancio.
Y en ese preciso momento, fue inevitable, Yak tapó su boca y retuvo las arcadas, las lágrimas fueron más astutas y se escaparon de sus ojos, cubriendo sus mejillas y empapando su mano, ellos no estaban con ella y ella no sabía de ellos, le pareció que todo era una broma pesada, todas las pistas, sus intentos, la buena suerte que le desearon, su propia esperanza, todo eso pareció tan falso, ¿dónde estaba el lado bueno en todo eso? Se preguntó a sí mismo si realmente era posible recuperar a sus hermanos, se atormentó en tan poco tiempo lo que estuvo ignorando por años, con la excusa de que trabajar y pasar tiempo con Kidd lo distraían, ¿qué tan real eran sus palabras comparadas con sus sentimientos?
Yak definitivamente, no era honesto consigo mismo en su totalidad.
Si no están con ella, ¿en dónde están mis hermanos? ¿en qué parte del maldito mundo están? ¿y qué les pasó? ¿qué pasó con mis hermanos?
Porque cuatro niños no pueden desaparecer un día sin dejar rastro, o eso piensa la mayoría, hasta que se convierten en la víctima. El rostro de los carteles en la calle, el rostro de los encabezados en publicaciones en el internet, o el dolor en el corazón de una familia, entonces cuatro niños sí pueden desaparecer sin dejar rastro.