El Sendero de las Artimañas

CAPÍTULO 22 — La Primera Integrante

La muchacha de las cicatrices susurró con los ojos cerrados: «nacido con la marca de la brutalidad, sus colmillos anuncian la victoria, la valentía afilará sus garras…, y destrozará con total tranquilidad el caparazón de orgullo de aquellos tontos que se atrevan a interponerse en su camino».

Serge alargó la nariz; Samantha dejó de llorar y Caelius farfulló:

—Las rocas flotan por encima de ella.

¡Ratel Spirit! —exclamó.

—Jamás ha usado ese hechizo —apresuró Serge y buscó en su túnica. Abrió un tomo llamado Hechizos de Tierra y Feéricos de la Bruja del Valle; corrió página tras página. Brooke Rider salivaba frenética como una bestia. Sus ojos estaban completamente blancos y lechosos y los parpados rojo sangre. Soltó el aire por la boca en pequeños soplos acelerados.

—¿Le cae espuma? —preguntó una chica horrorizada.

—Gruñe como un perro… ¿Qué le ocurre? —dijo otro estudiante y en ese instante; un hechizo se disparó y el chico añadió—: ¡Ha fallado!

—Y sin que Fischer se haya esforzado por esquivarlo… Es patética.

—¡Lo encontré! —dijo agarrando al libro con las dos manos—: «Conjuro potenciador:  manto espiritual del tejón melero. Brinda un escudo acorazado e invisible; junto con una actitud agresiva. Algunas criaturas mágicas lo utilizan. Hechizo único en su tipo. Complejidad para ejecutarlo: muy alta. Riesgo: muy alto».

Un cúmulo de rocas giraban veloces alrededor de Bear. El micrófono chilló ruidoso y Danielle exclamó:

—¡¿Qué demonios es esa cosa?!

—Hook… —dijo String, tironeando de la larga manga.

—Lo sé, profesora. Daré el aviso.

—Confíen en ella —les dijo Flora a Hook y a String.

—Pero… —La profesora String lució su preocupación.

—¡Confíen en ella! —repitió con calma, volviéndose a ellos.

—Lo siento, profesora Bard, pero usted ni siquiera puede verlo con claridad —dijo Hook con descaro.

Eso no fue nada amable, Hook…

—¡Oh…! ¡Qué cruel! —Flora sonrió burlona.

—¿Qué quiere decir con eso, profesor? —preguntó la otra profesora con curiosidad y Flora llevó los dedos índices a sus ojos. Los señaló. String elevó una ceja y añadió—: Sigo sin comprender…

—El gentil profesor se refiere a que soy casi ciega.

—No habla en serio, ¿verdad?

—¿Casi ciega…? Tú eres ciega, Flora.

—Puedo ver a mi manera, Gustaf —dijo y un fino codazo atizó en la cintura del profesor Hook y String apresuró:

—Le debo una disculpa, profesora Bard. No lo había notado.

Parecen un puñado de adolescentes.

—Puedo controlarlo… Yo puedo —suspiró en el campo de batalla; cabizbaja y cubriéndose el rostro con la mano enguantada y con un movimiento rápido de varita: lanzó otro ataque inocuo que golpeó un poste de madera.

—¡Pero…! ¡¿Qué hace, señorita Rider?! —gritó Joe Watson dejando caer el estandarte—. Está apuntando a cualquier parte, ¡la tiene en frente!

—¿Quién ha dicho eso? —gruñó volviéndose al banquillo y las manos de Tara Paige y Megan Wood cubrieron la boca del muchacho de abultados cachetes. Bear parecía ofuscada.

—¡Haces el ridículo, Rider! —exclamó Blair, luego alzó la varita y entornó los ojos—. ¡Por lo visto, serás derrotada por tu suma simpleza!

—¡Eso está por verse, así que cállate! ¡Ya no quiero oírte!

—He leído sobre ese hechizo y vine preparada.

—¿Eh? ¿Y por qué me lo dices? —dijo sonriendo—. ¡Tonterías!

¡Blaiserlune! —Una bruma rosa se alborotó. Rodeó a la muchacha desde los pies a la cabeza y luego desapareció. Bear se halló encorvada y estupefacta.

—¡Blair Fischer acaba de usar el beso de la luna! —El micrófono se elevó errante y las gradas de Hufflepuff vociferaron:

—¡No te rindas, Rider!

—¡Eres la más fuerte!

Caelius se inclinó sobre Serge; él transpiraba.

—Es el hechizo para domar bestias, ¿no es así? —preguntó ella y Serge afirmó con un movimiento lento de cabeza.

—Qué pena… Justo cuando parecía ponerse rudo —dijo burlón. La hora del té se encontraba en su apogeo. La bajita chica de Ravenclaw mostró la palma de la mano; le pidió con amabilidad que le entregase la varita, a la vez que su oponente siseaba sin parar.

—¡El hechizo para suavizar bestias ha funcionado! —La comentarista sonrió contenta—. ¡Brooke Rider es todo un animal! ¡Ja, ja, ja!

—¡Será mejor que te calles, flacucha! —gritó Megan desde el banquillo.

—¡Eso! —apresuró Tara—. ¡No nos obligues a darte tu merecido, cuatro ojos!

—¡¿A quién le hablan, niñatas?! —bramó Danielle.

—¿A quién más? ¡A ti, tonta! —gritaron juntas y al mismo tiempo.




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