El Ser Mitológico (segunda edición)

Segundo Acto: La Ciudad Mágica

Agnis trataba de encubrir los latidos acelerados de su corazón, mientras se ocultaba detrás de la corteza de un árbol.           

—Si hubiese sido un depredador… —le decía Ethan al instante que colocaba su mano sobre el árbol como si estuviera tratando de acorralar a Agnis—, serías una presa muy fácil —Ethan se le acercó un poco más. Agnis se quedó completamente quieto—. Quizá sí sea un depredador —afirmó Ethan mientras Agnis lo miraba con ojos saltarines.            

Agnis, agachado, se zafó de Ethan y comenzó a correr lo más que pudo. A su paso se unía Katie.

—Te dije que te atraparían —aseguró Katie mientras sin dudarlo seguía corriendo al lado de Agnis.            

—Yo te dije que nos atraparían —le contrarió Agnis a la vez que se daba cuenta que Katie también había sido atrapada.            

Katie soltó una risita.            

—¿Quién te agarró? —le preguntó Agnis mientras no paraba de correr.            

—Emma…           

«Claro, no podía ser nadie más», se dijo Agnis a sí mismo. De repente, Agnis y Katie se detuvieron, porque enfrente de ellos yacía Sebastián, viéndolos fijamente como si no hubiesen caído en cuenta de algo.           

—Saben que… —decía Sebastián como si contuviese la risa— ellos están justo detrás de ustedes.            

Tanto Katie como Agnis se encresparon. Cuando dieron la vuelta y lograron ver que todo este tiempo ellos habían estado sigilosamente persiguiéndolos, ambos dieron un paso hacia atrás y cayeron exhaustos al suelo. Sebastián que se encontraba por detrás se acercó a ellos, se sentó a su lado quedando en el centro y, después, los abrazó para que estos se recostaran sobre sus pectorales bien membrudos.

Katie como era a menudo se sentía cómodamente familiar, pero Agnis tenía algún tipo de sentimientos encontrados: por un lado, estaba a gusto de tener personas con quien pasar el rato como si hiciese parte de una familia, pero, por otro lado, sabía que no hacía parte de esa familia, simplemente había sido acogido por toda la situación que habían enfrentado con ese demonio de la ilusión. Quizá más tarde lo botarían.

Al lado de Katie se sentó Ethan como si evadiese a Agnis, mientras que al lado de Agnis se hizo Emma. Agnis olió un aroma dominante en Emma, un aroma que podía percibir en Sebastián y, por supuesto, en Ethan, excepto en Katie, porque el aroma de Katie era medianamente parecido al de Agnis. Emma estaba acariciando a Agnis por los cabellos. Agnis se dejó llevar plácidamente de la situación.

Tanto Agnis como Katie habían caído profundo, después de un extensivo entrenamiento amistoso. Juntos estaban durmiendo bien apapachados. Ambos sintieron de momento la dureza del suelo.

Katie se levantó temerosa. Luego se fijó en que los chicos se habían marchado.

—Agnis… —llamó Katie a Agnis, pero Agnis seguía en un sueño profundo.

Katie se aproximó a Agnis, justo enfrente de su mirada. Agnis sintió una oleada de pánico, incluso encontrándose dormido. Agnis entreabrió los ojos para asegurarse de que todo estaba en orden, pero vio los ojos lunáticos de Katie e inmediatamente se incorporó asustado.

—¿Por qué me miras con esos ojos? —le preguntó Agnis un poco alarmado.           

Katie esbozó una sonrisita.           

—Son los únicos que tengo… —le confesaba Katie con un tono dramático mientras colocaba el envés de su mano sobre su frente.           

Agnis se relajó y le causó mucha gracia, esa gracia que siempre le sacaba inesperadamente Spot… Spot. Tras meter la mano por su camisa, llevó su mano hacia el símbolo hechizado que resguardaba a Spot en su ser. Por un momento percibió un calor que se emanaba de él. Agnis dibujó una mueca nostálgica.  

Katie se percató de ello.           

—Necesita recuperarse… —le explicó Katie, pero no quería explicarle, quería darle ánimo—, sólo esperemos que se recupere —replicó Katie a sus propias palabras.            

Agnis debía que ser fuerte por Spot, pero estaba derrumbándose antes de lo que pensaba.            

—Por mientras hagamos el trabajo que debemos hacer —dijo Katie mientras se encaminaba hacia la ciudad conjurada.           

—¿Trabajo?           

—Órdenes de Sebastián… —dijo Katie mientras hacía un ademan de no-hay-más-opción.           

«Claro, siempre él… ellos», pensó Agnis como si no tuviera más remedio.           

—¿Qué órdenes? —cuestionó Agnis con pasos suspicaces.            

—Asistir a las tres regulaciones mágicas… Conocer las ciudades mágicas… Ser tu guía —Katie se detuvo, tratando de recordar quizá la orden más importante—, oh, sí, entrenar con los chicos…           

«¿Entrenar con los chicos?», se preguntó a sí mismo con un pavor entre sus ojos. Quizá se arrepentiría, pero le preguntó a Katie:           

—¿Cómo haces para sobrellevarlos?           

Katie se volteó en un instante totalmente sorprendida ante tal pregunta.           

—Son mi familia…           

Agnis fue consciente de sus palabras.            




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