El Silencio del Olvido

Capítulo IX | Bajo la Lluvia

La hora llegó. Tomé la navaja de la mesita de centro y subí las escaleras. Avancé con pasos lentos, una muy pequeña parte de mí no quería hacerlo por el simple hecho de que a quien iba a asesinar era mi mamá aunque ya no se encargó de mí. Su depresión destruyó nuestra relación hasta el punto de ser solo dos desconocidas que no se veían a la cara y nunca lo harían. Me acerqué al cuarto que tenía la puerta emparejada. La empujé un poco y susurré:

— Mamá, ¿Sigues despierta? —no obtuve respuesta.

La abrí un poco más y entré. Caminé hacia la cama donde yacía dormida. Levanté la navaja pero la mano me temblaba. "No puedes hacerlo", me decía una voz interna. "Claro que lo haré, ella nunca fue una buena madre", le contestaba. Recuerdos pasaron por mi mente, pero ninguno era de algo bueno. Todos eran de situaciones donde ella tenía momentos depresivos y se desquitaba conmigo. Con la otra mano me sobé la mejilla como si aún me palpitara por el golpe.

— No puedo continuar contigo —dije. Lo hice, la apuñalé sin rodeos. Realmente el cariño hacia mi mamá nunca lo tuve.

Posteriormente en el corredor me tiré al suelo pensativa con una mano recargada en mi frente. Mi ropa; una blusa de tirantes, un gastado pantalón, mi largo cabello negro y un par de botas negras, las había salpicado con un poco de sangre y a lado de mi se hallaba la navaja manchada. Seguía lloviendo. Me asomé al cuarto, el cadáver goteaba ensuciando la cama. Lo observé:

— No fuiste nada para mí...

Sintiendo un nudo en la garganta, salí de la casa a vagar. Fui hacia el parque y me senté en una banca, la lluvia caía sobre mí mojándome.

— "Todos irán desapareciendo y cuando menos te des cuenta te quedarás completamente sola" —parloteaba la voz de mi verdugo—. "Solo quedaré yo para ti".

No me di cuenta cuando alguien con un paraguas se me acercó:

— ¿Qué haces mojándote? Te va hacer daño.

— No importa —le contesté.

— A ti no pero a mí sí.

Entonces el sujeto se quitó su chamarra y me cubrió con esta. Yo reaccioné y lo volteé a ver. Para alegría mía era Pablo, justo a quien quería volver a encontrarme.

— Hey, ¿Cuánto tiempo sin verte? —él me sonrió—. Hace mucho que quería hablar contigo, pero no había tenido la oportunidad por Julieta.

— Sí. Yo también. No habíamos podido platicar a causa de ella y créeme me ha dicho cosas que me dejan pensando bastante.

— Entiendo. Julieta es algo misteriosa —puso el paraguas de tal forma que nos cubriera a ambos.

— Así que quiero verte mañana en este mismo parque.

— Me parece bien.

— Realmente me he enterado de ciertas cosas que debes saber y tiene en parte que ver con Efrén...

— Está... bien —dije mordiéndome el labio.

— Sabía que ibas a aceptar. Bien. Nos vemos mañana —dijo. Comenzó a alejarse junto con el paraguas. Vi como desaparecía entre la lluvia no sin antes dejarme su chamarra. Obviamente la usé para cubrirme y regresar a casa. Hoy fue una extraña noche.




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