El sonido de tu voz

Capítulo 1

Ethan.

 

Monotonía y mala suerte. Sí, aquello encaja perfectamente en la definición de lo que es mi vida. Los días pasan a velocidad luz, a veces ni siquiera me percato de ello. Además de ver series, no tengo ningún pasatiempo interesante, no practico ningún deporte y mis habilidades artísticas se quedaron en el útero de mi madre. Una persona común y corriente, así podría definirme yo. Ethan Meier, dieciocho años, un costal de huesos y desnutrición, sarcástico, poco sociable, sin amigos, sin diversión. Sí, soy la sensación de Wescom High.

Mis ojos se sienten pesados, me siento fuera de lugar y una ligera migraña me acompaña esta mañana. ¿Realmente necesito graduarme? ¿Es necesario? Por supuesto creo que no, pero Eleonor, mi madre, opina todo lo contrario. La mayoría de los estudiantes saben que van a hacer en el futuro, que quieren para el resto de sus vidas y puedo asegurar que algunos tienen todo perfectamente planeado. Luego estoy yo, flotando en el mar de la indecisión, dejando que las olas de la vida me arrastren a donde deseen, sin importarme un carajo el futuro.

Ni siquiera sé qué demonios estoy haciendo con mi vida ahora, cómo sabré que hacer en unos años.

Suelto un suspiro pesado y aprieto los ojos. El latido en mis sienes no cesa, al contrario se vuelve más punzante simulando la sensación de tener un taladro haciéndome un hueco en las sienes.

Sí, definitivamente mi vida no tiene sentido. Y no, no soy depresivo, un poco pesimista quizás, pero digo la verdad. No tengo nada, ni a nadie que haga mis días más livianos, menos estresantes. Podría mencionar a Eleonor, después de todo se apiadó de mi trasero y me sacó de aquel orfanato.

—Maldita sea —maldigo en un ligero susurro al sentir otra punzada en mi sien— Justo hoy tiene que estar rebozando de alegría el sol, que anda lanzando un jod…

Me quedo callado al chocar la mirada con una cabellera rizada, que desde mi perspectiva se ve ligeramente indomable. Muevo mi cabeza de lado a lado, intentando ver el rostro de su dueña pero fracaso en el intento. Solo consigo verla de pie, luciendo perdida y confundida, sin saber hacia dónde dirigirse. Quizás sea nueva.

Bueno, qué más da.

Vuelvo mi mirada al celular tratando de buscarle sentido al video que se reproduce en mi Facebook y no puedo. Ansioso levanto la vista nuevamente en busca de aquellos rizos salvajes, pero no consigo verlos.

Suelto una carcajada. El cabello de una desconocida acaba de alegrar mi día. Cada vez estoy más seguro de que mi cordura también se quedó en el útero de mi madre. Vuelvo a mirar mi celular y deslizo del dedo sobre la pantalla para seguir navegando en las idioteces de las redes sociales.

 

 

Mis pies se mueven automáticamente hasta el área de registro en la preparatoria, al percatarme de mi horario me di cuenta que tengo dos clases a la misma hora y los mismos días. De seguro fue un error del sistema, porque ni modo podré dividirme para asistir a ambas cuando en serio estoy inventando excusas mentales para comenzar a faltar a todas.

Me siento anclado, estático en mi lugar, de nuevo veo la cabellera salvaje. Quizás sea obra del destino o simplemente casualidad, pero ninguna fuerza sobrenatural impide la torpeza que sale de mi boca en forma de palabras cuando mi cerebro me ordena dejarme en ridículo.

—Hola, rizos —saludo.

Silencio total.

La recepcionista, al escuchar mi saludo, frunce el ceño y vuelve a fijar sus ojos en la chica.

—Ah, es de las creídas —susurro, al no recibir respuesta de la desconocida.

Ella mira a los lados y se voltea con rapidez casi chocando contra mi cuerpo. Da un salto hacia atrás y vuelvo a quedarme estático en mi lugar observando la delicadeza de su rostro y el color caramelo en su piel. Sonrío como idiota sin pensarlo, y no me culpen, soy hombre después de todo.

Un ligero rubor se esparce por sus mejillas, muerde su labio inferior nerviosa y levanta sus manos para comenzar a moverlas con delicadeza. Una mueca de confusión se plasma en mi rostro y ella frunce el ceño. Cierra los ojos un momento y niega con la cabeza, levanta su mano derecha y la sacude, a lo que mi entender significa que me quite de su camino.

Ruedo los ojos y me hago a un lado.

—Creída —afirmo, quizás demasiado alto para que pueda escucharme pero ni se inmuta.

Sale dando largos pasos con sus botas estilo militar negras y desaparece entre los pasillos, dejándome de pie probablemente humillado si tuviese vergüenza alguna.

—Jane, vine a aclarar mi asqueroso horario —fijo mi vista en la secretaria.

—Cuida tu vocabulario, Ethan —ordena, intentando estar seria.

—Eh, ¿qué con la chica que estaba hace un rato? —pregunto.

—Ah, Calíope. Pues es nueva y quería saber algunas cosas, supongo. Pero no le entendí mucho.

—¿Cali qué? ¿En serio ese es su nombre? —pregunto asombrado.

—Sí —levanta sus papeles— Calíope Rott.

—Vaya asco de nombre —afirmo.

Jane se carcajea y niega repetidamente.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.