Dorothy
La garganta me arde demasiado, los ojos los tengo hinchados de tanto llorar, no tengo idea del tiempo que estuve encerrada en ese lugar, me encuentro en la habitación en la que he estado desde que llegué aquí.
Un frio terrible se apoderó de mi cuerpo después de vivir aquella experiencia horrible, trato de cubrirme lo mejor posible con las sábanas de la cama, dos empleados de este lugar me encontraron y solo me tomaron y volvieron a encerrar.
Trato de quedarme dormida, pero alguien ingresa a mi habitación y ni siquiera me volteo porque imagino de quien se trata.
—No tenías por qué ir a curiosear en lugares que no son de tu interés.
Me acurruco más queriendo desaparecer de una vez y ese hombre sigue hablando.
—» Provocaste un fallo en mi sistema y todavía están arreglándolo, levántate, te cambias porque me acompañaras a otro lugar.
No hago ni un solo movimiento.
—No quiero perder más tiempo, has lo que te digo rápido.
Voy a gritarle de que se vaya al diablo, pero de mi boca no sale ningún sonido, mi garganta arde es como si algo me estuviera taladrando por dentro y empiezo a llorar desesperada porque no entiendo que es lo que me pasa.
Le hago señas indicando que no puedo hablar.
—Déjate de juegos niña, habla y apúrate que me estás haciendo perder tiempo valioso.
No puedo, por más que intento no sale ni un solo sonido, este hombre parece convencerse de que no bromeo.
Ojalá fuera una broma.
Suelta una maldición y pide a sus empleados que lleguen, las mismas mujeres que se han encargado de alimentarme y darme productos de aseo me arreglan y escucho que va a llevarme a un doctor que no puede asistir al lugar que tenía planeado en mi estado.
No me resisto, si van a buscar la manera de curarme y lograr que hable no importa si es esta gente la que se encarga.
Llaman a una persona más para que ayude, es un hombre y me carga con cuidado para llevarme a donde le indican. Estamos en la parte trasera de la casa, alcanzo a ver una camioneta y me ubican dentro de esta.
El señor Frederick ingresa, un hombre ya está en el asiento del piloto y arranca para poner el auto en movimiento, no tengo idea de cuánto tiempo pasa, pero supongo que el hospital, clínica o donde sea que me lleve está lejos. Los ojos los siento pesados y no puedo evitar cerrarlos.
—Despierta—me toca el hombro.
El mismo hombre que me ingresó a la camioneta vuelve a sacarme y ni siquiera intento ver hacia dónde vamos. Escucho voces de unas mujeres y me acuestan en una camilla.
—Voy a necesitar que esperen afuera—indica una de ellas.
Creo que la obedecen, la mujer procede a examinarme, dice que tengo un poco de fiebre, está a punto de inyectarme algo cuando un ruido fuerte se escucha y de inmediato ingresan al lugar.
—¡Debemos irnos ahora!—gritan.
Soy tomada bruscamente; todo se vuelve un caos, hay gritos, órdenes por todos lados y siento una chispa de esperanza cuando las sirenas de patrullas de policías se escuchan por el lugar.
—¡Cooperen para que nadie salga lastimado!—hablan en un altavoz
Quisiera correr, pero me siento totalmente perdida, me tienen sujeta y eso hace imposible escapar.
Este viejo que me secuestró, se acerca a sus hombres a susurrarles algo que no alcanzo a escuchar.
—Entreguen a la niña y coloquen sus manos sobre su cabeza—demandan.
Nadie se mueve, es obvio que no van a rendirse así de fácil.
Pasan unos minutos cuando de repente una nube de humo cubre el lugar y de inmediato empezamos a toser, siento que no aguanto; me voy a desmayar y antes de que eso suceda un disparo se oye y ya no escucho nada más.
***
—Está recuperando el conocimiento—una voz femenina se oye a lo lejos—llama al doctor, tiene que venir a revisarla. —indica.
Poco a poco voy abriendo mis ojos y observo todo el lugar, hay aparatos y rápido entiendo que estoy en un hospital, pero casi no recuerdo lo que ocurrió antes.
—Tranquila pequeña ahora te revisarán—me habla una enfermera.
Quiero hablar, pero nuevamente soy incapaz, dejo caer lágrimas porque no soy tonta, estoy segura que me hice daño no es normal que no pueda decir nada.
La mujer que me acompaña limpia mi rostro húmedo y le hago señas tocándome la boca y el cuello, parece entender que me duele o algo así. Busca sobre un escritorio un lápiz y una libreta pequeña, me la entrega y lo único que se me ocurre escribir es preguntar por mi familia.
—Están ansiosos por verte, pero primero deben revisarte y luego podrás verlos.
Sonrío con la respuesta que recibo, no escribo para indagar como me rescataron; seguro que después me explicarán, el saber que muy pronto veré a las personas que más amo me da una pequeña tranquilidad.
La puerta es abierta, un señor algo mayor con una bata blanca ingresa, me ve y me dedica una sonrisa amable.
—Toda esa horrible experiencia, se acabó—habla—, cuando llegaste me dijeron que estabas con dolor en la garganta, voy a examinarte.
No me muevo solo dejo que proceda, abro mi boca y la observa con mucho cuidado ya atento, llama a la enfermera ella le ayuda dice que tendrá que hacer exámenes más a fondo para determinar el daño exacto que tengo.
—Tendré que sedarte para hacer varias pruebas, pero antes de ello hay unas personas que desean verte.
Después de decir aquello, sale y la alegría es inmensa en mi ser cuando mis padres y mi hermano entran, rápidamente se acercan a abrazarme y besarme.
—¡Mi vida!, agradezco a Dios tenerte entre mis brazos nuevamente—la dulce voz de mi madre inunda mis oídos.
—Mi niña—es el turno de mi padre—, el solo imaginarme perderte me volvía loco, te compensaré cada mal momento que pasaste.