El sonido de tu voz (corrigiendo)

Capítulo 24 El “hubiera” no existe

 

Adam

Para tratar de explicar todo lo que sucedió para rescatar a mi hermana, tendría que llevarme horas para detallarlo. Cuando le dieron un análisis exhaustivo a mi celular, descubrieron que implantaron algo para hackear toda la información que estaba recibiendo, de esa forma obtuvieron los datos para fastidiar en la empresa de mi padre.

Las notas con párrafos extraños eran obvias que también eran parte de la treta de ese tipo.

Usaron una técnica especial para llegar hasta el lugar utilizando su propio sistema, de esa manera no estarían precavidos por algún movimiento que la policía realizara.

Con las indicaciones que Byron dio, todo fue trabajo de la policía, se supone que, siendo personas entrenadas, podían proceder a enfrentarse a esos delincuentes, a nosotros no nos permitieron asistir, estábamos recibiendo información por medio de un intercomunicador. Lograron ubicar el escondite, sin embargo, se percataron que ese hombre estaba saliendo y aseguraron que a mi hermana la estaban subiendo en un auto.

Le dieron seguimiento y está llegó a una especie de clínica privada, allí tenían una oportunidad única, los acorralaron y de la nada el hombre llamado Frederick Lizcano empezó a forcejear con sus hombres, quiso escapar, pero los oficiales actuaron rápido; lanzaron gas para despistarlos y el tipo que empezó todo, al verse atrapado intentó agredir al jefe del operativo y no tuvo más remedio que dispararle en un brazo para capturarlo.

Terminando todo ese complot, nuestro destino final fue el hospital, afortunadamente mi hermana solo inhaló un poco de ese humo y no tuvo consecuencias peores, pero al notar que era llevada a una revisión médica, la policía interrogó a la doctora y ella dijo que le informaron de un malestar en la garganta que ella tenía.

En este momento nos encontramos en la sala de espera del hospital, estoy sumergido en mis pensamientos y me hago daño al imaginar otros escenarios para que esto no hubiera ocurrido. Me sentí estúpido al no poder decirle nada a Dorothy cuando entramos a verla, pero las palabras no salían de mi boca.

—Familiares de Dorothy Acosta Romero—anuncia un enfermero.

Mis padres y yo nos ponemos de pie.

—Favor de seguirme, el doctor que atendió a la paciente desea hablar con ustedes.

Sin perder tiempo lo seguimos, nos señala una puerta e ingresamos.

—Tomen asiento por favor—pide el médico.

Los tres nos ubicamos esperando que nos expliquen el estado de salud de mi hermana.

—Me presento primero, ni nombre es Mario González, estoy a cargo del caso de su hija y tengo que brindarles los resultados que arrojaron los estudios que tuve que practicarle.

Se aclara la garganta antes de continuar.

—Debido a todo lo que vivió, es muy probable que sufrió una situación de estrés extremo, el cual la obligó a gritar y lo hizo de una forma desgarradora que provocó un daño en su garganta y sus cuerdas vocales.

Aprieto la mano de mi madre porque tengo un mal presentimiento.

—»Se someterá a un tratamiento, podrá recuperar el habla, sin embargo, es probable que queden algunas secuelas y no podrá realizar actividades donde tenga que exponer mucho la voz.

Cuando termina, siento que una corriente helada me congela, lo único que se repite en mi mente es.

«No podrá cantar»

Mis padres conversan con el doctor yo comienzo a llorar y como un impulso salgo del lugar, a lo lejos escucho la voz de mi padre llamarme.

Veo la salida y me dirijo a ella, tropiezo con algunos por mis movimientos bruscos, pero todo me viene importando un carajo, lo único que quiero es desahogarme.

Trato de unir todos los escenarios y todo por practicar unos de sus hobbies favoritos fue perjudicada, porque esa academia está de por medio, es una inocente no le hace daño a nadie y ahora recibirá un impacto duro.

Solo sigo caminando, ya no tengo fuerzas para correr, quizá me estén buscando, pero se les hará un poco difícil, no tengo un móvil para que me localicen y prefiero que se tarden al intentarlo.

 

***

 

Estaba sintiendo mucho frío, además de estar totalmente empapado, por fortuna me permitieron entrar en una pequeña cafetería, estoy bebiendo una taza de chocolate caliente y estoy cubierto por una toalla.

—Mi nieto te prestará un poco de ropa—me dice una amable anciana que no dudó en auxiliarme.

—Gracias, pero no quisiera dar más molestias—respondo.

Ella en un gesto maternal toca mi mejilla y sonríe.

—Para nada, muchacho.

El chico que estaba acompañando a la mujer trae una bolsa con ropa, me la entrega y no puedo dármelas de digno rechazándola porque necesito cambiarme urgentemente.

Me indican donde se encuentra el baño y entro para quitarme las prendas húmedas. Cuando salgo, analizo toda esta situación que sufrimos y no quiero causarle más martirios a mi familia así que pregunto si me permiten hacer una llamada y menos mal recuerdo el número de uno de los escoltas, le indico el nombre de la cafetería y otros datos para que pueda ubicar el lugar.

—Aquí no tengo lo necesario, pero te recomiendo que tomes una ducha con agua caliente cuando llegues a tu casa y así evitar un fuerte resfriado—me aconseja la señora.

Es agradable toparte con personas solidarias, estas pequeñas demostraciones nos hacen recordar que no toda la humanidad está podrida.

—Soy un grosero, con todo esto no le pregunté su nombre ni a su nieto, Mi nombre es Adam por cierto.

—No te preocupes, entiendo que estabas muy abrumado soy Aura Domínguez y mi nieto es Alexander.

Para tratar de levantarme el ánimo, empieza a contarme muchas anécdotas, de todo lo que luchó para levantar su negocio y lo contenta que se siente al mantenerlo funcionando.

 A través del gran ventanal observo como un auto se estaciona y de él sale uno de los guardaespaldas de mi padre, le hago una seña indicando que espere afuera. Con toda confianza me acerco a las dos personas que me socorrieron y les doy un abrazo asegurando que volveré y trataré de recompensarles el gentil gesto que me brindaron.




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