El Sueño de un Chico

Capítulo 9: Realidad - 2da parte

—Entonces, dices que tú solo ¿te dirigías a la aldea por comida? Bueno, tú y la ardilla.

Cuestionaba el viejo amigo de su padre al chico rascando su cabeza con tranquilidad.

—Aunque no creo que fue la mejor idea, supongo que no tenías opción...

Ahora ellos estaban en una habitación, había dos camas y una ventana al lado de una de ellas.

Antes de eso, después de haber salido del bosque y de que hubieran retomado el camino, al pasar poco tiempo se encontraron con un pueblo muy pequeño con apenas una cantidad de casas que era fácil de contar.

—¿Falta mucho para llegar? Pensaba que éste era el lugar.

Se quejaba el chico observando las pequeñas casas.

—No, aún nos queda alrededor de un día más de camino, pero ya que llegamos, creo que nos quedaremos aquí esta noche, así evitaremos más peligros.

Decía con indiferencia el hombre cuando pasaban frente a una posada de aspecto muy viejo.

—¿Tiene una habitación disponible para dos personas?

Preguntó él a un anciano detrás del mostrador dentro de la posada.

—Oh, sí, sí. Son viajeros, ¿verdad?

Respondía el anciano quisquillosamente.

Lo que nos lleva al momento en el que el hombre y el chico conversaban en un cuarto de madera en un segundo piso, que rechinaba con cada pisada que daban.
—… Supongo que no tenías opción…

—Sí….

Contestaba el chico con un halo de tristeza y dejadez mientras miraba al otro lado de la ventana, en ella miraba a un grupo de niños jugando a lo lejos. El sol empezaba a meterse.

—Debes de haberte sentido solo…

Volvía a hablar el hombre con tranquilidad.

Pero el chico no respondió nada. Efectivamente, se arrepentía de no haber podido proteger a su amigo si a eso se refería, si sólo fuese más fuerte.

—Y sin mi papá. Creo… que las cosas cambiaron.

No dejaba de ver la ventana mientras hablaba.

—Tu padre… Ha de ser duro.

Respondía con serenidad su acompañante en la habitación.

—Sí y… Pero ¿cómo es que…? Bueno, desde hace un tiempo él salió. No sé a dónde y no me dijo cuándo regresaría. Espero que pronto ya que…

—¿Qué dijiste?

—He estado solo en casa, hay cosas que todavía quiero decirle…

El chico seguía hablando cuando ignoró o no escuchó la pregunta del hombre, a pesar de que éste parecía interesado repentinamente. “Supongo que se dio cuenta de que mi padre ha salido, es obvio si no está a mi lado”, pensaba el chico.

—… También hay una carta que le dejaron, no sé de quién pero supongo que es para él, tiene su nombre…

Sacaba de su mochila el sobre que no había dejado desde que empezó su viaje, aparentemente lo cuidaba mucho.

—…. Procuraré entregársela pronto cuando lo vea, por eso es que no la he abierto y trato de que no se dañe. Espero que no pase mucho más, no sé qué habría hecho si la pierdo en aquel bosque, hehe.

Comentaba con una muy pequeña sonrisa nerviosa pero triste al mismo tiempo. Ya ni siquiera se molestaba en escuchar, hablaba para él mismo. Continuaba sin ver al antiguo amigo de su padre a la cara, en realidad se concentraba más viendo el sobre.

—Sí, eso haré… Cuando nos veamos, hehe, sí…
Ah, voy al baño, regreso en un instante.

Sin más, se levantó de su cama y fue a la puerta de la habitación. Sin querer, dejo caer el sobre al suelo cuando lo dejo en un borde de la cama.

El hombre la miró y de dispuso a levantarla, cuando la miró.

—Para su padre dice…
¡….! Este sobre…

Dijo a nadie en particular con un suspiro de sorpresa abriendo más los ojos.

—Ese chiquillo…

No dijo nada más, pensaba mientras presionaba el papel entre sus dedos.

● ● ●

Minutos después el chico se sentaba silenciosamente en su cama luego de regresar, la persona en la otra no decía nada, aparentemente se hallaba muy concentrada en un libro que no sabía de dónde había sacado.

Estuvieron en ese silencio un corto periodo.

—Bueno, y ya que sabes lo que hacía, ¿para dónde te dirigías?

Preguntó el chico rompiendo la atmosfera.

—Iba… a visitar a alguien.

No dijo nada más.

—Ya veo…

Quería preguntar más, pero pensó que no serviría de nada.

—Es un amigo.

Dijo el hombre con tranquilidad.

—Ah…

Con esas palabras terminaron la noche.

Al día siguiente, dejaban la posada, cada uno cargando una mochila, el hombre con su espada metálica en una funda en su espalda y el chico con la suya en la mochila.

Al rato pasaban frente al mismo grupo de niños jugando frente a una casa. El chico los miraba con determinación.

—Te agradaría jugar con ellos, ¿cierto?



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En el texto hay: niños, espadas, europa

Editado: 07.09.2018

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