Mi nombre es Hanna. Tengo 16 años y me gusta la lluvia, o al menos antes me gustaba.
Soy rubia, ojos color verde y mido 1.56... Bajita para mi edad, pero qué más da.
El oficial John arrastra la silla en dirección a la mesa de color plata que está justo frente a mí, atada como un animal de pies y manos mientras soy observada a través del ventanal.
Trago un nudo que se formó hace minutos en mi garganta, aprieto las piernas con fuerza y dejo que se tome la libertad de inventar una historia barata para explicar todos los sucesos de la noche pasada. Esa en la que aún mantenía un poco de cordura y deseaba estar lejos de la comisaria, pero debo ser sincera conmigo sí me quedo fuera de estas cuatro paredes es probable que amanezca con los órganos esparcidos por el suelo de la cabaña donde solía vivir.
—Quiero que me digas lo que sucedió, ¿por qué los asesinaste? — Comenta colocando ambas manos cruzadas bajo su mentón y escudriñándome. Se nota de aquí a Marte y más allá que no cree en la capacidad que poseo para defensa personal, no lo culpo con este cuerpo tan delgado que tengo nadie podría hacerlo.
— Dígame usted...— Murmuro apenas audible, más como una súplica.
No quiero recordar. No quiero volver a ese día, pero sé de antemano que tarde o temprano tendré que hacerlo y mejor ahora que después, cuando esté metida hasta el cuello en el infierno.
— Creo, pienso que lo hiciste por satisfacer una necesidad. —Expresa dando un largo suspiro, —una que se creó en tú mente desde pequeña, quizás algo cómo...
Da vuelta a su cuello mirando al gran ventanal, en una extraña manera cómo deseando que todo lo que está por decir no tenga ningún sentido.
— Tratas de llamar la atención de esta forma, porque en algún momento de la vida fuiste excluida, tanto que tú mente creó un resentimiento hacía todo y todos. — Respira y esta por continuar cuando la luz se va y entonces, justo en ese momento el silencio desaparece por completo.
* * *
Un día antes
Eran las 2:30 pm cuando un torrente de lluvia cayó por sobre mi casa.
Mamá, papá y Lucy mi hermana menor habían salido a visitar a la abuela Claudia en la otra ciudad hace más de tres horas, me negué rotundamente cuando trataron de llevarme en contra de mi voluntad. Al final, cedieron un poco al comentar que ya era mayor de edad y que, tenía mucha tarea que hacer para la Universidad. Lo cual era mentira en su totalidad porque hace meses que había aprobado la última materia y solo quedaba poco para la defensa del proyecto final.
Luego de limpiar el desastre que hice en menos de media hora en la cocina, lavar la ropa que manché y ponerla a secar tras el aire acondicionado, me senté frente a la ventana que da con el patio trasero para ver la lluvia caer. Porque, si quería encontrar algo que me relajara en mi totalidad y lograra despejar la mente entonces ver caer las gotas de agua y recorrer el vidrio era lo mejor, no el televisor ni los programas de mala muerte, tampoco la música a todo volumen era raro de mi parte pero amaba observar en silencio el proceso.
El árbol siendo empapado por largos minutos era entretenido, pero ver aquel chico correr con su capucha negra con detalles rojos captó mi mirada. Se trataba de Shane Callagar, un atractivo vecino de la otra cuadra que por muy adolescente que fuera llamaba la atención incluso de las ancianas de la avenida, venía trotando con calma y suma paciencia como meditando en silencio bajo el torrente que no parecía terminar.
Se detuvo en medio de la acera y mientras daba un sorbo a mi café caliente, fui capaz de sentir su mirada penetrante atravesar mi nuca. Por inercia pegué un salto cuando el liquido se esparció por sobre la camisa de hello kitty que me obsequiaron en la navidad pasada y busqué detener su movimiento por el sillón favorito de mamá.
Mientras más estrujaba más se agrandaba la mancha, lo que me estaba dejando en claro que sería otro descuento en mi salario de medio tiempo en la biblioteca en la que trabajo los fines de semana. Poco me importo realmente lo que mantenía a aquel chico bajo la lluvia, me daba igual lo que mantuviera a los demás realizando acciones o al menos hasta esa noche.
Quedé dormida a eso de las 10 pm sobre el sofá grande al descubierto cuando escuche voces que pensé eran parte de mi sueño.
— ¡A ella no!— Exclamó una voz áspera.
— ¿Por qué?—Indagó otra muy parecida.
— Ella me notó— Podía escuchar un manojo de nervios y felicidad palpable.
— ¿Y qué?, quizás y piensa que soy yo. —Refutó, se escuchaba como voz de joven.
— No lo creo, me miro directo a los ojos y no titubeo como lo hace cuando te ve en la Universidad. —En ese momento, con esa última oración sentí un calor irregular a centímetros de la cara.
Quizás fue algo un poco más allá de mi mente o no sé, pero me di media vuelta cayendo al suelo y cuando percibí el olor a metal de inmediato abrí los ojos aterrada. Bajo de mis manos estaba un enorme charco de sangre, grité y me arrastré a los más cerca lo cual era las barreras de madera que mantenían el televisor en lo alto, traté de calmarme y pensar con claridad que sucedía.
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Editado: 30.01.2019