El susurro del bosque

El reino de Norlock

     Ya estaba totalmente oscuro cuando llegaron, la arquitectura del lugar era tan diferente al castillo del rey August, este lugar daba la impresión de ser fuerte e inquebrantable, no había nada delicado en él, la fortaleza estaba iluminada por la luz de las antorchas, Cilliam y Astrid atravesaron el puente de concreto que llevaba al castillo, pero no sin antes ser interrogados en la entrada.

—¿Qué haces a estas horas en la morada de nuestro rey? — preguntó un guardia, era bastante robusto y alto, de rasgos toscos y Astrid recordó lo que le había dicho el príncipe, que años atrás eran barbaros.

—Soy el príncipe Cilliam de Venela y el rey sabe de mi presencia. - respondió Cilliam con la voz cargada de autoridad.

—¿Y la joven? — volvió a preguntar el guardia

—Ella no es tu asunto, el rey y la princesa están enterados de nuestra visita.

—Esperad entonces. — Ordenó de mala gana y le comunicó algo a los guardias que estaban detrás de la compuerta, después de un momento esta comenzó a abrirse.

    Cabalgaron lentamente mientras pasaban por el pueblo, pero todo estaba desierto, salvo por algunos guardias y caballeros que vigilaban las calles, las casas eran poco coloridas, hechas de concreto con puertas de madera, pero el lugar se veía bastante organizado, el palacio era más elaborado que el resto del lugar, tenía algunas figuras decorativas por sus paredes de concreto, era de torres altas y cúpulas bastante bonitas en comparación con lo demás. Apenas fueron despojados de sus corceles por la servidumbre, pasaron el umbral para encontrarse con un gran salón con dos grandes escaleras que se entrecruzaban y por ellas bajaban una pareja.

  Astrid dedujo al instante que debían ser los reyes. El rey era alto, robusto con espeso cabello negro y ojos del mismo color, tenía el rostro cuadrado y una barba corta, todo su aspecto en si gritaba que era un hombre capaz de intimidar a cualquiera, en cambio su esposa era de rasgos más delicados, tenía unos hermosos rizos rojos entornando todo su rostro y ojos marrones, su tez era dorada a pesar del invierno, la reina no se veía nada pálida.

—Majestades. — saludó Cilliam haciendo una reverencia que Astrid imitó. —  les ruego me disculpen por nuestra hora de llegada, pero queríamos llegar cuanto antes.

—No os preocupéis muchacho, mi hija ya está dormida, pero estoy seguro que estará gustosa de verte en la mañana. - respondió el rey cordialmente cosa que hizo que su aspecto físico intimidara menos.

—¿Qué tal ha estado vuestro viaje? — preguntó la reina con una voz tan femenina y melódica que sonaba como una canción, pero su pregunta iba dirigida a Astrid.

—Muy bien su majestad. — respondió ella levantando el rostro y quitándose finalmente la capucha, porque ya carecía de sentido mantenerla así.

    Los reyes de Norlock la observaron tanto que a Astrid le pareció una eternidad, sus rostros denotaban una verdadera curiosidad, tal vez era la primera vez que veían una criatura así o quizás no, pero ellos no pudieron disimular su asombro.

—Estamos felices de que estén ambos aquí, pero de seguro mañana podremos hablar mejor, se quedarán un buen tiempo ¿verdad? — quiso saber la reina.

—Me temo su majestad que en mis tierras me necesitan y creo que ellos no deben estar muy felices de que este aquí, por lo que no puedo darme el lujo de hospedarme mucho tiempo.

—Lo comprendemos niña, pero hablaremos de eso por la mañana, ustedes deben descansar. — respondió el rey, luego la misma familia real los escoltó hasta las habitaciones en donde pasarían la noche. 

*****

    La habitación que le proporcionaron a Astrid era amplia, con paredes de concreto, pero en el techo había una cúpula fabricada de cristal por donde entraba la luz de la mañana, también tenía unas altas ventanas con adornos de yeso bastante distinguidos  y bonitas sabanas de color vino tino, tan suaves que en la noche Astrid cayó rendida con solo acostarse en ellas, pero ahora el hecho de estar allí le inquietaba, que le dirían los habitantes del bosque, no debían estar felices, por alguna razón ellos estaban ocultos en algún lugar de su mundo y no salían de allí y ahora aquí estaba ella, mostrándose ante otro reino. 

    Esa misma mañana la servidumbre ayudó a Astrid con su vestuario, le dieron un hermoso vestido de mangas anchas que caían como una cascada hasta sus pies, era de color crema y tenía bordadas unas hermosas flores color granate, su cabello fue acomodado en una trenza muy elaborada, tanto que quedó sorprendida por la agilidad de aquellas doncellas. Al salir de la habitación un heraldo la guio hasta donde se encontraba la familia real, el príncipe Cilliam ya estaba allí, se encontraban en un comedor amplio, con una lámpara de araña sobre sus cabezas iluminando la estancia, cosa que la pareció inane debió a que estaban en plena mañana.

—Buenos días, majestades. — dijo ella haciendo una reverencia, luego tomo asiento donde el heraldo le indicó.

     Después de que los monarcas respondieran su saludo, notó a la princesa Jessica, Cilliam no se equivocaba, era realmente bonita, muy parecida a su madre, de cabellos rojizos, un rostro pecoso y enormes ojos color miel.

—Es un verdadero placer conocerte, Freya. — dijo la prometida del príncipe.




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