Astrid no esperó a que las mucamas llegaran, tomó sus pocas pertenencias, las mismas con las que había escapado de Oren, se colocó su ropa para viajar, estaba dispuesta a emprender su viaje sin importar lo que pensaran los reyes, ya no le importaba en lo absoluto. Apenas estaba amaneciendo, pero eso no le supuso ningún problema llegar a la habitación del príncipe y tocarle con ahínco.
El príncipe tardó en abrir la puerta y cuando lo hizo se sorprendió ante el atrevimiento de la elfina, ella no esperó una invitación para pasar y cerrar la puerta detrás de sí, Cilliam se sorprendió al verla vestida con su ropa de viaje, pero no hizo ningún comentario solo dejo que ella le explicara.
—Partiremos hoy. -le ordenó. — realmente no me importa si tú no quieres ir, ya hiciste tu parte, ya sé quién soy y te lo agradezco, pero no puedo perder más tiempo.
Cilliam tardó en despabilarse, pero cuando lo hizo dijo:
—Si es tan urgente para ti se lo comunicaré a los reyes, partiremos después del desayuno. — Astrid lo miró sorprendida porque no esperaba esa respuesta, esperaba una excusa y así ella podría seguir adelante, pero al parecer el príncipe aun permanecería a su lado.
Tomaron el desayuno y Cilliam le expresó a los reyes sus razones, ellos las entendieron de mala gana y se lamentaron no ver todo lo que era capaz de hacer la elfina, pero Astrid le importó en lo más mínimo, tomaron provisiones para su viaje que fueron donadas por los reyes, Astrid se despidió sin muchas cortesías pues les tenía recelo a los monarcas a excepción de la princesa Jessica, después se marchó y dejo a solas a los prometidos para que se despidieran.
—Supongo que nos veremos pronto. — dijo la princesa tímidamente. — Ten mucho cuidado.
—Lo tendré, tu padre me ha comunicado que nos casaremos cuando regrese. — le informo él y la princesa intento ocultar su impresión al respecto. — Yo no sé cuánto tarde, pero quería saber ¿Tú estás lista para ser mi esposa? ¿Y quieres serlo?
La princesa tardó en responder porque las palabras no aparecieron y Cilliam lo supo de inmediato, como saber que el cielo es azul y la nieve blanca, ella se sentía igual que él, como si estuvieran destinados a fallar sin poder cambiar de opinión en el camino.
—No te preocupes. — la consoló. — Francamente no sé qué decirte, pero lo hacemos por nuestro pueblo. — le dijo él con una seriedad que lo hacía parecer mucho mayor de lo que era.
— Lo hacemos por nuestro pueblo. — corroboró ella.
Se dieron un abrazo pero no de forma romántica, sino de consuelo, porque ambos tendrían que lidiar con ese futuro matrimonio y estar ignorando lo que pasaba solo causaba más daño, las cosas estaban claras; debían hacerlo, los dos reinos debían unirse, eso ya no estaba a discusión y después de todo de tantas personas que habían en el mundo, ellos dos no hacían tan mala pareja, tal vez no eran los idóneos para estar juntos y eso era lamentable, pero tal vez un día cuando fueran más grandes y más sabios su relación podría funcionar.
—Espero que encuentres lo que buscas. — le dijo Jessica.
—Yo también espero eso. — dijo él, luego tomó su mano y le plantó un beso a modo de despedida y se reunió con la elfina.
*****
Por suerte para los dos, existía una ruta que recortaba el camino hacia el bosque de Oren que se extendía por todo Norlock y como en ese momento no estaban ignorando al bosque sino intentando ingresar a él lo siguieron, aunque corrían riesgos, Cilliam le explicó que muchos clanes de barbaros, bandidos, vagabundos y gitanos habitaban esas tierras, robaban en las ciudades y pueblos cercanos de Oren y la frontera de Norlock, pero su morada era el bosque.
Cabalgaron por dos días sin problemas, aunque no era muy cómodo tener que montar campamentos en el bosque, Cilliam tenía ilustres conocimientos en el arte de la supervivencia y defensa, cosa por la cual Astrid agradeció que estuviera a su lado, pero al atardecer de ese segundo día las cosas se tornaron grises muy rápidamente.
— Alguien nos sigue. — anuncio Astrid nerviosa, el príncipe no podía captar los sonidos, pero ella sí, aún no había aprendido a controlar del todo sus sentidos, aún le agobiaba escuchar todo con tanta claridad, pero dejando al lado la melodía del viento, las aves y animales del bosque, sin duda alguna escuchó pisadas
— ¿Estás segura? — pregunto él.
Astrid solo asintió algo asustada.
— Mantente a mi lado y toma la daga que te di, en caso de ser necesario.
Siguieron caminando sigilosamente, pero Astrid aun escuchaba las pisadas e incluso podía ver sombras en las profundidades del bosque y aunque suene sorprendente parecía que su nerviosismo se le contagio a Felicia; su yegua que relinchó asustada. Minutos después unas figuras se abalanzaron sobre ellos, unas manos se tornaron alrededor de Astrid inmovilizando sus brazos hasta causarle dolor, el hombre la tomó toscamente y la paso a su corcel, para luego colocar un puñal rozando su delicado cuello, Astrid se revolvió como vehemencia, pero eso solo ocasionó que un hilillo de sangre se deslizara por su cuello hasta caer en su pecho, solo podía mirar al príncipe con ojos de clemencia.
— Por favor no te muevas. — le rogó el desconocido que le hacía daño y el hombre sonaba tan asustado como ella.