La reunión se llevó a cabo, después de contar lo sucedido se doblaron las defensas del palacio y del pueblo, Minerva levantó un hechizo protector alrededor de salón de la corona, y por petición del rey Aren el hechizo también manchaba la piel de color rojo a los miembros de su confianza que entraran a la habitación, el rey no podía confiar en nadie y no era un asunto personal.
— ¿Dónde está Edhelf? — preguntó Astrid.
— No es tan importante. — señaló el rey encogiéndose de hombros. — Ella solo se encarga de asuntos religiosos y en este momento no creo que nos sea de mucha ayuda.
— No creo que debamos empezar sin ella. — objeto la reina, ocasionando el disgusto visible de su cónyuge.
— Ella sabía que debía estar aquí a tiempo, si no está en este lugar es porque no quiere estarlo. Quizás le esté rezando a las etéreas, pero nosotros debemos encargarnos de cosas materiales. —expresó el rey.
Astrid pudo notar el disgusto en los demás por la ausencia de Edhelf, creyó haber percibido un pequeño gruñido por parte de Alexis, pero no estaba segura.
— Como sea. — intervino Alexis. Envié mi espíritu mensajero a las cortes más lejanas y he ido personalmente a las demás… pero no le han visto, todas juraron su lealtad a la corte Plateada y estarán al tanto si la ven.
— Fuiste a la tierra de los nativos, ¿Qué dijeron en el territorio de Calipsa? — preguntó Minerva a su primo.
La elfina recordó las lecciones de historia que Edhelf le impartió hace mucho, las tierras de Calipsa era salvajes e indómitas y sus pobladores vivían sin corte y entre las bestias salvajes.
— Les pregunté a algunos y dijeron que ningún elfo reside en sus tierras, pero es difícil saberlo, es uno de los territorios más extensos y con más variedad de criaturas.
— Debo enseñarles algo. — añadió Astrid atrayendo la atención de todos los presentes. —No lo mostré antes porque cada quien tenía una misión asignada, pero debí hacerlo de todos modos.
La elfina conjuró a su espíritu mensajero, la lechuza se posó sobre su hombro, ambos se conectaron y Astrid les pudo enseñar lo que Philip vio con sus propios ojos. Minerva era la que prestaba más atención a las imágenes que tenían en frente, la experta en magia observaba cada detalle con detenimiento. Cilliam tenía el ceño fruncido, sus labios apretados en una fina línea.
— ¿Por qué no enseñaste antes? — preguntó Cilliam cruzándose de brazos.
— Pensé que lo más oportuno era discutirlo cuando tuviéramos algo más de tiempo. — se excusó Astrid sin mirarle a los ojos.
— ¿Ya terminaron de pelear? —cuestionó Minerva con una ceja enarcada. — Los humanos están escuchando un susurro, es una clase de posesión, si ella es capaz de hacer esto… necesitarás mucha suerte Freya. Podemos tamizarnos a largas distancias, pero nos agota mucho, por lo que veo ella los está tamizando a algún lugar sin ser vista, es impresionante.
— ¡Minerva! — exclamó la reina. — Es nuestra enemiga.
— Lo sé majestad, pero no deja de ser impresionante el alcance de su magia. Mi pregunta es… Si ella tiene todo ese poder ¿Por qué no viene de una vez y nos deja en las ruinas? Y según lo que el caballero humano...— en ese momento Minerva fue interrumpida por el carraspeo del príncipe que quería que le llamaran por su nombre. — Cilliam, según lo que Cilliam y yo averiguamos en Sgailean, ella no está sola.
— Es cierto. — intervino Cilliam dando un paso al frente. — Skoll nos indicó que nadie puede disolver sus sombras más que ella misma, además ella estuvo encerrada por más de cien años, es muy sospechoso que lograra liberarse cuando As…Freya, cuando Freya ha retomado su forma original.
— Quizás tú juraste volver para proteger esta tierra, pero parece que ella también hizo un juramento, quiere destruirte. — observó la reina con pesar y la mirada perdida.
El salón se quedó en silencio por un momento, cada plan que tomaban llegaba siempre al mismo punto, hasta un lugar sin retorno, no sabían quién ayudaba a Myrtha, o si ella era tan poderosa por sus propios medios. La puerta del salón se abrió de par en par y entró Edhelf, se veía exhausta, rápidamente tomó su lugar en la mesa del comité.
— Disculpad mi retraso majestades y demás miembros del comité, pero tengo noticias importantes.
— Habla ya sacerdotisa, no tenemos todo el día. — la apremió el rey.
— Por supuesto majestad. Vengo del templo de los druidas, hermano Caelum tuvo una visión. — explicó Edhelf mirando a Astrid.
— ¿Qué ha visto? — preguntó Astrid ansiosa.
— Me ha dicho algunas cosas que concuerdan con las teorías que planteamos, la visión tuvo lugar en la noche, no hemos tenido suerte al rastrear a Myrtha, el druida asegura que alguien la ayuda, alguien muy antiguo y poderosos.
— Edhelf, todos aquí hemos vivido varios siglos. — le recordó Alexis.
— Pero esto es diferente. — puntualizó Edhelf, elevando su tono de voz. — El hermano Caelum dice que es una criatura ancestral y olvidada, guarda una relación con los cuervos. No sé qué tengan que ver estas aves, pero son un mal augurio. Dijo que habrá un susurro, un susurro que se extenderá hasta las tierras mortales y una vez que los humanos le oigan no habrá vuelta atrás, también vio que el príncipe y Freya deben emprender su viaje, Granate les será de ayuda, pero ahora la prueba será más difícil para obtener el favor de la etérea.
— ¿En qué sentido será más difícil? La última vez casi muero allí. — preguntó Astrid con la voz quebrada ante el recuerdo.
— Eso no me lo dijo, pero me advirtió que cuidemos la corona, si Myrtha se hace con ella una gran oscuridad cubrirá nuestras tierras y un mal que lleva muchos años dormido despertará.
— Debemos saber quién es su aliado y porqué la cuida. — observó Alexis
— ¿No se les viene nada en la cabeza? Ustedes que han vivido tantos siglos. Sé que es una locura, pero se me vino a la mente. —Astrid guardó silencio y cuando habló Cilliam dijo el mismo nombre que ella pensaba: — La Morrigan.