El talismán.

Prólogo.

"Isobelle:

Me hubiera gustado poder estar a tu lado cuando abrieras los ojos y no tener que marcharme sabiendo que vas a odiarme por esto, pero las cosas con los Awwim han estado complicándose éstos últimos días y no podía estar sin hacer nada más tiempo.

Sé que parece que estoy huyendo y puedo asegurarte que no es así, no hay nada que quiera más en el mundo que mantenerte a salvo de todo esto, pero hay personas a las que les debo lealtad y quiero asegurarme de que están bien, los Breastplate son como de mi familia, no voy a estar tranquilo hasta encontrarlos y asegurarme de que no les pasé nada, es por eso que debo irme.

Sé lo que debes estar pensando, Ali, pero no lo hago por Elena, al menos no por las razones que piensas. Ella es mi mejor amiga, fue mi soporte durante mucho tiempo y no puedo dejarla a su suerte, sé que me comprendes porque tu harías lo mismo por Connor o Leyla.

No tengo palabras para describir lo difícil que es dejarte sin poder ver tus ojos o saber con exactitud que estarás bien, pero tengo la esperanza de que el destino va a volver a cruzar nuestros caminos, porque ese es nuestro lugar en el mundo, juntos, y ahora lo entiendo.

¿Vas a extrañarme? Porque yo sí que te echaré de menos, estaré contando los minutos y las horas hasta volver a encontrarte porque cuando te vi inconsciente en el suelo lo descubrí, estoy enamorado de ti.

Siempre tuyo
Arguider."

La chica alzó la vista del papel blanco que sostenía en sus temblorosas manos, ya había perdido la cuenta de las veces que había leído aquella carta en las últimas semanas, pero, de alguna manera, leerla le daba fuerzas para seguir adelante con sus planes.

Su cabello rubio, que le llegaba ya cerca de la cintura, caía como una cascada de oro líquido sobre su espalda, resaltando así su piel blanca como la porcelana.

  ─Lissa, cariño─sus ojos azules se dirigieron  a la señora mayor que estaba recargada en el marco de la puerta─, llevo horas buscandote, incluso creí que no estabas en casa.

  ─Lo lamento, abuela─se levantó de la cama dejando la carta sobre el colchón y se acercó a ella─, sólo estaba...

  ─Distraída─le sonrió─, vale, no necesitas explicarme nada─miró hacia una de las esquinas de la habitación y frunció el ceño─, cielo, deberías desempacar, llevan aquí tres meses, ¿o es que no te gusta la habitación?, porque puedes elegir otra sí así lo quieres─Alissa quiso hacer una mueca, pero se contuvo con todas sus fuerzas.

Ella estaba acostumbrada a no preocuparse por el dinero porque los Saintcox tenían una fortuna bastante considerable, pero jamás había vivido con tantos lujos, al menos no como sus abuelos paternos.

Los abuelos Saintcox vivían en una gran mansión, con más cuartos de los que alguna familia podría necesitar nunca, pero no era para nada acogedora, había una vibra bastante pesada por todo el lugar.

Alissa se lo atribuía a que en realidad, no había una familia real viviendo en la mansión, sus abuelos habían estado durante bastante tiempo solos, bajo el régimen de la orden y sin saber nada del único hijo vivo que les quedaba.

  ─No es eso, abuela─sonrió lo más sincera que pudo─, es sólo que no he tenido tiempo.

  ─Oh, cariño, no te preocupes, puedo pedirle a alguno de los empleados que lo haga.

  ─No te molestes, ya lo haré yo cuando pueda─su abuela asintió no muy convencida─, bueno, ¿para qué me necesitas?.

  ─Tu abuelo me pidió que te dijera que va a esperarte en el centro de entrenamiento─hizo una mueca─, Lissa, no tienes que hacerlo sí no quieres, me preocupa que puedas lastimarte.

Ésta vez, la sonrisa en el rostro de Alissa fue real.

  ─Si tengo que hacerlo, pero te prometo que tendré cuidado, ¿de acuerdo?─fue hasta el closet de la habitación y sacó las únicas prendas colgadas dentro.

Dejó el traje sobre su cama y se giró nuevamente para mirar a su abuela, pero ella estaba perdida en sus pensamientos con los ojos clavados en las prendas negras.

Alissa se permitió mirarla más detalladamente, su piel era igual de blanca que la de ella e incluso su cabello era del mismo rubio, pero sus ojos eran miel con pequeñas salpicaduras de verde.

Su abuela poseía una elegancia y un encanto natural que no la dejaban pasar desapercibida por ningún lugar, había descubierto por su padre que era algo que toda la familia parecía llevar en la sangre y que él mismo lo hacía cuando vivía con ellos, pero que al llegar a Sunshine Hills había tenido que aprender a disimularlo.

  ─Bien─su abuela salió de su pequeño trance y la miró─, voy al estudio a esperar a tus padres.

  ─¿No están en casa?─frunció el ceño.

  ─No, fueron con los Maintless.

  ─Pero, ¿por qué no me dijeron?.

  ─Bueno, cariño, tus padres querían asegurarse de cómo estaba la situación con ellos, es decir...─hizo una mueca─, los Maintless han tenido algunas perdidas y tus padres no querían que tu primer encuentro con ellos fuera así de tenso.



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Editado: 31.03.2018

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