El tesoro al final del mundo

Capítulo 40

Raven me sonrió de oreja a oreja con esa mirada cargada de alegría, brillo y orgullo, haciendo que el rostro se me caliente por la carcajada que soltó mientras me golpeaba el hombro como otras veces. Me abrazó sacudiendome con fuerza, no podía evitar reírme con él, era contagioso ese estado de euforia, y cuando la lanzó una mirada a Jet me di cuenta que también brillaba. También estaba orgulloso, pero sin la sonrisa por la resaca de la noche anterior. Raven reía por lo alto cada vez que lo recordaba.

El marino sostenía en su mano la libreta de mi padre. Había pasado toda la noche intentando descifrar las coordenadas del refugio, usé los mapas, los diarios de mi madre, usé cada cosa que Eric me había enseñado, y aún así no logré dar con ella. Tenía cinco opciones, todas islas con nombres distintos.

—¿Crees que podrás reconocer la isla? —pregunté incómodo, frustrado y ruborizado por la explosión de alegría por parte de ambos.

Me veían como cuando los vencí por primera vez.

Jet sintió y me dió dos golpes suaves en el hombro. Estaba orgulloso y por un momento me permití sentirme bien con eso.

—¡Esto hay que celebrarlo! —gritó Raven corriendo al pasillo—, ¡Traigan sake!

Jet hizo una mueca.

—Es muy temprano para beber.

Raven le sonrió.

—Confía en mí, marino, el dolor se irá con más alcohol.

—Eso no suena lógico.

—Pero lo es, medicina le decía mi madre. —Salió al pasillo y al instante volvió con vasijas de cerámica en cada brazo, riendo a carcajadas. Se acercó, me tendió una y tomó la otra para sí mismo—. Tajo bebe, haz hecho un milagro. ¡Encontramos el rumbo!

—Aún no sé dónde está la isla —murmuré mirando el líquido pálido en el interior. Pensaba en mi padre, él ya debería haber llegado, seguramente me estaba esperando impaciente. Y yo aún no sabía dónde ni cómo ir.

—Pero estamos más cerca de saber que ayer —gritó alzando su vasija de nuevo—. ¡Al fin tenemos un rumbo y tenemos la vida por delante, eso es digno de celebración!

Bebió con el mismo apremio que siempre, derramando licor por la comisura de sus labios y manchando el suelo, los zapatos y su ropa como si no importara.

El pecho se me llenó de calor, sonreía sin intención y al ver a Jet beber de la otra vasija comprendí que tenía razón. Había que celebrar que teníamos un rumbo, quizás debíamos recorrer las cinco islas, quizás pasaría mucho tiempo hasta que llegáramos, pero lo haríamos porque teníamos una dirección a dónde ir. Podríamos embarcarnos sin navegar a la deriva. Ellos podrían volver a sus vidas y yo a la mía. Estábamos cada vez más cerca de la libertad.

Tomé la vasija pesada y llena de líquido, y bebí apretando los ojos cuando el calor me abrazó el cuello y bajó hasta mi pecho. Algo de aquel licor fue a mi nariz, sentí también el aroma dulce y agrio, sentí como daba vueltas mi cabeza, pero no dejé de beber hasta que alguien apareció por la puerta.

—Señor —dijo, era una mujer de atuendo extraño con ojos finos y cabello negro recogido. Trabajaba atendiendo las habitaciones durante el día, o al menos era lo que ella nos dijo cuando llegamos. Los tres la miramos y ella se ruborizó con Raven—. Lo que solicito ya esta preparado.

—Gracias —dijo el pirata sin siquiera mirarla—. Marino, revisa esa libreta tan pronto como puedas, partiremos enseguida.

Jet apretó los labios como si el licor no hubiera hecho efecto aún y asintió saliendo de la habitación apresurado y tenso.

Quizás lograba tachar dos o tres islas de la libreta, quizás podía o sabía cuál era solo por leer los nombres en la tercera columna. Tenía esperanzas de que lo hiciera, de que encontremos el refugio y todos sean libres de mí…

—¿Dónde está Baker? —preguntó Raven a mi lado luego de beber más licor.

Encogí los hombros.

—No lo sé. No pasó la noche aquí.

Alzó una ceja.

—Estaban juntos ayer por la noche. Los vi junto a la laguna.

Chasqueé la lengua bebiendo otro poco de la vasija, la noche anterior fue hace muchas noches.

—Volví cuando comenzó la tormenta —dije y saque el papel plegado que tenía entre mis libros. El cartel de recompensa de mi padre. Su mirada de desdén, su uniforme, los labios con esa mueca extraña me siguieron durante la noche con dureza, como si repitiera una y otra vez que era un bueno para nada. Eso me quitó el sueño, me hizo continuar. Tomé una respiración cansada y se lo enseñé—. Encontré esto.

La miró y frunció las cejas.

—Oh.

—¿Qué significa? —pregunté y él negó.

—Nada, niño, tranquilo. —Fingió una sonrisa tranquila y tan idiota que me dieron ganas de darle un puñetazo, y luego me tomó del hombro—. Ve a buscar a Baker, debemos irnos.

Asentí, no quería discutir o terminaría dandole ese estúpido puñetazo por el cansancio.

—Bien —dije y tomé mi bolso—. Llevaré las cosas al barco y luego iré por él con Layla.

—¿Dónde está ella?

Encogí los hombros.

—Dijo que le llevaría comida a la anciana.

Sonó extraño, sonó preocupada, pero no le presté demasiada atención porque el sol comenzó a salir y era más fácil leer junto a la ventana.

—¿Y la niña rara? —insistió Raven.

—No lo sé, fue con Layla, creo.

Dudo un momento, parecía tener algo que decir. Bebió varios tragos más de licor, soltó una mueca mirando al suelo con el rostro crispado, volvió a beber y asintió.

Tomé el bolso con los libros y caminé hacia la puerta. Raven había insistido en que compremos cosas necesarias para el viaje por lo que cargaba también algunas botellas de licor y paquetes de tabaco. También habíamos comprado algo de pan y arroz, agua que Jet dijo que era más necesaria que el alcohol (hubo discusiones por ello), cargamos trigo, carne y pescado, y volvimos al mercado por un poco de ropa porque el frío en el mar era algo que no se podía soportar.

Fue allí donde encontramos a Layla con Sienna, buscando abrigos y vestidos, sombreros, joyas falsas según Sienna y algunas cosas más que no sabía para qué servían. Intenté decirles que era tonto llevar tantas cosas si ibamos estar encerrados en un barco, no tenía sentido porque nadie nos veía y el viaje hacia el refugio estaba cada vez más asegurado, pero Layla me ignoró como otras veces y me recordó algo que Vesper siempre decía, “No intentes decirle a una mujer que hacer, ella ya sabe lo que hará”.



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En el texto hay: boylove, piratas y tesoros, friends to lovers

Editado: 03.12.2024

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