Capítulo 10
Narradora: Rachel Gardener
Todos estos días que he estado en esta casa han sido horribles y ahora comprendo la razón por la cual las personas se iban aterradas de este lugar; pensé que vivir con Ginger y su hija era malo, mas todas las cosas extrañas que suceden hacen que sea peor habitar este lugar. Mi madrastra y Darcy me culpan de todo lo que está pasando en la casa y que esto no se debe a fantasmas como yo había sugerido, sino que lo hago para asustarlas y poder quedarme sola en la casa.
Si se trataba de un fantasma, este se había ensañado conmigo porque todas las cosas me perjudican siempre a mí.
Después de muchos días de llorar debajo de las sábanas, aterrada por los ruidos, las arañas y la oscuridad recordé todo lo que mi papá me contaba cuando era pequeña. Si todo lo que él me había dicho era cierto, entonces no se trataba de un fantasma sino de un duende que quería sacarnos de la casa. Me aterraba pensar en los duendes pero mi papá me hablaba del joven duende que habitaba esta casa, siempre decía que era bueno y diferente a los demás.
Un duende, tenía mucho sentido porque no encontré una respuesta más coherente a lo que estaba pasando. «Cree en los duendes y podrás verlos. Y estarán obligados a concederte un deseo» —Esas eran las palabras que mi padre siempre decía.
Creí que estaba loca al confiar en sus historias pero ahora estaba teniendo mucho sentido, además, la gente del condado siempre ha hablado de un extraño ser que ahuyenta a las personas que desean quedarse en esta casa.
Adler se rio cuando le conté sobre mi loca suposición de que un duende era el causante de todas las cosas extrañas que pasaban, pero al día siguiente me dijo que estuvo investigando sobre los duendes y encajaba con muchas de las cosas que le había contado. Quedamos en que no haría nada hasta que él viniera y pudiéramos buscar una solución al problema (si es que había una). Pero esos planes cambiaron.
Estaba tan molesta por cómo me había tratado Ginger y Darcy que lo que menos deseaba era ser molestada, suficiente ya había tenido en la cocina como para que ahora ni siquiera pudiera conseguir un lugar donde llorar en paz. Viendo hacia los árboles limpié mis lágrimas con rabia, ya estaba cansada del estúpido duende y se lo iba a hacer saber.
Divisé unos ojos azules entre las ramas y a pesar de que una parte de mí quería huir, la otra estaba dominada por la rabia que terminó dirigiendo mi cuerpo. Arrojé la piedra con fuerza, en serio quería matar al desgraciado duende para que me dejara en paz.
Me quedé boquiabierta cuando un joven cayó del árbol y su cuerpo ahora yacía inerte en el suelo.
¿Qué rayos hice?
Corrí hacia el chico, rezando que no lo hubiese matado por mi tonta idea de un duende. La cara del chico estaba cubierta de sangre y odié mi perfecta puntería. La piedra había golpeado su frente y la herida emanaba mucha sangre.
—¿Qué hiciste Rachel? —Exclamé apretando mi cabeza con ambas manos.
Estoy muy asustada, ¿qué se supone que haga? Debo llevarlo a un hospital o puede que muera por mi culpa. Pero no puedo cargarlo hasta el carro yo sola, mejor voy a buscar ayuda.
Dando largas zancadas me dirijo hacia la casa en donde encuentro a Darcy acostada en el sofá de la sala y a su mamá pintando las uñas de sus pies.
—¡Ayúdenme por favor! —ruego desesperada.
—¿Ahora qué quieres? No me digas que sigues con tus cuentos de fantasmas —murmuró Ginger colocando el esmalte de uñas a un lado.
—Creo que se va a morir. Por favor, ayúdenme —declaré tomando a la bruja por un brazo.
—¿Quién? ¿Qué hiciste, idiota? —se puso de pie y al darse cuenta de lo afanada que estaba decidió acompañarme.
Medio corriendo nos dirigimos al lugar en donde había dejado al chico casi muerto. Estoy aterrada, si este chico se muere por mi culpa no me lo voy a perdonar.
—Más te vale que no sea una de tus bromas, niñita —advirtió Ginger mientras me seguía.
Cuando llegamos al lugar no encuentro al chico y no hay rastros de sangre por ningún lugar. Mi madrastra me mira enojada esperando una explicación.
—Te juro que lo dejé aquí tirado —busco por todos lados—. El chico se cayó de ese árbol por mi culpa y la herida en su frente estaba derramando mucha sangre. ¿Dónde está? —Seguí buscando rastros de su paradero pero no hallé nada—. ¿A dónde fue?
Una bofetada de Ginger me hizo detenerme y mirarla. El ardor en mi mejilla hace que me acaricie con mi mano el lugar que ahora debe estar enrojecido y mis ojos llorosos observan la cara enojada de la mujer.
—¿Vas a seguir con tus bromas? —Me gritó—. ¿Estás viendo lo que hiciste? Me trajiste a este lugar para burlarte de mí. Mis uñas se dañaron —señaló sus pies con cierto drama como si se tratara de algo muy valioso.
—Pero es que no es mentira yo…
—Cállate Rachel, antes de que te de otra bofetada —amenazó con su mano levantada.
Me quedo sola observando hacia el bosque, no teniendo una explicación de lo que pasó. Si el chico se fue cómo es que no hay rastros de sangre y ni siquiera veo la piedra que le arrojé. ¿Acaso me estoy volviendo loca?
Han pasado dos días y no he podido entender lo que pasó con el chico del árbol pero desde ese día no ha pasado nada extraño: Nada de pisadas, objetos movidos, ruidos y mucho menos arañas. Lo que sea que haya pasado me ha permitido tener unos días tranquilos, sin embargo, tengo miedo ahora que no pasa nada extraño, es como si me hubiese acostumbrado a que me pasaran cosas malas. Mi teléfono comienza a sonar y me hace apartarme de mis pensamientos.
—Hola, Adler —contesto con voz suave intentando calmar la sensación que él produce dentro de mi pecho.
—Hola, cachorra, quería escuchar tu voz —lo escucho reír entre dientes—. Te he extrañado un montón, ya quiero que comiencen las vacaciones para volver a verte. ¿Me has extrañado?