Rurouni Kenshin
El Tigre y El Dragón
Wingzemon X
Capítulo 18
Duelo de Caballeros
Shanghái, China
21 de Octubre de 1877 (4574 del Calendario Chino)
Todo se sumió en absoluto silencio cuando la voz de Magdalia al fin calló, marcando de esta forma el final de la historia que había estado narrando con tanto cuidado. Luego de ello, lo único que se escuchaba era el sonido que el segundero del reloj de pared hacia al moverse; ya había sonado al menos unas treinta veces sin interrupción, y ninguno decía nada. ¿Esperaba ella acaso que él dijera algo en esos momentos? ¿Alguna opinión, comentario o palabra de apoyo? Si es que acaso el albino tenía en su mente intención alguna de decir algo, no lo demostraba. Desde hace unos minutos atrás, se había volteado hacia otro lado, con sus ojos puestos en la pared, aparentando ignorarla; pero ella sabía que no era así. Sabía que había escuchado claramente cada una de sus palabras, y que tal vez en esos momentos intentaba procesarlo, entenderlo todo.
Magdalia miró hacia el reloj. Había pasado ya más de una hora desde que Enishi entró por la puerta de esa sala, y la mayoría de ese tiempo lo había pasado hablando. Era la primera vez que contaba toda la historia completa, de principio a fin, con todos los detalles; ni siquiera a Shouzo le había dicho todo lo que acababa de decirle a ese hombre. Cuando su hermano y ella hablaban al respecto, se limitaban a ir directo al punto; pero en esa ocasión no fue así.
Luego de un largo rato sin hablar, Magdalia respiró con lentitud y rompió el silencio.
- Luego de eso, mi tío nos llevó a Hong Kong. – Prosiguió la castaña; al parecer aún había un par de cosas más que decir. – Así como aquí, allá los ingleses prácticamente tenían control absoluto del puerto. Ahí pudimos vivir relativamente tranquilos, lejos del odio del gobierno, y del fuego que la revolución erigía. Pero mi hermano nunca olvidó lo ocurrido, ni la promesa que se hizo así mismo aquel día. Mi tío le enseñó el Estilo Hiten Mitsurugi, su estilo de pelea que había aprendido varios años atrás de un hombre en los bosques cercanos a Kyoto. Tenía la esperanza de que este estilo en manos de mi hermano, pudiera ser un arma para defender a nuestro pueblo. No pudimos volver a Shimabara hasta hace un año...
De nuevo calló, y de nuevo por los segundos siguientes pensó que Enishi seguiría indiferente a ella. Sin embargo, algo surgió abruptamente de sus labios...
- ¿Así que es sólo eso? – Murmuró en voz baja sin hacer el menor ademán de virar su mirada hacia ella.
Magdalia se sobresaltó sorprendida, y hasta algo molesta por lo que acababa de escuchar.
- ¿Qué quieres decir con "sólo eso"?
El pie de Enishi se movía ligeramente contra el suelo. ¿Era caso una señal de nervios?, ¿de incomodidad tal vez? Con una mano se subió por completo sus anteojos, e inclinó la cabeza al frente dejando que su fleco le cubriera el rostro, casi como si temiera que ella le viera los ojos de alguna forma.
- No me malinterpretes. – Susurró en voz baja. – No digo que lo que te pasó no haya sido horrible... Lo fue, sin duda. Tampoco digo que haya sido peor o mejor que... Lo que me pasó a mí...
Hubo una pequeña pausa, misma que Magdalia utilizó para intentar entender. ¿Estaba admitiendo acaso qué sí le había pasado algo?, ¿pese a qué lo había negado tan enérgicamente justo antes de que empezara su historia?
- Pero...
Algo en la conducta de Enishi cambió drásticamente. Su voz tembló, y pudo notar como sus manos se aferraban a su silla con fuerza, tanta que sus dedos emblanquecieron; sus hombros también temblaban. Todos esos ademanes le resultaron familiares, al igual que el aire denso que empezó a cubrirlo. Ya lo había visto antes: aquella noche en el restaurante.
- Al menos luego de todas esas cosas horribles que sufriste... no estuviste sola...
Magdalia se sorprendió mucho al oírlo decir eso, pero poca oportunidad tuvo de refutar, pues él no esperó nada para al fin voltear a verla y hacerle desistir de decir cualquier cosa que tuviera en la mente. Sus ojos turquesa se asomaban un poco sobre el arco de sus lentes oscuros, brillando entre las sombras que creaban sus cabellos blancos. Su mirada era igual a la que había tenido aquella noche: llena de rabia, y también de confusión.
- Sí, perdiste a tu familia, tu hogar, todo tu mundo... Pero al menos siempre tuviste a tu hermano y a tu tío a tu lado para cuidarte, ¿o no? Nunca estuviste sola... Ni tuviste que hacer hasta lo imposible para sobrevivir. Siempre tuviste a alguien a tu lado que te hiciera pensar aunque sea un instante en algo que no fuera... El odio... El rencor... Los deseos de... Venganza. ¿Crees que por tener un pasado doloroso somos iguales? No, lo que nos hubiera hecho ser iguales sería el cómo lidiamos con él justo después de lo ocurrido... Así que no me vengas a decir que me entiendes, ¡por qué no tienes ni idea de lo que he sufrido...! No tienes idea de las cosas que he tenido que hacer o lo que he visto. ¡Nunca me entenderías ni un millón de años!, ¡¿me oíste bien?!