El titán de Varsovia

EL KARMA NACIÓ CON ÉL

Uno: cada cosa con un nombre y cada nombre en su lugar.

Dos: el tiempo no se mide con vida, se mide con muerte.

Y siempre hacia adelante, nunca hacia atrás.

Tres: no existen copias. La naturaleza es perfecta, precisamente porque no lo es.

 

Facción del norte, 1764

La líder odiaba su nombre. Su madre decidió llamarla como el color de la única cosa que no podía y quería entender en ese mundo. «Celeste» significa que pertenece al cielo, pero ella nunca se sintió merecedora del concepto tan ambiguo que representaba su propio nombre.

Su vida entera era un infierno. A donde quiera que mirara había crueldad, sed de sangre y guerra, instintos y emociones imposibles de aplacar. Las acciones de cada criatura a su alrededor la convertían en un ciervo más de la naturaleza.

Vida y muerte.

Bondad y maldad.

Para la naturaleza no hay extremos, aunque alguna fuerza sobrenatural se empeñe en ponerlos. Celeste lo sabía mejor que nadie porque debajo de sus instalaciones habitaba algo que desafiaba cualquier límite. No se sentía culpable por mantenerlo allí, aunque la voz de su conciencia se empeñara en recordárselo. ¿Quién decide qué está bien o mal? ¿Karma? ¿Quién se encarga de repartir eso? ¿Alguien le ha dicho a la muerte alguna vez quién se merece morir y quién no?

Ese mundo asqueroso en el que vivía no podía escupirla más de lo que ya lo había hecho y ella estaba dispuesta a abandonarlo de buena gana. Cada noche soñaba con eso. ¿Será rápido? ¿Me harán sufrir en mis últimos momentos? ¿Estaré aún más sola?

Hubiera preferido eso. Hubiera preferido mil veces que sus pecados se quedaran con ella, pero ahora no podía hacer otra cosa que presenciar con impotencia la escena frente a sus ojos.

El titán debió buscarla a ella, pero no lo hizo, y fue por sus cazadores. Él estaba cumpliendo su amenaza.

Líder, ¿qué es lo que más miedo te da?

Eso le había preguntado detrás de los barrotes de su celda, y aunque ella no le contestó, él dedujo la respuesta con facilidad.

Sus cazadores.

Celeste pensó que no tendría que preocuparse por el titán nunca más, pero ese perro no ladró en vano. Al contrario, le hincó los dientes y se negó a soltarla.

Resultó que sí había karma.

Resultó que sí había alguien que se encargaba de repartirlo.

Se había preocupado por una muerte dolorosa, pero, en realidad, lo que debió preocuparle desde el inicio eran sus cazadores.

Si lo hubiera hecho, las cosas hubieran sido muy distintas.

Hubiera podido morir en paz.

************

La facción del norte era la única cuyas instalaciones parecían un lugar para humanos desequilibrados, lo cual hacía la situación aún más aterradora. Los pasillos parecían ser interminables, sobre todo cuando el objetivo era escapar.

La mano derecha de Celeste, el cazador número uno del norte, se llamaba King. Sus padres pensaron que el nombre le traería suerte y que gobernaría a todas las criaturas, pero nunca tuvo algo como eso. En vez de un reino, King obtuvo una compañera y con eso ya se sentía un rey.

«¿Qué hará cuando yo muera?», pensaba preocupado. Lo que sea que decidiera hacer su compañera, dependerá de su último esfuerzo.

King caminaba con un muñón de brazo a cada lado y hacía grandes esfuerzos para mantenerse consciente. El titán se los había arrancado en medio de la pelea, y ahora solo era un torso andante con la cabeza sobre los hombros.

Las criaturas se recuperan con más rapidez que un ser humano, pero la falta de extremidades superiores no era su única preocupación. Huyó del titán porque no le quedaba más remedio, y porque tenía un plan en mente que requería conservar su vida un poco más. Y cuando creyó que se había librado de él, las antorchas del largo pasillo por el que había caminado en su huida comenzaron a apagarse, anunciando su presencia.

A cada paso que el titán daba, una sombra lo seguía de cerca, engulléndolo todo.

El titán de Varsovia tenía un poco más de dos metros de puro músculo y llevaba su largo cabello rojizo suelto hasta la mitad de la espalda. Sus ojos, del mismo color de su cabello, le recordaban al mismísimo diablo y, a pesar de que no tenía colmillos, la imaginación atrofiada de King —inundada por el miedo— podía evocarlos a la perfección. La presencia del titán era absorbente y la realidad se encogía a su alrededor. King sentía que el tiempo también se veía afectado cuando estaba cerca.

—Siempre salen huyendo, pero pensé que contigo sería diferente, cazador de primera división. —El titán se burlaba de él, agitando los brazos que le había arrancado como si fueran bastones festivos.

—Tengo instinto de supervivencia…

—No me digas eso si no te estás meando en los pantalones —respondió con una sonrisa tétrica—. Tienes agallas, úsalas.

King no podía olvidar la imagen de sus camaradas, los cazadores que corrieron a ayudarlo cuando el desastre se desató. Todos ellos perdieron algo, alguna parte del cuerpo que el titán también había perdido en el pasado. Sorprendentemente, esa criatura había cumplido su promesa de venganza. Ojo por ojo.



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En el texto hay: rey, brujas, dramas y magia

Editado: 27.11.2023

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