El titán de Varsovia

AQUÍ PONE PELIGRO

Bélgica observa a su jefe como si estudiara a un animal exótico que no puede tocar. Oleg Yasikov la pone nerviosa, pero eso no es una novedad. Antes de la llegada de la señora Yamamoto, Bélgica se pasaba los días observando al hombre con la mirada imponente y carácter aguerrido que tenía como jefe, intentando que el corazón no escapara de su pecho en todo momento. El efecto no ha cambiado demasiado.

Cada vez que él la mira es como si clavara sus pies al suelo. La obliga a enderezar la espalda y aguantar la respiración. Yasikov no la intimida. No es como si Bélgica se sintiera más pequeña o débil cada vez que él está cerca. Al contrario, él la hace más consciente de su propio cuerpo, porque su presencia le provoca una corriente eléctrica que la recorre por completo. Y cuando la hace enfadar, Bélgica manifiesta un lado de su personalidad que no sabía que tenía. Junne la aplaudiría si pudiera verla.

Yasikov no la hace sentir acomplejada, sus retos avivan su fuerza. Es una respuesta involuntaria y sorprendente.

Yasikov tiene rasgos que no encajan con una belleza masculina idealizada. Tiene ojos oscuros, acompañados de una mirada pesada. Tiene una barbilla fuerte con poca barba que enmarca la parte inferior de su rostro, dándole un aspecto más rudo. Hombros fuertes, espalda ancha y pasos decididos. Cada vez que entra en una habitación, es como si todo su cuerpo gritara «¡Aquí estoy!».

No es el primer hombre atractivo con el que se topa, pero tiene un aura aplastante imposible de ignorar.

Entiende que las secretarias de presidencia no puedan mantenerse alejadas de él, pero Bélgica no está dispuesta a seguir el mismo camino. Todo en Yasikov grita peligro y su única aliada en esa empresa ya le había advertido sobre ese efecto. Como si el desastre no fuera suficiente para darse cabezazos contra la pared, la culpa también se hacía presente después.

Ni hablar. Ha decidido esquivar su mirada tanto como sea posible, aunque eso signifique tener que mirar el techo todo el tiempo.

—¡Bélgica!

Y hablando del rey de roma, Yasikov se acerca a su escritorio con su teléfono en una mano y una carpeta en la otra.

—¿Sí, señor?

—Antonov debe venir aquí hoy. Prepara la propuesta que tenía para él y, por favor, no lo dejes tomar el control de la situación —ordena él, colocando la carpeta sobre su escritorio.

—¿A qué se refiere?

—Simple. —Yasikov sonríe de forma espeluznante—. Si intenta darte ese estúpido pretexto de que está ocupado, le dirás que voy a romperle la cara si no se presenta aquí. Y lo mismo aplica si te dice que enviará a su asistente para suplirlo. ¡No dejes que crea que puede desperdiciar mi tiempo!

«¿Qué?». Bélgica lo observa como si le hubiera salido otra cabeza.

—¿Estamos hablando del mismo Antonov, señor?

—Yo creo que sí. ¿Conoces a otro arrogante magnate del petróleo que se apellide Antonov?

—Creo que no…

—Genial.

«Y hablando de hombres arrogantes…».

—¡No puedo decirle esas cosas! —Se pone nerviosa solo de pensarlo.

—Antonov me conoce muy bien —explica satisfecho—. No se enfadará contigo por amenazarlo, pero sabrá que no estoy jugando y con eso me basta.

Sonríe con inquietante tranquilidad e ingresa en su oficina. En ese instante, Bélgica se dispone a cumplir sus órdenes. Horas después, luego de una jornada intensa de trabajo y la visita del señor Antonov, Bélgica mueve el cuello de un lado a otro, adolorida. Pero no afloja el paso en su trabajo.

Cuando Yasikov salió de su oficina con intenciones de irse a casa, se encontró a su asistente dando cabezadas frente al computador.

—¿Se puede saber por qué sigues aquí?

—¿Ya se va?

—Bueno, me encantaría quedarme a dormir en el sillón de mi oficina, pero me temo que no quepo —responde sarcástico.

—Claro que no —Le da la razón distraída y empieza a recoger sus pertenencias.

—¿Estabas esperando a que me fuera para hacer lo mismo?

—Quería adelantar tanto trabajo como fuera posible —responde Bélgica aclarando su voz—. No quiero que se acumule.

—¿Te hago trabajar demasiado?

—No, señor.

—No cualquiera puede seguirme el ritmo, Bélgica. No estás acostumbrada y no toleraré ningún error.

—¡No he cometido ningún error! —Levanta la voz de forma inconsciente. A Yasikov le hace gracia.

—Todavía no, pero no creas que he olvidado como metías la pata todos los días en tu anterior cargo, y cómo te defendía Junne. Que hayas hecho un buen trabajo hasta ahora solo significa que Hannah era un amor, pero yo no soy como ella.

«¿Qué se supone que significa eso?».

De repente, Bélgica recuerda a Selena: esa mujer hermosa de piernas largas y estilizadas que lucía vestidos de diseñador con esa actitud engreída que tanto le molestaba. La misma mujer que salía del despacho de Yasikov con una sonrisa de satisfacción después de encerrarse con él.



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En el texto hay: rey, brujas, dramas y magia

Editado: 27.11.2023

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