Había una nueva protagonista en los recuerdos del ruso…
Pasaron dos semanas desde que Junne y Bélgica se pusieron al día con los detalles de sus vidas —al menos por parte de Bélgica—, pero el humor de Yasikov no mejoró. Al contrario, el tiempo empeoraba su estado anímico.
En algún punto, el aroma corporal de Bélgica le dio un aviso. Estaba a punto de entrar en esa etapa irritante del mes donde los hombres como él también sufren. Las criaturas tienen todos sus sentidos potenciados, y, aunque antes podía ignorar procesos biológicos como ese, para Yasikov ya no era tan sencillo.
No desde que descubrió que su asistente lo ponía de malas sin proponérselo.
Sí, ella no tenía la culpa de su enfado, pero ya había dejado claro que no lo quería cerca. Pues bien, él tampoco. Por eso la envió a casa una semana entera en cuanto se dio cuenta de a dónde se dirigía su ciclo. Su menstruación era tan natural como los instintos animales que las criaturas intentan reprimir todos los días. Y ese era justamente el problema.
Yasikov apenas podía contenerse la mayor parte del tiempo, no necesitaba una razón adicional para perder la cabeza.
Por caprichos de la vida —o de su destino, que se empeña en ponerla a prueba— Bélgica debía retornar al trabajo, y no para las actividades habituales. Yasikov tenía una cena de negocios y, como es de esperarse, su asistente debía acompañarlo.
De nuevo, los nervios de Yasikov no estaban por la labor y esa vez era porque Bélgica se negaba a acompañarlo.
—¿Esperas que vaya solo? ¿Qué piensas que te haré si me acompañas? —preguntó Yasikov enojado.
—No se trata de eso —aseguró con rapidez—. Tengo un problemita.
—¿Médico?
—Tal vez —respondió con poca seguridad.
—Si no puedes asegurar nada, no te permito que te zafes de esto —dijo autoritario.
—¿Va a amenazarme con despedirme si no voy?
—¿Es necesario? —Yasikov resopla burlón—. Te di una semana libre, ¿quieres otra?
—¡Yo jamás dije que…!
—Pasaré a buscarte sobre las siete. Si no estás lista, te despediré. —Se dirigió a la puerta y salió de la oficina.
Bélgica se disponía a hacer lo mismo mientras murmuraba:
—Pero no es una simple cena de negocios. Es un cóctel.
—Es justo por eso que no pienso ir solo —dijo él en voz alta para que pudiera escucharlo desde el otro lado del pasillo.
«Qué oído».
¿Era posible dar más vueltas?
Bélgica se cruzó de brazos frente al pequeño calendario pegado con cinta adhesiva al costado de su biblioteca.
—¿Tiene que ser ahora? —preguntó para sí misma.
Su período se había presentado algunos días atrás y estaba en pausa por el momento. ¿Por qué? La mujer tenía ciclos irregulares, acompañados de mayor dolor y un sangrado abundante en contadas ocasiones; síntomas que eran producto de un fibroma uterino.
Bélgica tenía la sensación de que el señor Oleg comenzaba a prescindir de sus servicios cuando le dio esa semana libre, sin ninguna razón aparente. Sin embargo, agradeció de buena gana poder retorcerse del dolor en su cama, bajo las mantas, y no frente a una computadora de escritorio.
Después la llamó para decirle que la necesitaba en un evento de negocios, y en vez de sentirse aliviada porque aún conservaba su trabajo, Bélgica se lamentaba por lo inoportuno que era.
Tenía mucha curiosidad por esa clase de eventos; jamás había asistido a uno. Empresarios de la talla de Oleg se reunirían para exponer sus avances en el mercado, ¿por qué no presumir de sus vidas también? Yasikov le dijo que todos eran igual de insoportables que él. Fue una advertencia, pero en su momento pensó que no le importaría verlo de primera mano.
Ahora ya no estaba tan segura.
«Solo será esta noche», se repetía una y otra vez.
En su armario había un bonito vestido de color negro con sutiles detalles plateados en los hombros. Antes no había tenido oportunidad de usarlo; lo compró porque le hacía ilusión imaginarlo sobre su cuerpo, y el vestido parecía pedirle a gritos que lo llevara a casa. Peinó su cabello de forma sencilla, recogiéndolo en un moño suave, con rizos delicados que caían libremente.
El vestido acariciaba su piel como imaginó que lo haría. Era un poco abultado en la parte de atrás como parte de su diseño, sin llegar a ser demasiado. En la parte superior tenía un bonito escote que para nada pretendía ser vulgar. Y la tela bajo su cintura caía con gracia, enseñando parte de sus muslos cuando caminaba. Admiró su imagen en el espejo y sonrió con lo bien que le quedaba el maquillaje.
El señor Oleg llegó justo a tiempo por ella. Antes de bajar la escalera y dirigirse a la entrada, Bélgica acarició su vientre y prestó mucha atención a cualquier incomodidad que pudiera presentarse. Respiró hondo al no sentir molestia alguna, y aun así iba preparada.
Editado: 27.11.2023