El Trono de Huesos

Octavo hechizo: Purple

Dolores despertó, y como ya le era costumbre, se preparó para desayunar con su maestro, aunque al salir de su habitación y ver el comedor, no lo encontró, sólo a su desayuno, por lo que se dispuso a comer de él pensando que posiblemente Radimir llegaría en cualquier momento, mas nunca lo hizo. La chica comió todo sola, lavó su plato y regresó a sentarse frente a la mesa, preocupada.

Luego de unos minutos más, la chica se puso de pie y salió de la tienda de campaña mágica, donde pudo notar que su maestro se hallaba entre las imponentes rocas de la zona en donde practicaban magia, aparentemente esperándola para continuar.

Con algo de dificultad, la aprendiz llegó hasta el sitio, azotados ambos por el poderoso viento marino, escuchadas las olas chocar a la orilla violentamente, a la par que ambos se hallaban a menos de dos metros el uno del otro, dada la espalda a Dolores por parte del mago.

—Estoy lista, maestro —denotó la chica, cosa que hizo sonreír al mago, para pronto darse la vuelta y verla tiernamente a los ojos, notada su expresión estoica.

—Lo sé, pero antes me gustaría hablar de lo que me sucedió en Ttetain —explicó el hombre, algo que confundió a su alumna, más porque se sentó ahí mismo, invitada la adolescente a hacer lo mismo—. Sólo por esta ocasión haremos las cosas diferentes. Te voy a contar todo lo que ocurrió en mi mundo luego de que pudimos reunirnos con la gente de Sylas, mi gente también. No obstante, me temo que es la parte de la historia que de verdad quería evitar al final. Espero que tu idea de mí no cambie por nada del mundo esta vez —dicho eso, Dolores sólo atinó a asentir para que el hombre continuara contando lo que había ocurrido hace ya tanto tiempo. Algo que provocó una terrible vergüenza en el mago.

La historia de Sylas fue muy diferente a la mía. Mientras yo fui enviado a casa de Mikelhabarus a aprender a ser un mago, el Dios de la forja se creó un avatar y entrenó personalmente a Sylas, quien estuvo en formación estos tres años igual que yo, listo ahora para pelear en contra de las injusticias de este mundo.

El hombre viajó por todo el mundo reclutando personas, y aunque no éramos un grupo muy grande, teníamos el poder suficiente para derribar naciones. Nadie en el mundo poseía magia más que nosotros y estábamos listos para nuestro primer asalto.

Nos aliamos por obvias razones, queríamos lo mismo y estábamos más que dispuestos a pelear por nuestros hermanos caídos, por Devotha, como por muchos otros. Así que planeamos una forma de tratar de hacerlo todo de manera pacífica en mi país de origen primero, para luego extendernos al mundo entero. De no poder haber una forma no violenta de hacer las cosas, nos pasaríamos a la guerra, y nadie vacilaba sobre la idea. Había muchos ganosos de obtener venganza, y aunque era justo, defendí la postura que Mikel me enseñó.

—Escuchen, por favor —pedí al subirme a un pequeño estrado, reunidos absolutamente todas las personas de nuestra comunidad, tanto magos como los ahora nombrados «genios»—. El día de mañana trataremos de pedir las cosas por la paz. Vamos a mostrar que no somos sádicos como ellos lo han dejado muy claro ser. No vamos a tomar el poder con fuerza, porque no somos, ni por asomo, similares a estos monstruos. No obstante, si se niegan a responder, me temo que deberemos hacerlo. Entraremos en guerra —muchas personas comenzaron a parlotear en un sentido de emoción, felices, lo que me generó disgusto, así que di un zapatazo al suelo, acción que generó un ruido incomodo que hizo a todos callar—. La guerra no es algo por lo que debemos emocionarnos. Muchísimas vidas se pierden durante dicho acto, tanto del enemigo como nuestras. El conflicto bélico es una estupidez, un fallo en la diplomacia y una cobarde respuesta de aquellos que tienen poder para resolver las cosas a consta de la vida de los demás. Querer guerra es no tener empatía, es no poseer un corazón. A la guerra no sólo van personas malvadas, envían gente buena, jóvenes, hasta a veces niños. Es horrible ver toda la sangre y muerte que se extiende a lo largo y ancho de los campos de batalla. Es increíblemente doloroso escuchar el lamento de miles de familias que pierden a sus seres queridos. La guerra es una mierda, pero a veces, es necesaria —al regañarlos, todos agacharon sus cabezas, apenados, hasta que dije eso último, pues me vieron a los ojos, impresionados—. No debemos asustarnos, no podemos cansarnos y no vamos a detenernos. Si deciden pelear, les daremos un golpe tan fuerte que desearán rendirse de inmediato. Debemos darles lo que nos han estado suministrando siempre: terror. Si lo hacemos bien, no tendremos que derramar tanta sangre y obtendremos lo que se nos arrebató, lo que nos pertenece por derecho. ¡Obtendremos libertad! —Al decir eso, todos aplaudieron y aullaron en fervor a la batalla por un mejor mañana, continuado el discurso por Sylas.

—Radimir Astrophet es sin dudas un buen hombre. Inteligente, carismático, poderoso y muy apuesto —al decir eso, las personas de la comunidad de genios comenzaron a aullar, cosa que me hizo girar los ojos de momento, mientras Sylas se sonrojó un poco—. ¡Ya guarden silencio! Es sólo un cumplido para un gran compañero y espero también amigo.  Todos nosotros, aquí y ahora, debemos ser eso: amigos y compañeros de batalla. El día de mañana posiblemente tendremos que volvernos soldados, pelearemos en contra de quienes nos han estado aterrorizando, por lo que quiero que se vean todos, los unos a los otros —eso hizo que los presentes se observaran con curiosidad, extrañados—. ¡Recuerden esos rostros! ¡Recuerden bien a sus hermanos y hermanas! Nuestra revolución comenzará pronto y son estás caras las que escribirán la historia, las que lucharán por nuestra libertad, las personas que pasarán a la historia como el batallón divino del Dios de la forja. Yo, Sylas Denali, destruiré a la sociedad que nos reprime y construiré un lugar donde las nuevas generaciones puedan ser ellas mismas sin importar a quien deseen amar, sin temor a decir quienes son. ¡El mañana es nuestro gran futuro! —Todos gritaron ante lo dicho por Sylas, quien estaba más que emocionado por dar inicio a nuestro plan, algo que, en lo personal, me tenía un tanto asustado.




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