—Sé que suena raro y entiendo que todos ustedes deben estarse preguntando las razones detrás de esta petición, pero les aseguro, de corazón, que lo hacemos por su seguridad. La armada de Thenejad viene en camino hacia esta ciudad y cobrará tantas vidas como pueda. Nadie saldrá vivo si se quedan. Deben huir hasta que el conflicto sea detenido. Por favor, es nuestra única esperanza de salvarnos —mencionaba Dolores por medio de la televisión, radio y en diferentes lugares públicos para tratar de evacuar a la mayor cantidad de personas de su ciudad, todo en favor de evitar que mueran a causa de la batalla entre Radimir y Thana.
—Es difícil de creer, pero los medios nos ocultan el avance de las fuerzas de la reina bruja. Si no nos vamos, moriremos. No se queden atrás y huyan por su bien —mencionaba Dalia en otro sitio al tratar de convencer a la comunidad.
—He vivido lo suficiente como para saber cuándo la situación es de riesgo. Sé que mover enfermos y ancianos cómo yo es complicado, pero debemos valorar primero nuestras vidas que las comodidades de ésta —admitía la madre de Tomás, en un hospital, acompañada de su hijo.
—No me voy a rendir. ¡Quiero sobrevivir! Por eso dejaré atrás esta ciudad y volveré cuando las cosas hayan mejorado. Suena peligroso, terrible y horroroso, pero a veces así las cosas deben ser. Estoy con ustedes —terminó Daniela, convencidos la mayoría de los miembros de una comunidad pequeña en abandonar en la proximidad sus hogares.
Gracias a los esfuerzos de los amigos del mago, la mayoría de las personas que residían alrededor del hogar de éste comenzaron a irse de inmediato. Algunos sólo hicieron sus maletas para estar listos el día posterior y otros pocos se quedaron tranquilos, no creyendo que la muerte, casi de manera literal, les estaba pisando los talones.
Radimir, por su parte, descansaba en casa para reponer fuerzas, acompañado de Erick y Sarutobi que le cuidaban y hacían compañía por el momento.
—¿Cree que la ciudad entera vaya a caer? —cuestionó el muchacho, algo que hizo suspirar al mago, quien bebía de una copa un vino blanco.
—Es muy probable. Los poderes de Thana son impresionantes. Lo sé porque ella es la dama de la muerte, la bruja más peligrosa que se haya visto jamás en el universo entero. Nuestro encuentro podría destruir toda la zona metropolitana. Incluso ustedes están en peligro, deberían…
—¡No! —tajó Erick, molesto y sin ver al adulto—. No abandonaremos este hogar, Radimir. Metete eso en la cabeza de una buena vez. Dol nos llevará lejos si pierdes, pero no dejaremos solos a Saru y Angie. No tenemos a donde ir —confesó el chico, apenado, sujeta su mano por el hombre.
—Ésta siempre será tu casa, Erick. No lo olvides. —Lo dicho por el mago provocó lágrimas en el joven, lanzado a los brazos del anfitrión para recibir un abrazo de éste, tranquilo y orgulloso del adolescente.
Al atardecer, Dolores y compañía regresaron, exitosos en su labor. Al verlos, fueron recibidos de manera cálida por quienes permanecieron en la casa, servida la comida y agradecidas las atenciones con mucho jubilo, a pesar de todos encontrarse agotados por lo hecho.
En la cena, se habló que la gran mayoría abandonaría la ciudad, tranquilo el mago de escuchar aquello, notados rostros tristes en sus invitados y aprendices.
—Quiero disculparme con todos ustedes —mencionó Radimir antes de continuar comiendo, impresionados los presentes al oír dichas palabras.
—¿Por qué, maestro? —preguntó Dolores, extrañada.
—Naerke no es un mundo perfecto ni por asomo. Hay muchas cosas en este lugar que sé pueden mejorar, mas eso no significa que merezca un destino tan horrible cómo el que le hemos preparado desde hace ya casi cinco años. Rada, Zondra, Jessenya, Thana y yo somos responsables de la muerte de muchísima gente, de catástrofes y desbalance que ha habido en su mundo. Tanto así, que nuestra influencia cambió la historia por completo, además de definir el futuro de su mundo entero en unas horas más. Fuimos muy egoístas en aceptar el desafío de la Diosa sin tomar en consideración las vidas aquí presentes, en todo lo malo que acarrearíamos a su mundo por sólo habitarlo. Lo siento por arruinar su paz y vidas. —Todo aquello dejó pasmado a los presentes, pues Radimir tenía mucha razón. El torneo de los usuarios de la magia, como ellos lo llamaban, era una estupidez y simple capricho de la Diosa de fuego. Tanto así que ya se había cobrado múltiples vidas y faltaban más todavía.
Se sabía que, gracias al caos que ocasionará el último duelo, más gente lo perderá todo, justo cómo fue luego del enfrentamiento contra Jessenya, en donde un montón de personas se quedó sin su hogar y todos sus bienes, dejados en la pobreza de un día para otro.
Las batallas no traían nada bueno, y el mago sabía a la perfección que esta última no sería, ni por asomo, la excepción a ello.
—No, señor Radimir. No se disculpe, se lo prohíbo —comentó Daniela. Dicha parecía un tanto molesta—. De no haber sido por usted, no sé dónde me encontraría. Continuaría atrapada por mis tontos pensamientos antiguos, maltratada y usada por mi esposo, ciega de los abusos y maltratos que yo misma ocasionaba a mi hija, Dolores. Gracias a usted, a su fuerza e inteligencia que ha podido proyectar en mi pequeña, mi vida tomó un camino correcto por el cual me he logrado redimir poco a poco. Sé que me falta mucho, pero paso a paso, estoy segura que encontraré la paz que tanto anhelo, y todo es gracias a usted. Siéntase orgulloso de lo mucho que nos ha ayudado —explicó Daniela, impresionados los presentes a su alrededor.
El rostro de Radimir pasó de ser uno de impresión a otro de compasión y agradecimiento, escuchados los gimoteos de Dolores por lo que dijo su madre, sujetas sus manos en forma de agradecimiento.
—Estoy muy agradecido por las dulces palabras que me dedicó. Por lo que han hecho por mí. Me abrieron su corazón y me dejaron ayudarles tanto cómo pude. Tengan por seguro que, pase lo que pase, llevo en mi corazón y a Naerke muy presente en mi alma. Los recuerdos que formé aquí son algo que atesoro muchísimo, y prometo que daré todo de mí para salir victorioso de este combate y salvar Naerke, el hogar de mi primer aprendiz de mago, Dolores. —Lo declarado llenó de orgullo a la chica, para luego retomar la palabra su madre.