En el corazón de la caverna sombría, la esfera de energía oscura pulsaba con una malevolencia propia, conteniendo a Leonel en su centro. El adolescente, atrapado en su interior, se encontraba al borde de la locura, debido a que su mente estaba consumida por el dolor físico que padecía.
Su cuerpo yacía suspendido, su respiración entrecortada y errática como el susurro de hojas secas en un viento invernal.
Cada intento de movimiento era un rayo de dolor que lo atravesaba, una tormenta se tortura que lo mantenía prisionero en un abismo de sufrimiento. Sus pensamientos eran fragmentos dispersos, recuerdos de momentos felices que se desvanecían bajo las sombras del tormento.
¿Por qué debo padecer tanto dolor? ¿Acaso es mi destino?
Pensaba Leonel con gran pesar e impotencia. Luzbel, dentro suyo, también sentía cada punzada de agonía. Los recuerdos de su caída y el castigo de Dios eran como sombras de su mente, reviviendo la furia y el desamparo que lo arrojaron a las profundidades. Cada latido de dolor era una remembranza de su antigua gloria y su trágica perdición.
Leonel resiste, no podemos dejarnos vencer por esto.
En tanto, el enemigo, un figura oscura envuelta en su capa de maldad, se deleitaba en su triunfo. Sentía que la victoria estaba al alcance de su mano, en cuestión de instantes podría aborver a Luzbel y así obtener su grandioso poder.
Finalmente el poder de Luzbel será mío, con su fuerza, no solo enfrentaré a belial sino que también tomaré su lugar.
Aquellos pensamientos sombríos se centraban en sus oscuros deseos. Imaginaba el poder que al fin tendría, la capacidad de subyugar a todos los que se interpusieron en su camino. La crueldad lo embriagaba, su deleite en la tortura de su prisionero solo aumentaba con cada gemido de Leonel.
- Disfruta de tus últimos momentos Luzbel. Pronto tu esencia será mía y tú sufrimiento habrá sido en vano.
El dolor que le inflingia era una manifestación de su deseo de poder, cada tortura una expresión de su ambición desmedida. Mientras Leonel gemía, el enemigo sonreía con una satisfacción perversa.
Justo en ese momento la entrada de la sala se iluminó con una luz pura y cegadora. Miguel y Rafael llegaron,sus alas desplegadas y sus rostros llenos de determinación. La presencia de los arcángeles era una ráfaga de esperanza en la oscuridad mas profunda.
- ¡Suelta a mi hermano! - expresó Miguel
Rafael con sus alas blancas y rosadas brillando intensamente, se lanzó al ataque. Sus movimientos eran una danza de Luz, cada golpe una explosión de pureza que empujaba hacia atrás a la oscuridad. Miguel, con la furia de un relámpago, se unió a la batalla, su luz dorada cortando a través de las sombras.
- No te dejaremos tener a Luzbel. Es el fin de tu reinado del terror - expresó Rafael.
La batalla fue feroz, una sinfonía de luz y oscuridad que resonaba en la caverna. Cada golpe de los arcángeles era un rayo de esperanza, cada defensa del enemigo una sombra de desesperación. La caverna misma temblaba ante el poder desplegado.
- ¡No podrán detenerme! ¡El poder de Luzbel será mío!
Pero los arcángeles eran una fuerza imparable. Rafael con un golpe final lleno de luz pura, desintegró las defensas del enemigo dejándolo vulnerable.
- Esto es por mi hermano
Con una explosión de luz dorada, Miguel lanzó al enemigo contra la pared de la caverna, su cuerpo desintegrándose en la pureza del resplandor. Pero antes de desaparecer, el enemigo ejecutó una última maldad. Con un gesto final, envió la esfera oscura que contenía a Leonel a otro sitio dimensional, un lugar o festado por demonios poderosos.
- ¡Si no puedo tener su poder, que sufra en el infierno!
La esfera oscura desapareció, llevándose a Leonel y a Luzbel a una dimensión de caos y maldad. Rafael, sintiendo el peso de su breve estancia en la Tierra, sabía que su tiempo había terminado.
- Miguel, debo regresar al cielo. Perdón, descuida. Seguiré ayudándote.
Miguel asintió, su rostro mostrando tanto gratitud como tristeza. Rafael, con un último resplandor de luz celestial, desapareció, su escencia regresando al cielo.
- Gracias Rafael, no olvidaremos tu ayuda.
Miguel, ahora agotado, volvió al interior de Adriel, sabiendo que necesitaba descansar para recuperar energías. Adriel, sintiendo el control regresar a él, se levantó con una determinación renovada.
- No dejaré que mi hermano sufra solo. Lo traeré de vuelta y cumpliremos nuestra misión.
Con la ayuda de los arcángeles, Adriel abrió un portal a la otra dimensión. La entrada brillaba con una luz etérea, un camino hacia un mundo de oscuridad y demonios. Sin dudar, Adriel se adentró en el portal, desapareciendo del sitio, decidido a salvar a Leonel y Luzbel.
Y así mientras Adriel se adentraba hacia el corazón de la oscuridad, su determinación brillaba con una intensidad más fuerte y firme que nunca. En tanto Leonel yacía en un estado de semiconciencia conociendo mejor a Luzbel ya que podía ver sus recuerdos perfectamente.