Aunque su cabeza no dejaba de darle vueltas al asunto, su día de trabajo fue normal. Al terminar su horario, pensó muy seriamente la idea de ir a aquella cena y plantearle la verdad a la arpía de su novia.
Pero su cabeza comenzó a torturarlo. Aquella parte de él que esa chica había hecho olvidar, aquel Nick que fue en su pasado volvía a atormentarlo. Las voces en su cabeza comenzaban a sonar mas fuerte de lo que lo hacían años atrás. Su pulso se aceleraba mientras las voces le ordenaban hacer cosas que él claramente no podría.
La idea de ver a su novia en el restaurante que reservó, cayó al suelo mientras conducía a casa, diciéndose a sí mismo que no le haría caso a aquellas voces, no, él no lo haría.
Al llegar a su casa, ella no estaba ahí, pues claro, estaba con el otro, como tantas veces en el último año, con la diferencia de que esta vez, él sabía la verdad.
Tomó unas cinco pastillas para la maldita enfermedad que lo poseía. Sin embargo, las voces no cesaban, le obligaban a ser lo que hace tiempo había dejado atrás. Aquel chico loco que hacía lo que esas extrañas voces decían, ese chico que aparecía con sangre en sus manos y ni siquiera sabía cómo se había hecho los cortes, aquella doble personalidad que no le permitía saber que hacía con él, su "otro yo"
Aquella estúpida chica había sido quien lo ayudó. Pues cuando el verdadero Nick permanecía feliz, el otro sádico no tenía la oportunidad de aparecer, y puesto que estos años el había sido malditamente feliz con su Rose, él consideraba a la chica como la salvación a todos los problemas familiares que él había provocado.
Sus padres, quienes siempre juraron amarse, se separaron por culpa de la enfermedad del chico. Años atrás, cuando la enfermedad comenzó a manifestarse a sus 16 años, su padre había considerado que lo mejor era internarlo, un psiquiátrico era lo mejor para el chico que, en esos momentos, era un peligro. Pero su madre, ella no dejaría a su pequeño en un hospital psiquiátrico. Él era su bebé, su único bebé, no podía dejarlo ir. Entonces su padre decidió ser él quien se iba.
Luego de la separación el chico empeoró. Creía que su padre lo odiaba y eso lo hacía tremendamente infeliz. Unos años después, cuando su madre lo acompañaba a los paseos diarios que él daba, conoció en el parque a una preciosa rubia con cara de ángel.
Claramente, lo único de ángel que tenía aquella, era su rostro.
Nick, dejando de pensar en su doloroso pasado y concentrándose en su presente, aún más doloroso, esperó con poca paciencia a que la chica llegara. Paciencia que dos horas después se convirtió en rabia, momento después, el otro tomaba el control del cuerpo del chico.
Comenzó a golpear todo, a golpearse con todo, y ahí, la puerta se abrió.
Y enloqueció.
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Editado: 15.09.2018