Leo había ido solo por municiones, todas las chicas estábamos en la sala viendo a Lía jugar con unas muñecas que Leo le había traído.—¿No te asusta dejar ir sólo a tú hombre al infierno?
—No es mi hombre y él pude cuidarse solo, él es un pro en esto de disparo-contra-todo-lo-que-se-mueva ¿No lo has notado?
—Vale, la bala en mi pierna confirma—Reímos, Elena y Elaine eran hermanas gemelas y venían de un pequeño pueblo costero a las afueras de la capital, Elena era la fuerte de las dos, la que protegía a Elaine y mataba a cualquier cosa que las amenazara y luego estaba Elaine, la dulce y tímida que se asustaba por todo. Ambas parecían amarse mucho.
—Oigan,¿Es eso cierto de que los gemelos sienten el dolor del otro?—Elena bufo y yo rodé los ojos, esa teoría no era más que basura que alguien había inventado, claro que era cierto que los gemelos solían ser dependientes del otro pero ¿Sentir el dolor del otro? No lo creía.
—La verdad es que no, son mierdas que la gente inventa. Elaine nunca ha sentido mi dolor ni yo el de ella
Un carro se estacionó, me puse de pie para ver por la ventana y pude ver una Chevrolet aparcada afuera, cerré las ventanas y me giré hasta las chicas—Emma llévate a Lía y escondete
—¿Que?
—No es leo el que está afuera
Vi el pánico pasar por la cara de Emma antes de llevarse a Lía con la escusa de que le pintarian algo a Leo, Elena se apoyó en Elaine para ponerse de pie.
—Debemos escondernos
—Ni de coña, busca las armas
Negué, ella estaba loca si creía que iba a ganarle a alguien con la pierna herida—En tú condición sería un suicidio, vayan a esconderse
Suplique. Elena suspiro antes de con ayuda de Elaine dirigirse a algún lugar de la casa para esconderse, me acerqué a la puerta y puse el seguro. Escuché los golpes unos minutos después, entré en pánico así que me dirigí al estudio que estaba cerca a la sala y me escondí bajo la mesa de madera.
¿Dónde estaba Leo?
Intentaba calmarme dando pequeñas respiraciones pausadas para evitar que la ansiedad se apoderara de mi, comencé a contar hasta diez mientras contenía la respiración y volvía a tomar aire. Mi psiquiatra, la que tuve a los quince años, me había recomendado ejercicios para calmar mi ansiedad pero jamás los hice por que no me calmaban y dejé de ir por que papá lo creyó conveniente pero yo sabía que tenía miedo de perderme. De perderme en un mundo que arrebataba vidas cómo las olas del mar arrastraban los buzos, en la oscuridad y soledad del mar profundo, así era la depresión y la ansiedad para él. Un mar profundo que quería quitarle a su bebé.
Cubri mi boca para no sollozar cuándo los pies del tipo estuvieron frente a mi, cerré los ojos cuándo escuché a Elaine gritar en algún lugar de la casa, la habían encontrado—¡Boo!
Tiro de mi pierna y me arrastró fuera de la mesa, pataleaba para soltarme pero él sostenía con más fuerza mi pie. Me llevo hasta la sala dónde pude ver a Elaine y Elena—Muy bien, tú vas a decirnos dónde están los demás—Exigió. Elena y Elaine estaban atadas de pies y manos a una silla del comedor mientras sus bocas eran cubiertas por algún trapo, Elaine lloraba mientras Elena veía furiosa al tipo frente a ella.
—No hay nadie más, dejénnos ir—Solloce, el castaño chasqueo la lengua mientras negaba con la cabeza, acercándose a mi me tomó de la mandíbula con rudeza.
—Dime dónde están los demás y consideraré dejarlas ir
—¡No hay nadie más!—Resopló antes de abofetearme, no caí al suelo por el agarre que aún sostenía el fortachon. Mi llanto se intensificó y podía ver a Elena negar mientras me veía, probablemente quería que dejará de llorar.
—Última oportunidad,¿Dónde está el resto?
—¡Sólo somos nosotras! ¡Sólo somos nosotras!—Desesperada acote, él desenfundo su pistola y la deslizo desde mi cien hasta mis mejillas. Elena gritaba sobre el trapo que habían puesto sobre su boca, su voz sonaba distorcionada.
—Quizás debamos poner algo de presión—Le dijo al otro, éste asintió—Elige quién morirá sino lo haces van a morir las dos
—No puedo, n-no puedo—Comencé a temblar mientras la desesperación crecía en mi cómo la espuma, empezaba a hiperventilarme. No era buena bajo presión, lo único que conseguirían al presionarme sería un manojo de nervios combinados con ansiedad a punto del colapso, una bomba de tiempo.
—¿La ruda o la dulce? ¿cuál?—Exigió alzando con su arma mi barbilla, mis lágrimas se deslizaban por mis mejillas mientras él tenía una sonrisa macabra en los labios.
Elena balbuceaba pero era incapaz de entender lo que decía , el tipo seguía insistiendome pero era incapaz de decidir quién debía morir.—N-no puedo
—Elige una o morirán las dos
Negué. No podía matar a ninguna de las dos, me rehusaba a elegir cómo si fuera Dios, cómo si en mis manos estuvieran la vida de las personas—P-por favor, n-no lo hagas
—Elige una. Elige una. Elige una
Repetía una tras otra, tras otra vez, mi llanto además de su voz era lo único que se escuchaba en la habitación, segundos después los balbuceos de Elena también llenaron la sala—No puedo. No puedo. No puedo
Negaba mientras cerraba los ojos, no podía elegir. Si moría Elena, Elaine sufriría y si era al revés sería el mismo final, ¿Que iba a pasar con mi conciencia? ¿Con mi cordura? ¿Iba a ser capaz de sobrellevarlo sin volverme loca?
—Elige. Elige. Elige
Negué entre llantos fue entonces que escuché el estruendo y me paralice al ver la bala en la frente de Elaine. Mis pulmones olvidaron cómo recibir oxígeno y al lado de Elaine una Elena estupefacta y cubierta de la sangre de su hermana temblaba en su lugar.
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Editado: 21.06.2022