Una camioneta se había estacionado a las afueras de la casa, un pelinegro había bajado de ella con una pequeña en los brazos, detrás de él bajo un rubio con apariencia arrogante y tres chicas de apariencia dulce. Leo, procurando nuestro bienestar los había apuntado mientras les sugería irse pero los ojos de bambi del chico mientras suplicaba que ayudaramos a su sobrina me quebraron.
—Leo, es una niña, déjame ayudarlo—Pedí con voz suave, sus ojos azules se dirigieron a mí con preocupación.
—Sabes lo que pasó la última vez que confiamos en alguien, casi te pierdo, Eva—El miedo en su voz envió dagas a mi pecho, le sonreí intentando darle calma y poniéndome de puntas le di un casto beso en los labios.
—Él no es peligroso, lo siento en mi corazón—Suspiro antes de asentir y bajar el arma, lo vi tragar saliva antes de besar mi frente.
—Me mantendré cerca
Me acerqué al pelinegro quién tenía la cara manchada de lágrimas y le sonreí, no debía tener más de dieciocho años. Me fije en la herida en su pierna y brazo, aún así sujetaba con fuerza a la pequeña pelirroja.
—Tranquilo, no vamos a lastimarte—Utilice una voz suave, detrás de él, el rubio bufo. La mirada de las tres chicas cayó en mí, todos temblaban del miedo, menos el arrogante rubio que parecía apunto de vomitar por tan pequeño lugar.—Cuéntame, ¿Que les sucedió?
—Uno de los grupos nos atacó, querían a Mía—Su voz era temblorosa, su pómulo izquierdo estaba roto y sus labios agrietados. Tenía casi la edad de John así que era un poco difícil no ver a mi hermano en él.
—Dame a Mía, voy a chequearla y después curare tus heridas
—Oh, bien, encontramos a nuestra salvadora—Ironizó el rubio. Decidí que la mejor opción que tenía era ignorarlo así que tomé a la pequeña en mis brazos y tiré de la mano del pelinegro hasta la casa, la última vez que fueron al pueblo más cercano Cage y Leo habían traído implementos médicos y medicamentos para nuestro uso.
La pequeña tenía una herida en el brazo y un pequeño golpe en su rodilla pero no era algo que necesitara sutura, la cure y tras darle una sonrisa Madeline la llevó con Lía para que se familiarizara con el lugar.
—¿Eres pediatra?—Asentí, mientras rompía la bolsa dónde venían las suturas y tomaba el alcohol. Deje todo lo necesario en la mesa y me giré para ver al pelinegro.
—Quítate los pantalones, debo curar tú herida en el muslo—Sus mejillas se tornaron rojas ante mis palabras, sonreí ante su ternura. Él aún colorado se bajó sus pantalones y tomó asiento en la mesa. La herida había sido con un objeto punzante pero para su suerte no había tocado el músculo o alguna vena importante.
—Y-yo...E-ellos querían llevarse a Mía, al parecer tienen una tonta idea sobre los niños, ellos creen que son nuestra salvación—Dijo mientras yo desinfectaba la herida y comenzaba a cocer, hizo un par de muecas pero logró soportar el dolor.
—También se llevaron a mí hija pero su padre logró rescatarla—Me quite los guantes y los deje en la mesa, sus ojos de bambi observaban cada movimiento que hacía—Debes descansar para que los puntos no se abran ¿De acuerdo? Cada seis horas iré a verte para darte los analgésicos
—S-soy N-nathan, por cierto—Era adorable ver lo tímido que podía ser, cuándo sus mejillas se coloraron giró su rostro a un lado ocultándolas de mi.
—Soy Eva, es un gusto haberte ayudado, Nat
Él sonrió ante mi apodo y antes de poder responder la puerta se abrió dejando ver la figura imponente de Leon entrar, el pequeño pelinegro se tenso cuándo Leo se nos acercó—¿Te sientes mejor, niño?
Estaba usando esa voz fría con la que solía intimidar, el ojos de bambi asintió cabizbajo y yo golpee a Leo en las costillas—Necesita reposo y que sean agradables—Enfatice con la vista en Leo, él hizo esa cara tierna dónde un puchero tomaba sus labios y sus ojos se realzaban, justo cómo los del gatito de Sherk.
—¿P-puedo irme? Quiero ver a Mía—Balbuceo, Leo mordió sus labios intentando contener una carcajada y yo resople. Me acerqué a Nathan y tomé su barbilla, sus ojos de bambi me vieron sorprendidos y con dulzura dejé un beso en su frente. Fue puramente instinto, era lo que solía hacer con John cuándo estaba asustado e intranquilo.
—Camina con cuidado ¿Si? Iré a verte en unas horas—Asintió y con mi ayuda bajó de la mesa, camino cojeando hasta la puerta y para su suerte Cage estaba cerca así que lo ayudó. Cuándo me giré para ver a Leo, esté estaba de brazos cruzados y con el ceño fruncido apoyado en el pequeño escritorio de madera.
—¿Que fue eso?—Había descubierto que cuándo estaba celoso sus mejillas se coloraban y pasaba su lengua por sus dientes en clara irritación pero más haya de verse intimidante, lucía tierno.
—Solía hacerlo con John, eso lo tranquilizaba—Acaricie su pecho y hombros antes de rodear su cuello con mis brazos y pegarme a su cuerpo, sus brazos que antes estaban cruzados me rodearon y apretaron contra él. Pude sentir su nariz olfanteándo mi cuello, esa sensación cálida que sentía cada vez que estaba en sus brazos me envolvió y el revoloteo en mi estómago me dio náuseas.
—Me gusta cómo hueles—Su voz ronca envió una corriente desde mis dedos hasta detenerse en mi vientre bajo, sonreí contra su cuello y deje un pequeño beso en él.
—¿Cómo era tú vida antes de que el mundo se viniera abajo?—Susurre contra su cuello sin dejar de besarlo, lo oí suspirar antes de responder.
—Mi vida no era distinta a lo que es ahora, Eva—Aquella confesión me dolió, ¿Eso quería decir que su vida era miserable aún cuándo el mundo estaba vivo?—La diferencia es que, antes no te tenía a ti. Y ahora cada vez que te veo soy capaz de creer que aún tengo esperanza, que aún hay un poco de luz para mí
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Editado: 21.06.2022