En el continente de Ozu, tierra de grandes imperios, hubo uno que superó en extensión y majestuosidad a todos los demás; el gran Imperio Deman. Sus fronteras parecían no tener límites, aunque su cultura se impuso en todos los rincones de Ozu, no se prohibió a los demás reinos que mantuvieran las suyas. La gente se sentía segura, donde fuese que hubiera problemas el ejército del Imperio Deman no tardaba en controlar la situación. Pero todo imperio tiene su auge y su caída, y la caída de este fue definitiva, los ocho reinos que lo conformaban se separaron de acuerdo a sus tradiciones, fijaron sus fronteras y comenzó la lucha por el poder.
En la extensión de este Imperio había una zona que aún no lograban conquistar del todo, la península del río verde; tierras fértiles, montañas, bosques, y un gran río que atraviesa la región. Pero también hogar de una temible tribu, los Bishar. Al estar tan lejos de la capital del imperio no representaba una gran amenaza, por eso después de pocos intentos fallidos el emperador decidió que no entraba dentro de sus planes de conquista. Sin embargo un joven miliciano quedó enamorado de las posibilidades en estas tierras.
En la caída del imperio tuvo mucho que ver la Iglesia Demania, una poderosa organización religiosa que manejaba los hilos detrás del emperador. El nuevo emperador no quiso atender sus demandas, por lo que “sufrió” una muerte prematura. Los demás reinos vieron esto como una oportunidad de poder y se desató una gran guerra que terminó con lo que quedaba del Imperio Deman.
Ese joven miliciano había ascendido durante la guerra hasta comandar un ejército entero, y contra las órdenes de su emperador en sus últimos días tomó su ejército y desertó hacia esas prometedoras tierras que lo enamoraron en su juventud.
Esta vez no había hogar al cual regresar, todos lo tenían muy claro cuando peleaban contra los Bishar, por eso su voluntad no los hizo retroceder, y ese joven miliciano volvió a lo que siempre sintió que era su hogar. Fundó muchas ciudades antes de su muerte, y su joven hijo siguió su legado conquistando los alrededores del gran río Verde.
La Iglesia Demania seguía teniendo mucha influencia, tanto que quisieron controlar a este nuevo rey, pero este a semejanza del emperador Deman, no dio su brazo a torcer y por consecuencia sufrió su mismo destino.
Cuatrocientos ochenta años han pasado desde que Claudio I, primo del rey, se coronará como títere de la Iglesia, y desde entonces el reino ha vivido en una estricta sociedad de clases; en donde la realeza y el clero son la punta de la pirámide, los nobles y sacerdotes son la élite, y campesinos y artesanos viven de las migajas.
Un destino cruel que aquel joven miliciano no hubiese querido para estas bellas tierras. Pero así como la tierra no pertenece a nadie, quizás en un futuro cercano llegará un joven sin hogar, en busca de uno nuevo, y en ese momento se acabarán los días para esos reyes que se autoproclaman dioses.