El día de la prueba llegó en un abrir y cerrar de ojos, y antes de darse cuenta Kayden ya se dirigiría junto a Calvin hacia la costa oeste de la ciudad. En los últimos días, le habían explicado, vagamente, algunos temas de náutica y disparó, se enfocaron lo último especialmente, ya que era lo único que le salió medianamente bien a Kayden. Ni esgrima, ni físico, ni nada parecido, en un combate directo Kayden tenía altas probabilidades de perder siquiera con un gato, si ese combate fuese posible.
Él era un chico muy delgado, su padre hacia el trabajo pesado, y él se encargaba de los precios y la contabilidad, el secreto del éxito para los Nazir, que de no ser por los impuestos criminales del rey, serían magnates ahora mismo. Desde muy pequeño mostró un aprendizaje sorprendentemente rápido, parecía que todo lo que intentaba le salía bien a la primera, pero al crecer la falta de comida y exceso de trabajo a una edad tan corta mermaron sus talentos un poco. Victoria, su madre, le enseñó todo lo que sabía de matemáticas, lectura y escritura, al ser hija de un importante militar tuvo acceso a una buena educación. Pero Kayden tenía algo más de información que la pobre educación que permitían los sacerdotes; unos polvorientos libros en el sótano, escondidos detrás de un baúl viejo al que su padre le informó que eran cosas de su niñez, pero nada interesante. Lo que sí era interesante es su contenido, que aunque estaban en el mismo idioma del chico, le tomó varios meses entender de qué trataban.
Física y química; magia para el resto de ciudadanos. Una información prohibida para cualquier plebeyo, incluso a nobles se le prohibía, a menos que fuesen militares. Fórmulas que tratan de explicar cómo funciona el mundo, desde que tan rápido cae una piedra, a por qué llueve en realidad, hasta ese punto Kayden aún creía que Decam castigaba con lluvia a los pobres cuando aseaban sus vestimentas.
—Calvin, ¿Seguro me dejarán hacer la prueba?, no parece haber ningún chico aquí—cuestionó el chico—. Incluso son pocos los que no tienen canas ya.
—Joven Nazir, el rey ha aceptado gustoso que el señor Shadid haya presentado formalmente un sucesor, naturalmente podrá asistir, yo que usted me preocuparía por otra cosa.
—¿Sucesor? Si el capitán quiere matarme ¿Por qué nombrarme su sucesor? Yo se que esta loco pero...
—No se equivoque joven Nazir, el señor Shadid está en una avanzada edad, no tuvo hijos, y no le queda tiempo de buscar un sucesor en condiciones, así que es una manera rápida de resolver dos problemas.
—Claro... Porque un niño seguro que pasa la prueba.
—De eso se trata joven Nazir, espero que haya disfrutado su corta estadía en esta vida, seguro que en la otra le va mejor.
Aún con todo en contra, Kayden pensaba en no darse por vencido, no sabía porqué estaba ahí, ni que pasaría en la prueba, pero si había llegado tan lejos tenía que seguir. Su madre seguro que lo estaría esperando, con las tortillas que tanto le gustaba degustar mientras admiraba lo majestuoso del río Verde desde la sombra de un oportuno árbol, todavía quedaban sus hermanos, y la importante misión que le dejó su padre.
Todos los años, desde el 392 D.F*, a las afueras de la sede principal de la armada real, se reúnen cientos de marineros experimentados. En ese año el rey de Tecra; Bartomeo IV, quien en ese entonces se veía superado por el poderío naval de su rival, el emir Zalim II de Saradina, convocó a los mejores marineros del reino.
Se diseñó una prueba que seleccionaría a los mejores para tripular la nave más grande jamás construida hasta la fecha; el navío de primera línea "Serpiente Verde". Este gran barco podía albergar hasta ochocientos hombres y más de doscientos cañones, para mantener a flote a tan semejante monstruo de guerra era necesario tener los mejores capitanes, oficiales y demás que se pudiesen encontrar. Desde aquella batalla en el golfo de Qa'ur, ha quedado claro que es mucho más eficiente tener una armada activa y bien entrenada, y a raíz de esa victoria de Tecra sobre los Saradinos, quienes después de casi cien años, aún no han podido recuperarse de las pérdidas, Tecra ha mantenido su dominio sobre el mar.
Se ha convertido en tradición que el rey vigente construya al menos un gran navío de estos durante su reinado. Para el actual rey; Román III, es su segundo navío de línea, motivo de la gran época que se vive en el reino.
El gran edificio al fondo de la la plaza, donde estaban reunidos todos los aspirantes, albergaba a los vicealmirantes, capitanes y oficiales de más alto rango, quienes esperan encontrar buenos prospectos este año para añadirlos a su tripulación. Entre capitanes se apuestan a las grandes promesas entre los aspirantes, pues de esta manera pueden delegar sus obligaciones a sus nuevos aprendices y relajarse en sus mansiones hasta poder anunciar su retiro.
—Bueno joven Nazir, ya he terminado de registrar y entregar la recomendación del señor.
—¿Se supone que debo agradecerle?
—Se vuelve más grosero a medida que toma confianza joven Nazir—reprime Calvin—. Eso no le traerá nada bueno en el futuro.
—Pues no parece ser un futuro seguro, viejo Calvin.
—¿Viejo? En fin joven, quédese cerca hasta que un oficial le llame.
A cualquier dirección que mirase el chico se encontraba con algún señor mayor, que seguramente llevaban toda su vida en el mar, a juzgar por el parecido que todos tenían con el capitán; Piel arrugada, quizás por lo salado del mar, falta de varios dientes; pues en el mar comer frutas en una trayectoria larga es un casi milagro, y la falta de esas vitaminas le dan ese aspecto terrorífico que caracteriza a cualquier pirata.
No pasó mucho tiempo hasta que un hombre con aspecto de oficial se subió a una tarima que se encontraba a mitad de la plaza.
—¡Caballeros, su atención!, pronto se dará inicio al proceso de selección, os sugerimos situarse de acuerdo a su postulación en las mesas seleccionadas para que sean llamados en breve—anunció el aparente oficial.