El último día del mundo

El último día


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Las bombas estallan sobre toda la ciudad, llevándose por completo a Holliestone, una ciudad hecha de hierro y fuego.

Fría. Metálica. Práctica.

Riley aparta las cortinas apenas un poco para ver el desastre, hay fuego, bolas de agua y ventarrones por todas partes, también cenizas. Sin embargo, los habitantes del lugar controlan el fuego, darán pelea.

El orden se ha roto. La paz que reinaba entre los cinco elementos ha terminado. Por tanto, la profecía se cumplirá, Riley puede escucharla en su oído con claridad, la recuerda como el odio que se profesan todas las facciones, está marcada en su interior.

Si no hallan una resolución y aprenden a convivir, el reloj del centro de la tierra iniciará el conteo represivo, durará un sol y una luna, cuando llegué a 0, el mundo será reiniciado para hacer un nuevo intento.

El conteo regresivo ha comenzado hace medio día, así que sólo quedan doce horas. Pero el mundo no ha parado de disputar, si no es que lo hacen con más fiereza. Porque saber que vas a morir te da fuerza.

A Riley no le pasa igual, el paso de las horas la pone nerviosa y  asustada porque él aún no ha llegado. Está trabajando ahora, en la paz, pero la promesa que le hizo Evan sigue dando vueltas en su cabeza.

—Si el mundo se acabará...¿Vendrías?

—Sólo pasaría el conteo contigo.

Pero no está. La chica se pregunta si debería pelear pero no siente rabia hacia nada, así que no lo hará. Tampoco tiene familia porque nació de la tierra. El fuego corre por sus venas y el calor de sus manos puede crear vida como destruirla.

Sólo hace algo, lo espera. Y tres ventarrones más tarde llega.

Da dos toquidos y la castaña corre hacia la puerta, tiene el corazón en la garganta, cuando abre la puerta, es como si el calor se esparciera por cada partícula de su cuerpo.

Está viva de nuevo.

Se lanza al cuerpo de su mitad, y recuerda cuando dividieron en dos sus corazones en el templo. A partir de ese momento, cada uno sentiría la mitad del otro para siempre. Evan cierra los brazos en su espalda y la aprieta con fuerza.

—Si he vuelto a casa... —comienza con la voz rota—, es porque...

—No hay posibilidad de paz —completa ella.

El ciclo está condenado a repetirse y por mucho que luchó su camarógrafo favorito, no consiguió revertir las disputas, el odio y la codicia. Así que está destrozado.

Ella lo jala al interior de su hogar, hay fotos de ambos, un florero antiguo, repisas, cajones y muebles de color vinotinto y blanco. Evan respira las cenizas de algunas plantas y a pesar del desastre, la inevitable destrucción, se voltea hacia ella y sonríe.

—¿Otra vez quemando plantas?

—Yo sólo quería cuidarlas —se defiende Riley—, pero las queme.

Porque su fuego solía descontrolarse con facilidad, eso implicaba una gran cantidad de objetos incinerados pero era un pequeño coste por hacerla feliz. Así que Evan siempre traía flores.

—¿Quieres te?

Cuestiono ella, sin estar segura de como proceder. El mundo se acabaría ¿No habían manuales? El peliblanco negó con la cabeza y le hizo un gesto para que se acercará.

—Voy a mostrarte algo increíble.

Riley se sentó en el sillón, Evan también se dejó caer junto a ella y como piezas de rompecabezas, la cabeza de ella acabo en su pecho y la mano de él en su espalda. Porque era el lugar correcto.

—¿Qué cosa increíble?

—Una historia

Evan pertenecía a la quinta facción: mental. En el orden, aquel era un poder sumamente poderoso puesto que los de la facción mental estaban conectados a cada ser, independiente de sus poderes, podían ver los pensamientos, emociones y recuerdos.

A veces, aunque no estuviese bien, Evan compartía algunos recuerdos con ella. Como la madre que dejó de tener fuego para darle vida a su hijo. O la pareja de agua y fuego que vivieron juntos durante sesenta primaveras.

Riley oyó los latidos del corazón de él y aumento un poco la temperatura porque estaba helado.

—Quiero verla.

Y él la reprodució.

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Evan no le gustaba sonreír. Su trabajo era complicado, tenía que lidiar constantemente con los líderes de cada clan, tranquilizarlos, ofrecerles tratados y eso, sin mencionar el peso que estaba sobre sus hombros, debía evitar el conteo.

Así que a Evan no le quedaba tiempo para sonreír. No lo hacía jamás y ese día cuando volvía a casa, recorriendo el jardín comunitario vio a una chica. Había pasado un sol y ya salía la Luna así que se detuvo por si se trataba de una terrorista.

No lo era.

De hecho, era una creadora. Las creadores rodeaban las plantas con sus manos y les otorgaban el suficiente calor para abrir porque el mundo se hacía cada vez más frío.

Vio como un capullo de flor crecía con calidez, la chica chillo emocionada y en cuanto lo hizo, la flor, en conjunto a otras tres plantas de hicieron cenizas. Y él, Evan se río.

Ella se dio cuenta de su presencia.

—¿Quién eres? —pregunto. Ella preguntaba por su nombre, pero él sólo pudo responder.

—Un mediador.

La chica lo examino y su cabello brillo rojo como sus ojos.

—Estaba practicando —Riley sabía que los mediadores no eran amables—. Somos pocos los que nos encargamos de las flores. Las creadoras prefieren gastar su tiempo en mejores cosas —como la guerra—, y dicen que las flores en algún momento morirán pero nosotros también.

Evan analizó las cenizas y a ella.

—Tal vez deberías controlar tus emociones sino quieres acabar con todo los jardines de Plate.

La sugerencia hizo que ella flameara.

—No es tan sencillo.

Y Evan, que había sentido frío por mucho tiempo, sintió calidez a su alrededor. Quizás fuera porque los ojos rojos de ella le atravesaban.

—Puedo enseñarte —sugirio. No sabía de donde había salido aquello pero no se echaría atrás.

Los ojos de Riley chispearon.

—¿Cómo seria eso?



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En el texto hay: fantasia, romance, magia

Editado: 10.08.2023

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