El último fumador

Capítulo 7

Siempre que entraba a la página de escorts elegía a las mismas chicas. Solo había salido con tres de ellas: July, Lucila y Naty. Eran las tres rubias de ojos claros, pero esta vez quería cambiar, quería probar algo nuevo. Navegando en la página encontró a una morocha bonita. 90-80-95 eran las medidas. Al ver las fotos notó que no tenía 90 de tetas, pero sus caderas y su cola eran muy deseables. Era muy bonita de cara, tenía grandes ojos negros, una pequeña nariz respingada y una sensual boca de labios gruesos. En casi todas las fotos sonreía mostrando sus parejos y blancos dientes. Diecinueve años. No dudó, quería esta con ella.

- Hola...¿Marcia?

- Si ¿Quién sos amor?

- Juan.

- ¿Nos conocemos?

- No. Yo siempre llamo a chicas de esta página pero a vos nunca te vi.

- Soy nueva, bebe. Empecé hace tres días. Soy casi virgen...

- Bueno, te pasó la dirección.

- ¿ Ya sabés la tarifa?

- Sí, es la que está en la página. Quiero que pasemos juntos toda la noche...

- Ok, no hay problema. En media hora estoy ahí. Besitos.

Juan cortó y se prendió un porro para relajarse. Puso un poco de música tranquila mientras esperaba a Marcia en el balcón. La noche seguía cálida pero al menos había una brisa que la hacía un poco más tolerable. A los cuarenta minutos vio a Marcia bajar de un taxi. Era igual que en las fotos, solo un poco más alta de lo que aparentaba. Esperó que toque timbre y bajó por las escaleras para abrirle la puerta de calle. Se incomodó un poco porque ella estaba vestida demasiado sugerente. Se notaba que era nueva, las otras chicas que conocía de la página llegaban al lugar vestidas sobriamente y luego se vestían para la ocasión en el baño del departamento. Subieron por el ascensor mientras Marcia lo besaba y le manoseaba el pene. Esa situación excitó mucho a Juan, detuvo el ascensor y la penetró. Marcia gritaba muy fuerte y algunos vecinos comenzaron a quejarse por los gritos. Eran las dos y media de la mañana. Se detuvieron, se arreglaron las ropas y subieron hasta el piso donde estaba el departamento de Juan.

- Juan...tenés pinta de tranquilo...pero tomaste y fumaste... ¿No?

- Si...ja...un poquito...y estoy re caliente.

- Mmmm...yo también aunque no creas.

- Mentime que me gusta... ¡Je!

- Noooo...te digo en serio...bombón...

Juan la agarró de la cabeza y comenzó a besarla frenéticamente, Marcia le siguió el juego. La tiró sobre el piso del living y comenzó a penetrarla con desesperación. Marica gritaba de placer, pero eran gritos de verdad.

Pasaron unos veinte minutos y quedaron exhaustos. Se quedaron un rato tirados boca arriba y luego fueron a la habitación. Se tiraron en la cama (porque eso es lo que hicieron literalmente...) Descansaron un rato y Juan se encendió un cigarrillo y le convidó a Marcia.

- ¿Cuántos años tenés?...la verdad – preguntó Juan –

- Está bien. En la página dice diecinueve pero tengo veintitrés.

- Pero para qué cambiás la edad...cuatro años de diferencia...

- Sí, en diferencia no es nada, pero mucho tipos tienen morbo con las teen agers...escuchar que les digas que tenés dieci...los vuelvo locos.

- Sí. Entiendo.

- ¿Y vos que edad tenés? La verdad...jajajajaajajaja

- Jajjaajajajaj...tengo treinta y cinco.

- Parecés menos, tenés cara de nene.

- Sí, siempre me dan menos pero tengo tres cinco.

- Sos raro vos...bah...no sé si raro es la palabra.

- ¿Por qué?

- Por cómo me tratás. Hay cada uno.

- ¿Cómo te trato?

- Re bien. Sos re caballero y educado. Sos dulce. Eso me gusta. Está bueno. Hay hombres que se creen que porque somos prostitutas no tenemos sentimientos y nos tratan como el culo. Es una mierda. Pero yo tengo límites, si veo que se ponen muy violentos me voy a al mierda. Y violencia física, olvídate. No lo toleraría.

- Y, es un laburo jodido. La noche. El alcohol. La falopa. Es un ambiente turbio.

- ¿Laburo? Ves, sos diferente. Ningún tipo nos trata de laburantes. Para la mayoría solo somos putas.

- Pero es un laburo... ¿O no?

- Más vale que lo es. Pero los tipos no lo ven así. Sos diferente, Juancito. Ya te lo dije. No te molesta que te llamé así.

- No, para nada.

- ¿Es tu verdadero nombre?

- Jajajajajajajajaja...Si... ¿Por qué me lo cambiaría?

- Hay clientes que se lo cambian. Por vergüenza tal vez por si los encontrás por la calle y los llamás. ¡Qué sé yo!

Hablaron un rato más hasta que Juan se quedó dormido. Marcia se quedó un rato más despierta pensando, mirando el techo, las paredes y los muebles de esa habitación pequeña. Se levantó y miró por la ventana como la gente iba y venía. Lo miró a Juan y pensó que era muy lindo y parecía un buen tipo. Se acercó y le dio un dulce beso en los labios. Juan movió un poco la cabeza de un lado al otro, de derecha a izquierda pero no llegó a despertarse. Marcia se levantó y se fue a la cocina. Abrió la heladera y saco una botellita de cerveza helada. Comenzó a beberla mientras miraba la calle desde una diminuta ventana. Podía ver una pequeña plaza, le llamó la atención lo oscuro que estaba, casi no se veía ni una luz. Chequeó su celular y se encontró con un par de mensajes de unos clientes que querían verla esa noche. No les dio importancia y los borró. Terminó la cerveza y dejo la botellita, prolijamente, al lado del tacho de basura. Fue al baño a hacer pis y luego a la habitación. Antes de acostarse acomodó la ropa, la suya y la de Juan. Cuando estaba doblando el pantalón de él se le cayó algo al piso; era un gran fajo de dinero. Lo levantó y se dio cuenta de que era mucha plata. Dudó. La tentación era muy grande y la necesidad más aún.



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En el texto hay: asesinatos

Editado: 11.05.2018

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