El último fumador

Capítulo 23

uan no pudo precisar cuánto tiempo había durado ese beso furtivo. Medido desde su ansiedad, que había acumulado, de estar con Josefina, parecieron unos pocos segundos. Mensurado desde su rechazo originado al ver como el viejo cliente le ofrecía casamiento y Josefina lo aceptaba con alegría, había durado horas. Una vez que se acabó el beso, una vez que se despegaron, la miró a los ojos y mientras se limpiaba la boca con el revés de su mano izquierda, que quedó teñido de rojo. Al ver su mano tan roja, hizo el mismo gesto con el revés de su mano derecha y al mirarse le pareció que había arrastrado más cantidad de rouge. Debo parecer un payaso, pensó. Mientras la miraba fijo, percibió que Josefina contenía su sonrisa, notaba que hacía fuerza con sus labios para no largar una carcajada. Los ojos de Josefina se achinaban cuando reía, y eso le estaba pasando en ese momento.

- Reíta todo lo que quieras, sos una perversa. Creí que eras diferente. Me equivoqué una vez más.

Josefina no aguantó más y explotó con una sonora carcajada mientras lo tomaba a Juan de los hombros, y él no entendía nada.

- ¡Qué rara que está, Josefina! ¿Qué te pasa?

- Nada... ¿Y vos? Estás re seco y re serio... ¿Desde cuándo me llamás Josefina? Jose y punto. No seas bobo...

- Bueno...voy a llegar tarde...

- No me mientas...si son las ocho y treinta...tenés media hora. ¿vamos a tomar un café?

- No tengo tiempo.

- Dale, Juan. No seas chiquilín.

No le costó mucho a Josefina convencerlo y fueron a un café a una cuadra de la oficina de Juan.

- Josefina, no sé qué querés hablar. Esta todo más que claro. Vos con tu vejete y yo...no se...por ahora solo.

- Juan, sos un tonto. ¿Por qué sacás conclusiones apresuradas?

- ¿Apresuradas? Yo te vi, Josefina. A mí nadie me lo contó.

- Vos viste a un tipo proponiéndome casamiento. Que me dio un anillo. Brindamos con champagne. Nos besamos. ¿Eso viste?

- Sí, eso vi. Y con eso me bastó y me sobró.

- Juancito, a veces parecés un chico. Y te voy a ser sincera, esa es una de las cosas que me enamoraron de vos y que aún me enamoran.

- Jose...ya fue. Vos con tu vida y yo con la mía.

- Bueno vamos avanzando, me dijiste Jose...

- Me parece que la chiquilina sos vos...

- Bueno, yo al menos tengo edad para ser una chiquilina, vos no.

- Ok, termino el café y me voy a la oficina.

- Vos sabés de lo que trabajo y te la bancaste, eso lo tengo que reconocer, tuviste coraje. Pero vos tenés que saber que en mi laburo hay mucho de fantasía...

- Sí, ya lo sé.

- Bueno, si lo sabés debería haber dado cuenta que lo que viste, no era real. El viejo quería hacer ese jueguito para que todos lo vean, se quería "dar corte". Vos viste como son los tipos, Juan. El viejo me lleva como cuarenta años. Estábamos en Madrid y se quiso lucir con una pendeja. ¿Vos viste como estábamos vestidos? Bueno, fue todo idea del viejo. Mirame las manos, ¿Donde tengo el anillo? Lo vendí, Juan. Fue todo una actuación y vos te la comiste. Soy buena actriz, ¿Viste?

Juan tuvo que contener la risa. Pero también pensaba que como iba a saber que era todo una joda, como lo iba a adivinar. Se sintió un boludo. Josefina lo miraba como esperando su carcajada, hasta que en un momento explotó de risa. Las personas que estaban en las mesas vecinas lo miraban, Juan estaba feliz. Se acercó a Josefina y le dio un beso más apasionado aún que el que le había dado ella antes.

- Está bien, soy un boludo. Pero tampoco soy adivino. ¿Cómo iba a saber que era todo una mise en scene...?

- Guau...esa pronunciación...me excita el francés

- No seas tonta. Ponete en mi lugar. ¿Qué hubieras pensado?

- Es verdad, pero me causo gracia tu enojo, no lo voy a negar. Pero al principio cuando no sabía nada ni de tu viaje ni que me habías visto, no entendía nada. Pensé que eras un boludo más. Estuve muy triste, Juan: ¡Te amo hasta los huesos!

Juan le sonrió y se quedó un instante observándola. Era tan bella, pero eso no era lo que lo atraía, el también sentía que estaba enamorado como nunca lo había estado en su vida. No le importaba nada, ni siquiera tenía lugar para los celos. Quería estar con ella y para siempre. Poco le importaba la mirada de los otros. Sentía que iba a defender ese amor contra todo lo que se le oponga, viento, marea, terremotos, tsunami. Era la mujer de su vida y no tenía ningún tipo de dudas.

Pagaron y se levantaron de la mesa. Juan tenía que ir a su oficina y Josefina iba a su casa a descansar. Habían arreglado para verse después por la noche. Juan se estaba despidiendo de Josefina, cuando de golpe sintió una mano en uno de sus hombros. Miró para ver quién era. Era Regules.

- ¿Cómo le va, Méndez? ¡Qué bien acompañado!

- ¿Cómo anda, Regules? Le presento a mi novia, Josefina.

Regules se acercó a Josefina y le dio un sonoro beso en su cachete derecho.



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En el texto hay: asesinatos

Editado: 11.05.2018

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