El último fumador

Capítulo 25

Josefina pensó en no contestar pero sabía lo insistente que era, por eso le respondió.


- Hola Leonardo 
- Hola, Marcia. O debería llamarte Josefina...

- No me jodas. ¿Qué querés? No trabajo más.
- Claro...te enamoraste del infeliz de Juan Méndez...
- Será un infeliz pero coge mejor que vos. Mucho mejor diría.


Josefina sabía cómo y dónde pegarles a los hombres y sobre todo al tipo de hombres como Regules.


- Jajajaja ¿Crees que herís mi amor propio? ¿Vos te crees que con vos me quise esmerar? No...vos tenías que hacerlo. Para eso te pago, para eso te pagan. Vos me tenías que coger. Con las putas uno no se esmera, con las putas uno solo quiere tener un orgasmo, es como masturbarse con el cuerpo de ellas.

- Y bastante bien te li hacía. Morías de placer. ¿O me vas a decir que simulabas tus orgasmos? ¡Je! Vos no sabés usar la lengua...hombre grande... 
- La se usar. Lo que pasa es que me da asco chuparte ¿Cuantos tipos pasaron por ahí?
- ¡Qué infantil que sos!...bueno... ¿Qué querés? No tengo más tiempo.
- Quiero verte.
- No. Ya te dije que no laburo más. Y si laburara tampoco te vería.
- ¡Qué recia que estás! No soy tu enemigo.
- Y vos sos muy desagradable. Y te crees mil. Y no sos mi enemigo y mucho menos mi amigo.
- Es por Juan...si te interesa... comunicate conmigo. Cuidalo a "nuestro" Romeo.


- Chau Leonardo.
- Chau...Marcia.

Josefina estaba tan acostumbrada a estos tipos, a esos diálogos, a esos menosprecios, que ya no le hacían mella. No le entraban las balas de esos tipos que utilizaban el dinero que pagaban como si pudieran hacer y decir cualquier cosa. Ya los conocía perfectamente.

Terminó de cambiarse y fue al encuentro de Juan. Pasaría por su trabajo. Se tomó un taxi y llegó a las cinco en punto al centro. Bajó del auto y se dispuso a esperar a Juan en la puerta del edificio. En un momento miró para arriba y pudo ver como Regules la miraba desde la ventana de la oficina. Él la saludó con un movimiento de su mano derecha, ella simplemente le contestó con un leve movimiento de cabeza. Regules la siguió saludando hasta que en un momento sacó su lengua e hizo como que chupaba algo...Josefina miró para otro lado, pero sabía que él la seguía observando y le seguía haciendo gestos desde las alturas. Le llegó un mensaje, sabía que era de él. Se fijó en los mensajes y lo corroboró. Cerró el teléfono en un gesto bien aparatoso como para que regules lo pueda ver bien. Juan tardaba en llegar. A eso de las cinco y cuarto apareció.

- Hola amor...perdón la tardanza...

- No, todo bien. ¿A dónde vamos?

- Vamos a Palermo, hay un restaurante que me recomendaron. Me dijeron que se come muy bien.

- Bueno, vamos.

Se tomaron el subte. Mientras Juan hablaba de su día laboral, Josefina permanecía callada mirándolo sin verlo. Juan lo notó.

- ¿Qué te pasa, Jose?

- Nada...

- Dale...conozco esa cara de ida...

- Nada, Juan.

- Bueno, me lo contarás cuando quieras.

Llegaron a Palermo y fueron al restaurante que le había recomendado a Juan. Se sentaron, pidieron un vino y la carta. Josefina seguía como ausente. Tomó su teléfono, abrió su conversación con Regules y se la pasó a Juan.

- ¿Qué es esto?

- Leélo...

Juan sonrió mientras lo leía.

- Y este payaso ¿Quién es? ¿Cómo me conoce?

- Es tu jefe...

- ¿Regules?

- Si...

- Y se hace llamar Leonardo...jajajajajaajajajajaja

- Es un imbécil, vos lo sabes perfectamente.

- Sí. ¿Pero para que me lo mostrás? Fue cliente tuyo...y bueno...me la tengo que bancar...pero ¿Sabés cómo me cuesta? Justo el pelotudo ese...Y me lo imaginé cuando me dijo que te veía cara conocida y tuvimos un diálogo sobre la prostitución, sobre la plata y el sexo, y me tuve que bancar todas sus ironías. Ya está, no me importa nada. Ya lo sabés. Los de afuera son de palo.

- No te lo hubiera contado si no te hubiera nombrado. No sé porque quiere hablar de vos. Eso me da miedo. Creo que es un tipo peligroso, no tiene límites ni escrúpulos.

- ¿Miedo? ¿De qué?

- No lo sé. Pero... ¿Para qué quiere hablar de vos? Es raro, Juan.

- Sí, es muy raro. Y de él se puede esperar cualquier cosa. Es tan pelotudo que se hace llamar Leonardo. ¡Qué nombre horrible!

- Jajajajajajajajaja... ¡Que importa el nombre, Juan!

- Jajajajajajaja...nada... ¡Pero es horrible!

Juan y Jose dispusieron olvidarse de Regules por un rato. Cenaron y bebieron en una noche cálida. Luego fueron a la casa de Juan. Hicieron el amor salvajemente después de tanto tiempo, después de tanto deseo reprimido. Sentían que estaban más enamorados que nunca, como que el amor iba creciendo más y más, y creían que nada ni nadie podía separarlos. A la mañana siguiente se levantaron temprano. Hicieron el amor nuevamente. Salieron del departamento bastante más temprano que lo que salía Juan todos los días. Fueron a desayunar a la vuelta de la oficina de Juan.



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En el texto hay: asesinatos

Editado: 11.05.2018

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