Un denso fuego manaba de cada una de las antorchas que se hallaban a ambos lados del camino. Ese era el recorrido hasta el castillo de Babhur, un sendero iluminado que guiaba a cada visitante hacia su destino.
«Persigue tus sueños, hijo». Las palabras del tabernero hicieron eco en su mente. Sullivan se detuvo y miró a su alrededor. ¿Qué sentido tenía para él regresar al castillo? Las llamas de fuego ondeaban de una manera tan incesante que no podía apartar los ojos de ellas. Quizás esta sería su única oportunidad de demostrarle a Nelson Barnes cuán equivocado estaba. No era la sombra de nadie, era hora de demostrarle de qué estaba hecho. Sus pasos lo llevaron directo hacia el bosque, al lugar donde trabajaba.
Y allí estaba ese árbol que destacaba del resto. Inerte y misterioso, se realzaba por encima de todos los árboles y de otros nogales de su misma especie. ¿Qué podría tener de particular este? Sus pasos lo llevaron frente al mismo. Nunca antes no había podido derribar uno de tales características. Sullivan había talado numerosos ejemplares en su corta vida, pero jamás uno tan colosal y resistente que le hiciera sudar y extenuar hasta el cansancio.
Se acercó aún más y esto lo hizo tropezar con algo. La punta de su pie quedó resentida a causa del notable impacto. La luz que provenía de la luna le proporcionaba el campo de visión suficiente como para dilucidar que, a sus pies, se hallaba la hoja de hierro de su hacha.
En cuestión de segundos, Sullivan rebuscó en su mochila y preparó su herramienta. Luego la sostuvo con firmeza entre en sus manos y no dejó de dirigir la mirada hacia su principal objetivo: el nogal. Aquel árbol constituía todo un desafío y había que estar bien preparado. Por lo tanto, iniciaría su precalentamiento derribando los otros dos ejemplares que Nelson le había encargado que talara.
Nadie imaginaría que hubiera bebido cuantiosas jarras de cerveza hasta acabar con un barril entero, pues su destreza y concentración eran formidables. Los cortes fueron certeros y la fuerza empleada fue la adecuada para enviar esos árboles directo al suelo. Un golpe seco retumbó en el bosque luego de caer el segundo árbol. Los latidos del corazón de Sullivan le anunciaban que había llevado su cuerpo al máximo esfuerzo, pero aún no estaba satisfecho.
Caminó hasta el nogal y se paró enfrente. Su mirada estaba fija en ese árbol que, más que un objetivo, se había vuelto su enemigo. Todavía no toleraba no haber logrado derribarlo, era como si alguna fuerza extraña le impidiera dañarlo en grandes proporciones. Aunque esta vez, estaba dispuesto a arrancarlo de cuajo.
Con el hacha sobre el hombro, empezó a acercarse. A medida que sus pasos lo llevaban hacia el árbol, una neblina espesa comenzaba a ocultarlo y a hacerlo menos visible. Sullivan pensó que quizás se trataba de un fenómeno completamente natural dadas las condiciones del tiempo a esa hora del alba. No obstante, la niebla no era como cualquier otra, ya que había tomado demasiada consistencia en cuestión de pocos segundos. Él se encontraba rodeado por aquella bruma que le cubría hasta la altura de los hombros. Parecía que se encontraba entre las densas nubes del cielo, pero en realidad, era el bosque donde trabajaba.
Su visión estaba comprometida y eso lo ponía en evidente desventaja para poder cumplir con su propósito. Quería derribar ese nogal, pero apenas lograba ver su abundante copa repleta de hojas. Extendió lentamente una de sus manos hacia el tronco para comprobar si aún permanecían las marcas que había dejado con el hacha. Tal vez, si hallaba el punto exacto donde se encontraban, podría golpear a ese árbol...
Sin embargo, cuando su mano tomó contacto con la corteza, tuvo que apartarla de inmediato. El tacto le produjo una sensación de quemazón tan potente e inesperada que el hacha cayó al suelo. Masajeó su zona afectada sin signos visibles de heridas. El ardor fue instantáneo e inexplicable porque, tan pronto como sucedió, desapareció. Luego, un ruido semejante a un crujido le hizo elevar la vista.
Frente a sus ojos, la corteza del nogal se resquebrajaba y, en cada grieta que se producía, un haz luminoso salía proyectado desde cada una de ellas. Protegió su vista con uno de sus brazos debido a la intensidad. Pasados unos segundos, cuando la luz comenzó a disminuir, bajó el brazo. Se había acostumbrado a la intensidad que procedía de cada rincón del interior del árbol.
La niebla a su alrededor adoptó un ligero color dorado que embellecía el paisaje. Sullivan se encontraba maravillado formando parte de aquel espectáculo. Luego sus ojos se abrieron de par en par cuando descubrió que algunas esferas de luz brillante, como si fueran luciérnagas, salían desde las grietas y se elevaban hacia las ramas más altas del árbol. Siguió el recorrido que esas luces tomaban y se asombró cuando se fragmentaron en otras aún más pequeñas y fosforescentes.
Sullivan se creía inmerso en un sueño del que no quería despertar. Estaba rodeado de una luz y un espectáculo alucinantes. Sin embargo, cada una de las bolas luminosas pronto comenzaron a desaparecer introduciéndose en lo más profundo de las ramas del nogal. La niebla que lo rodeaba había desaparecido y el bosque quedó nuevamente a oscuras. Parpadeó y rodeó al árbol, preguntándose adonde fueron a parar todas esas luces... Recordó entonces que quizá fuera una alucinación, producto de todo el alcohol que se había bebido.
Un nuevo crujido llamó su atención. Dirigió su vista de inmediato hacia lo alto del árbol y encontró de nuevo las esferas brillantes junto a los repetitivos sonidos. Cada luz suspendida desde las ramas se materializaba en un fruto en cuestión de segundos. Sullivan se frotó los ojos varias veces hasta que reconoció que aquello era real. Aquel nogal sombrío e infértil no sólo estaba dando sus frutos, sino que lo estaba haciendo en pleno invierno.
La caída de algo sobre su cabeza interrumpió su admiración. Miró hacia sus pies y se encontró con una nuez. La levantó, la tocó y la revisó de distintas maneras. Tenía la textura áspera, el envoltorio era rugoso e intentó abrirla sin éxito, ya que era bastante dura como una nuez completamente normal.
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Editado: 26.04.2024