El Último Hechicero

Capítulo 25

Se desperezó de la cama y rezongó al pensar que hoy era su segundo día de entrenamiento en el volcán. Bostezó audiblemente mientras se colocaba sus botas. Todavía se sentía cansado.

Se marchó casi en el mismo horario del día anterior y les pidió a sus compañeros que continuaran entrenando en la armería de Wellson. Muchos de ellos se opusieron mientras que otros se mostraron inseguros, pero al final aceptaron su decisión. Aunque antes de que se marchara, le sugirieron que no se fuera sin su espada. Sullivan desistió de llevarla y argumentó en su defensa que nada podría ocurrirle. ¿Quién lo seguiría hasta un destino tan peligroso como ese?

Sullivan escaló de nuevo hasta lo alto del volcán y comenzó con la misma rutina de entrenamiento del día anterior. Sus manos estaban preparadas y envueltas en llamas para iniciar, pero el puente se volvió inestable bajo sus pies. El puente empezó a temblar y tuvo que disolver el fuego de sus manos para aferrarse a las cuerdas.

—Así que es verdad. Eres un auténtico hechicero —esa voz lo sorprendió.

—Wheeler... —apenas pudo pronunciar.

Se volteó lentamente para ver cómo se acercaba. Su rostro se había vuelto más siniestro y le sonreía con malicia. En estos momentos lamentaba no haberles hecho caso a los muchachos ya que estaba completamente desarmado sin su espada. Comenzó a retroceder mientras los pasos de Wheeler eran cada vez más firmes.

—Esta vez no habrá escapatoria —declaró desenfundando su puñal.

—¿Qué es que lo que realmente quieres, Wheeler?

—Tu vida —dijo apuntándole con el arma—. Te mataré y luego me encargaré de tu dichoso clan. Uno por uno —aseguró lo último con énfasis.

—¡No!

La voz de Sullivan resonó demasiado fuerte demostrando así su más profundo temor. Se atrevió a lanzarle una bola de fuego, pero Wheeler la esquivó sin dificultad alguna. No comprendía por qué su puntería estaba fallando. ¿Acaso todavía no se atrevía a hacer daño a Wheeler?

«Él lo merece» se repitió mentalmente una y otra vez.

Pero no podía. No generaba las bolas de fuego con el suficiente poder que estas merecían para derrocar a su antes hermano. Wheeler se aproximó tanto que comenzó a atacarlo con su puñal. Un paso en falso que diera y podía caer a la lava o ser asesinado.

—Menudo hechicero que estás hecho —se burló Wheeler soltando una estrepitosa carcajada.

Wheeler parecía poseído por una fuerza maligna que le hacía no tener piedad. Para cuando Sullivan asumió que ya no podría hacerle daño, y Wheeler que lo tenía todo ganado, un temblor surgió desestabilizándolos a ambos y desequilibró todo a su paso. Fredic le había dicho que el volcán era estable. En ese momento temió que entrara en erupción con las consecuencias que eso traería para los alrededores de Dock Ward. Lo que ninguno de ellos imaginó, fue que Edwam, el señor de los dragones, se materializara cobrando vida. Era casi tan grande como el mismísimo volcán. Sus escamas oscuras ligeramente tornasoladas brillaban y echaba humo por sus fosas nasales. Vio sus gigantes colmillos cuando abrió sus fauces para rugir delante de ellos. Ambos cerraron sus ojos mientras la intensa corriente de furia los azotaba y el ruido los dejó casi sordos.

—¿Acaso no quieres esta batalla? —se atrevió a retarlo Wheeler.

El poderoso Dios dragón negó moviendo su esbelto cuello.

—¿De qué lado estás? —preguntó Wheeler.

—De la justicia —su voz grave vibró sobre ellos—. Y de la retribución divina.

Edwam desplegó sus gigantes alas y aleteó enviando fuertes correntadas de viento. Lo que al principio parecía ser una ayuda para Sullivan, no hizo más que agitar el volcán haciendo que el nivel de la lava ascendiera súbitamente. Milagrosamente, tanto Wheeler como Sullivan estaban bien sujetos de las cuerdas cuando uno de los extremos del puente se partió en pedazos. Ambos gritaron mientras sus vidas tan sólo dependían de lo que quedaba del puente.

Afortunadamente, Sullivan estaba más cerca de poder salvarse. Tan sólo tendría que escalar unos cuantos tablones y llegaría a la cima, pero Wheeler se había quedado muy abajo. Al verlo patalear aferrándose al último de los tablones, sintió lástima de que cayera y ardiera vivo. No podía tener ese final.

—¡Ayuda! —lo escuchó gritar—. Sullivan... sé que no he sido lo suficientemente bueno contigo, pero si me dieras otra oportunidad...

El corazón noble de Sullivan se removió por dentro al escucharlo disculparse. Comenzó a bajar por los tablones con mucho cuidado para ayudarlo hasta que escuchó sus carcajadas. Se concentró en su rostro y vio que era de pura maldad. Lo había vuelto a engañar. Wheeler se divertía mucho y lo hizo aún más cuando comenzó a sacudirse para que el puente cayera con los dos.

—Me he equivocado tanto contigo. Pensé que alguna vez cambiarías, pero tú no cambias más —dijo invocando las cadenas de fuego—. Lo siento.

Wheeler quedó inmovilizado y no pudo sacudir más el puente. Desde su posición, vio cómo Sullivan subió y llegó a la cima. El hechizo se disolvió a los pocos segundos y, Wheeler sintiéndose completamente fracasado, se arrojó a la lava.

Sullivan fue testigo de su final, de cómo su cuerpo se sumergió en la lava burbujeante. Una pequeña llama apareció y luego se desvaneció allí donde había caído.

No se sentía para nada bien consigo mismo, pero al menos consideraba que había vengado a Wilty.




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