El último hombre en pie / El regreso de la Oscuridad

Capítulo 4

Abismo Kelissak, territorio en disputa.

 

En algún placentero momento, en algún año perdido entre los muchos de paz que hubo, el abismo Kelissak fue un territorio de arboles y praderas montañosas repletas de vida. Quienes allí vivián utilizaban la palabra “amor” y “armonía” con mucha frecuencia. La raza de los lliks, de abundante pronombre sobre aquellos externos profesores del conocimiento antiguo que buscan el resguardo de magias poderosas que pudieran escapar de las manos de los centinels, ya que, en aquellas noches oscuras, a principios de la era de los primeros confrontamientos oscuros, la magia yacía prohibida. La Oscuridad, en sus inicios, resultó fehaciente con respecto a las pruebas demostradas en contra de la Luz y sus leyes anti humanas. Fuera de lo esperado, los lliks aceptaron sin dudar la magia ofrecida por los señores oscuros; la necromancia.

Clous llevaba puesta una gabardina blanca que le llegaba hasta las botas del mismo color brilloso. Algunos botones negros y dorados se asomaban por el pecho. Su rostro, como de costumbre, tapado casi por completo por una bufanda blanca de algodón, mientras su pelo largo y atado bajaba hasta la altura de su cintura. Iba acompañado por su espada, la del mango de dragón, su reliquia sagrada. A su lado, sentado al borde de un precipicio que daba hacia la inmensidad del espacio conocido, observando las estrellas, se hallaba Sairo, uno de los miembros del Triangulo de magos, quién a su vez, conversaba con Renato, un hombre obeso pero corpulento del cuerpo de investigación de los centinels.

Sin la atmosfera de lo que alguna vez fue un planeta, el abismo daba directamente al cielo, reflejado ante el confín de estrellas y escombros planetarios de cientos de años de antigüedad. Los rayos celestes, verdes y amarillos, reflejaban como sabanas las vistas que alguna vez gozo el mundo de los lliks.

-De estas tierras solo queda el recuerdo. -murmuró Clous, casi hablando consigo mismo. Renato lo escucho y asintió con la cabeza, mientras Sairo lo acompañaba poniéndose de pie.

-Y decir que los recuerdos son ostentosos, ¿no cree usted?

-Me tratas como a un viejo, y ni siquiera conoces mi edad verdadera. -respondió Clous, fatigado por el horrible escenario que inundaba sus ojos. Sairo, ciertamente, no lo superaba en edad, pero sí era mucho más joven en apariencia. Midiendo poco menos de un metro cincuenta, y siendo lo bastante delgado como para que su uniforme blanco y dorado cupiese, el mago, especializado en el fuego y la absorción de materia por medio de caracteres físicos, sobresalía por su notable juventud.

-Esta vez traje un pergamino para irnos de vuelta al palacio, si lo deseas. -comentó Sairo, gesticulando con el pergamino de portales en mano. -Mientras tanto, deberíamos inspeccionar el lugar, ¿te parece?

-Me parece bien. -respondió de súbito Clous. -Sin embargo, ya he dado la orden a mis dragones de que inspeccionen el abismo con suma meticulosidad.

- ¿Dragones dices?

Entonces, Clous toco el mango de su espada, y los ojos del dragón verde ardieron con fuerza. Seis espectros de dragones nimbo salieron de la hoja y se desparramaron por el suelo rocoso atravesándolo, en direcciones completamente opuestas, a toda velocidad.

-Con que esa es la habilidad secreta de tu espada. -se asombró mofándose Sairo.

-Ni creas que eso puede ofenderme, mago en relación de dependencia. Mi reliquia es una de las más poderosas del arsenal infinito de los centinels. Cada día, cada semana, mes y años, nuestras filas cuentan con más cantidad de armas que nos ayudaran a enfrentarnos a las obscuras alimañas que amenazan con la vida y la paz del universo. Esta espada, naturalmente, ha visto más sangre y sesos triturados que tú, mi joven mago principiante.

Renato fue el primero en reír, aunque pronto su sonrisa fue apagada fugazmente por la mirada inquisitiva del mago que no tardó en voltearse nuevamente.

-Eres muy creativo en cuanto a bromas respecta. -le inquirió Sairo. -No obstante, he visto las filas de los centinels por décadas. Me es imposible imaginar a cada uno de tus soldados rasos portando una reliquia sagrada como bien dices. Tampoco puedo imaginarme, -se puso lo más cerca posible del celador, a la vez que se erguía notablemente. -a ninguno de tus guardianes sin ser devorados por su propio ego, como en estos momentos, donde tienes que pedirme ayuda porque sabes muy bien que Gelios apenas te hace caso. ¿Me equivoco?

El poco aire del ambiente era tan tenso, que podía cortarse con la filosa hoja de una guadaña. Sairo se hallaba delante de Clous, sin mover un solo músculo, erguido a la altura de su cuello. Ambos se observaban con la misma cantidad de odio. Clous sabiendo que aquella persona más enana que él era un simple mago despreocupado y de bajo rango, pero de quién no podía “hacerse cargo” como si nada. En cambio, Sairo confiaba perfectamente en su disciplina, en la confianza sobre Khar y su perfecta relación con el celador quien, sin lugar a dudas, no podría hacer nada para confrontar a uno de sus miembros.

En tanto la escena sucedía, y el ambiente se intensificaba, a los lejos parecían volver los dragones fantasmales de Clous.

- ¡Señor Clous! -advirtió con un grito Renato, sudando de cabeza a pies. - ¡Algo viene hacía aquí!

Los dragones se irguieron frente al celador, como serpientes de agua hechas de un aire opaco. Clous inclino la cabeza mirando uno por uno. Aquellos que nada tenían por informar, desaparecían en el aire, volviendo al mango de su espada. Hasta que, llegado el último, Clous sintió algo. Aquel dragón de mimbro se le quedo observando, meditabundo, distante. La información que poseía era de vital importancia por el tiempo que aguardaba allí. Entonces, hubo una especie de explosión diminuta y el dragón se convirtió en un pergamino dorado, cuyas letras se leían de izquierda a derecha. Sairo confiaba plenamente en la reliquia y sus poderosas habilidades. No obstante, y siendo un mago experto en las artes elementales que tanto había perfeccionado con el paso de los tiempos, veía poco ortodoxo el uso tan absurdo que el celador le daba. Clous no parecía cansarse de releer las mismas líneas, una tras otra.



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En el texto hay: accion, magia, medieval

Editado: 27.07.2023

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