Ciudad Stelsa, planeta Irión, tercer planeta del Círculo.
Promedio de aura; 63 puntos.
Raza; Humanos, Sentos, Polígalas.
Fuera de las puertas de una librería gigante, extensa hasta su plenitud de manuscritos antiguos, perfilados por quienes ya no yacen en nuestra historia, se encontraba sentada, esperando a uno de los miembros de su orden, Misa Leibrane. Una bruja de dotes excelentes en herboristería, alquimia y tomos descriptivos sobre la magia oscura que asecha el abismo Hol’da’in. Era una de sus últimas investigaciones, quizá la mejor de todas con excepción de los casos sobre elementales de fuego inclinados al uso de la magia peterrorativa. Deseaba con ansias enseñarle a los demás sus descubrimientos más recientes.
El cielo se nublaba con una tonalidad verduzca y grisácea. Era fácil notar que la lluvia acida dejaba a todos enloquecidos. Pero la especie Sento ya acostumbraba vivir así, pues eran criaturas artrópodas de gran tamaño con corazas resistentes a las toxinas de su entorno. Eran seres poco inteligentes, buenos constructores y grandes peleadores que cargaban con sus presas, apretándolas contra sus colmillos y destruyéndolas inmediatamente. No obstante, y para hacer un balance en el tercer planeta del Círculo, Draherlord, como solían decir los libros de historia, creó a los Polígalas, la segunda especie de mayor demografía y quienes servían como “pensadores” y “eruditos” del lugar; en resumen, eran los seres inteligentes que dirigían la economía, política y sociedad en general junto a los Sentos, quienes pasaban a ser obreros y soldados.
Los Polígalas eran humanos de taxonomías más complejas. Eran mamíferos inteligentes pero invertebrados que vivían dentro de tanques de agua compuestos de conservantes especiales en las Cámaras de la duda; un enorme establecimiento en la ciudad capital del planeta, donde se llevaban a cabo las decisiones económicas y políticas en general. Sirvieron a la Luz desde tiempos inmemorables, mas pudieron relacionarse con otras especies cercanas a Trenaje para interaccionar con ellos y reunir nuevas fuerzas en su nombre. Sus cuerpos gelatinosos carentes de huesos, combinan las aptitudes de una babosa o ameba con ojos, corazón y cerebro. Sus pulmones se adaptaron rápidamente al entorno toxico de su planeta, pero les fue en vano ya que decidieron protegerse de las terribles condiciones climáticas incubándose por siempre. Lo que dicen es transmitido por ondas electromagnéticas que se reducen a susurros que escucha su interlocutor. Desarrollaron la habilidad de transmitir palabras nuevas, en quince idiomas diferentes. Una especie de ilimitado poder evolutivo.
Algunos Sentos pasaron frente a Misa, pero sin percatarse de su presencia. En ese momento llegó a la ciudad por un portal verde, Constance Rudwolski, “el tenor”, mago experto en necromancia y origines oscuros. Al igual que Misa pertenecía a la orden de magos de Khar, y contaba con una relación estrecha con la bruja. Se trataba de un mago un tanto sombrío, serio pero audaz, adulto y con canas, repletos de vigor.
- ¿Me has estado esperando demasiado?
-Qué manera tan astuta de saludar a tu novia.
Misa le estrechó la mano, como cualquier miembro o submiembro de la orden. Empero, ambos querían saludarse “como correspondía”.
-Aquel que duerme me habló de una profecía particular. -lo dijo en tono serio, aunque sonriéndole a quien sería su esposa.
- ¿Qué te dijo ese loco esta vez?
La lluvia había cesado, y los Sentos trabajan arduamente llevando carros de carbón y uranio empobrecido a los laboratorios de la central. Apenas algunos rayos se reflejaron con incertidumbre en los pozos de agua contaminados de ácido.
-Dijo algo como; “A veces las plantas viven. A veces se mueren. A veces crecen en lugares felices y se marchitan en terrenos obscuros”.
A Misa se le escapó una risotada.
-Ese tipo está volviéndose loco.
-Yo le creo. Nunca se ha equivocado en una predicción ni mucho menos. Sabe demasiado, y eso me asusta.
La bruja dedujo que aquello podía no ser tan gracioso. Claramente, su novio estaba demasiado preocupado por la Bestia. Las noticias sobre una posible guerra llenaban la cabeza de quién fuese a oírlas. El Triángulo de Magos ya había participado en la anterior guerra universal, y se inquietaban por una nueva.
- ¿Cuál fue tu pregunta? -le inquirió ella. - ¿Qué le preguntaste para que te respondiera eso?
Constance parecía ausente, como si estuviese en otro planeta conversando con alguien más. Una táctica que su novia conocía muy bien. Su novio era muy cauteloso, amaba sufrir internamente por todo sin importar la ayuda que recibiese de los demás. El estrés y la ansiedad era cosa del día a día. No faltaba un momento en qué no pensase en el futuro; no solo de él sino de los demás. Vio morir a muchos compañeros a lo largo de su carrera y ostentaba una posición alta en la orden junto a Khar. Su trabajo tampoco lo ayuda mucho, puesto que estudiaba la magia oscura y sus consecuencias, inclusive las cusas de que existan seres vivos capaces de traicionar el eterno amor de su Dios. Misa llegó para arreglarlo, tratar de solucionar esas dificultades para comunicar lo que sentía y lo que le pasaba. Aunque no todo era felicidad; a la mínima que Constance se quedaba solo, su mente lo traicionaba.
-Le pregunté por ti. -respondió al fin, cabizbajo. -Le pregunté sobre tu futuro.
Ella pensó un momento sobre la predicción del “durmiente”. Pensó además en las posibilidades de fatalidad que correspondían al trabajo de una bruja de excelentes cualidades como ella. Su mortalidad estaba lejos, pensaba. Sin embargo, era cierto que el durmiente no solía equivocarse; Nunca se equivocaba.
-Quizá la flor muera en la penumbra de un lugar feliz y alegre, con su otra flor. -le predijo ella, mientras Constance recobraba el color de su piel. -Te preocupas mucho por mí, por todos. No lo hagas, por favor. No voy a morir ni hoy ni mañana. He sobrevivido a la guerra del último comandante oscuro. Somos solo nosotros, amor mío. Nosotros contra el mundo. ¿estás mejor?
Editado: 27.07.2023