El límite del cielo - Máleran | libro 1.

Capítulo I - El deseo.

Tiempo:

10:05 AM, 31 de julio de 1897.

 

Lugar:

Afueras de Destokar, Nación Grity, Continente Apsurer:

 

A Melody le fascinaba el verano, en aquellas tardes recostada entre los inmensos prados verdes, con su amiga Amy admiraba con tal majestuosidad aquellas nubes con diferentes formas, podían pasarse días enteros dándole diferentes formas.

—Mira esa tiene una nariz parecida a la de un oso hormiguero —dijo Amy a su compañera intentó señalar con sus manos aquella voluminosa deformación de las nubes que la hacían parecer un oso hormiguero o al menos su trompa, las niñas jamás habían visto alguno, solamente en dibujos de la escuela o en fotos poco comunes en esos tiempos.

Al cabo de unos minutos de seguir recostadas Melody todavía no podía ver la forma del oso hormiguero que le indicaba su amiga aunque la nube ya se había deformado tanto como una bolsa de basura al echarla en un cesto. Después de varios suspiros por el picor que ingresaba en su pupila debido al ardiente sol de verano la muchacha subió su brazo derecho hasta una altura que tapara el incandescente destello solar, repentinamente recordó que debía de ir a hacer las compras, y se sentó entre aquellos crecidos pastizales debido a provenientes lluvias que habían azotado al pequeño pueblo semanas atrás.

Melody se paró entre la maleza de un saltó e informó a Amy de lo que debía hacer, a los pocos segundos se escuchó un rugido a lo lejos del prado, por el sol, sólo permitía ver la figura de un pequeño perro, pero al forzar la vista las dos amigas se dieron cuenta de que era el perro del señor Geltón. Ambas emprendieron la carrera de sus vidas ya que con sus esbeltos y largos vestidos no podían correr y mucho menos con aquellos zapatitos, así que para ganar velocidad amabas se descalzaron. La primera en tomar esta decisión fue Melody que tras un par de trastabilles comprendió que era mucho más cómodo correr sin sus zapatos aunque su madre se lo hubiera repetido miles de veces Melody no puedes andar por ahí cómo cualquier niño revoltoso de diez años pensaba Melody con la voz de su madre.

Aquellas palabras le daban vueltas en su cabeza cada vez que ella hacía algo indebido sabía bien que estaba mal, pero mucho no le importaba, porque su amiga no iba a delatarla con su madre y mucho menos por parte de ella misma. Desató sus provisorias agujetas que formaban un moño muy decorado de color rosa claro.

Por estar sumergida en sus pensamientos y darse vuelta en búsqueda del perro rabioso, Melody terminó con sus medias metidas en el centro de un charco de barro espeso. Algunas manchas salpicaron hasta su cintura y empaparon el vestido de Melody, Amy en cambio al ver el desastre en el que Melody se había metido decidió cruzar por un costado rodeando el charco con tintes de barro amojosado.

—Gracias Melody por ensuciarte por mí —vociferó la niña con una mano en su boca cómo sí este mismo fuera un megáfono para amplificar su voz.

—Para qué están las amigas, querida Amy —exclamó Melody en medio del charco haciendo una reverencia con ambos zapatitos en su brazo derecho el cual estaba a la altura del estómago por la clara reverencia hacia su compañera.

El feroz perro seguía acercándose sin dar un minuto de tregua para las pequeñas; saltaron por una valla de madera la cual llegaba hasta la cintura, ambas lograron cruzar a duras penas aquella inmensa valla que se extendía por todo el campo, las dos se ayudaron para cruzar hasta que el perro llegó a la valla sin tener oportunidad de seguirlas.

Sacando su cabeza embravecida y ladrando entre las vallas, sus mordiscos podrían haber destrozado aquella cerca de madera en un par de segundos; sólo si él pudiera haber razonado tal cual humano, al escuchar un silbido a lo lejos a las espaldas de Melody y Amy, el perro quiso sacar su cabeza haciendo el mismo movimiento pero en reversa, con la diferencia de que ésta vez, su cabeza se atascó en la valla.

—Manblou, vamos deja a esas niñas —exclamó la misma voz que silbo anteriormente.

El perro Manblou estaba atascado sin poder salir, sus aullidos y mordiscos a la nada como si estuviera masticando aire, finalizaron.

—Melody, vámonos, ya no deberíamos estar aquí. Nuestras madres se molestarán si llegamos tomadas del brazo del señor Geltón —indicó Amy tirando del brazo de su amiga, pero Melody se quedó mirando al perro sin hacerle caso a Amy— ¿Qué estás haciendo? —dijo Amy centrando su mirada en el señor Geltón que se acercaba lentamente por su dolor de espalda que ya le crujía y molestaba desde hacía varios años.

Melody sin hacer caso a lo que su amiga preguntaba, se fue acercando lentamente al perro Manblou sus gruñidos se escuchaban tan tenues que sólo Melody podía oír, ella llegó hasta centímetros del perro acariciando lentamente desde el centro de sus dos ojos hasta su hocico, y sus gruñidos cesaron en su totalidad, sus caricias pasaron por sus extensos bigotes para calmar el miedo que tenía el animal. Melody posicionó su mano derecha en la tabla de arriba y su mano izquierda en la tabla de debajo y forzó ambas para intentar conseguir que Manblou sacara su cabeza, sin conseguirlo lo volvió a intentar, pero ésta vez Amy fue en su ayuda al ver que el perro ya no parecía tan rabioso ni malo. Eso sí, Amy se mantuvo a una distancia prudente de la bestia de cuatro patas.

—A la cuenta de tres amabas tiramos, ¿entendido Melody? —dijo Amy, Melody acento con su cabeza en tono de aprobación.



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En el texto hay: fantasia, romance, aviones

Editado: 19.07.2022

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