Alfred lo sabe. No hay mejor talento para mostrar frente a todos que su habilidad como jinete. Aunque es el único talento que un beta caprichoso y mimado como Alfred tiene para lucir, intenta sacarle provecho cada vez que puede. Le gusta escuchar como ovacionan su nombre, como todos dejan de verlo por un momento solo como el hijo menor de un fuerte alfa y el hermano inútil de dos destacados betas.
Y no se equivoca. Ante los ojos de los presentes, verlo cabalgar, le da un tipo de elegancia que no suelen ver en aquel joven beta. es como verlo convertirse en un soberbio príncipe que maneja con la perfección a aquellos cuadrúpedos animales.
Una carrera es suficiente para que todos fijen sus ojos en el menor de los Valtense y noten su atractiva fresca apariencia, sus bonitos ojos claros y ese rostro bien dibujado y proporcionado, que aun pequeño y algo afeminado, tiene un temperamento digno de la herencia de su padre.
Pero… toda esa alegría, la sensación de saborear el triunfa en esa carrera se evaporaron en el instante en que escuchó la voz de ese odioso alfa.
—Me encantaría también participar en esa carrera —la voz de Heriberto Kalser interrumpió la algarabía y todas las miradas que antes se posaban en Alfred se volcaron de inmediato hacia el joven alfa.
Los murmullos de admiración poco a poco comenzaron a elevarse mientras aquel mantiene sus ojos fijos en Alfred que no logra salir de su sorpresa. Aquel nunca ha participado en este tipo de carreras por lo que el beta no sabe que podría esperar de esto. Tensó su rostro con inquietud, sabiendo que Heriberto Kalser le gusta humillarlo.
Aun así, él no es cualquier jinete, le ha ganado a otros alfas y betas ¿Por qué tendría que temer ante ese engreído alfa?
Tal vez esto es una oportunidad de al fin poder pisotearlo, y mostrarles a todos que un beta puede ser mucho mejor que un alfa. Alfred sonríe victorioso, hasta ahora nadie ha sido capaz de ganarle en la carrera de caballos, menos un alfa por el cual su altura solo provocara que su caballo sea mucho más lento que él suyo.
Ante la participación de Alfred y Heriberto, todos los demás candidatos prefirieron no ser parte de la carrera, es evidente que no podrán darle competencia a ninguno de los dos, aunque nunca han visto cabalgar a Heriberto, pero siendo un alfa tan talentoso y seguro esperan una gran carrera.
Salieron todos al exterior, hacia las caballerizas de la familia Valtense. Mientras Heriberto avanza rodeado de betas femeninas que no dejan de alabarlo dejando evidente un interés más allá de ser solo admiradoras, del lado de Alfred solo caminan sus amigos y su primo. Ninguno parece de buen humor notando la popularidad de Heriberto. Salvo su primo que no deja de mirarlo de reojo.
—¿Estás seguro de querer competir con él? —le preguntó preocupado.
Alfred contempló por un segundo a Heriberto antes de bufar y alzar sus brazos estirándolos.
—No te preocupes, lo haré tragar polvo —respondió con seguridad provocando que Eduardo arrugara el ceño aún más inquieto.
—Alfred hacele ver a ese engreído alfa que los betas somos mejores —dijo otro de sus amigos agarrándolo de los hombros.
Alfred sonrió intentando mostrar sus músculos antes que sus acompañantes lo despeinaran echándose a reír.
Heriberto que camina más atrás entrecerró los ojos contemplando la sonrisa de aquel tonto beta. Y aunque avanza sonriendo y moviendo la cabeza como si escuchara cada palabra en realidad va ignorando a todas las betas que lo rodean. Porque en realidad el único beta que le interesa y le gustaría meter en su cama es aquel tonto que quiere jugar a ser un jinete.
Las caballerizas de la familia Valtense se destacaban por la calidad de sus animales, majestuosos, orgullosos, pura sangre. Si alguien llega a este lugar y pregunta cuál es el mejor lugar para comprar un caballo, es de seguro que todos le responderán que los caballos de la familia Valtense.
Alfred eligió un bonito animal de pelaje blanco, y él cual suele cabalgar con mayor confianza. Todos incluso notaron el cariño del caballo al aceptar la caricia del joven beta e inclinarse a la altura de su pecho apoyando la cabeza. La escena es tan llamativa que esa imagen Heriberto la llevara consigo incluso el día de su muerte. Y es que Alfred luce tan apuesto sobre el caballo que todos estuvieron de acuerdo que en verdad luce como el joven príncipe de un cuento de hadas.
El alfa no demoró en elegir a un caballo, uno de cabello oscuro y conocido como el más caprichoso y desobediente de todos. Ni siquiera su padre ha podido domar a tan majestuosa criatura, y por ello Alfred sonrió burlesco ante su decisión.
Ya quiere ver el ridículo que hará.
Pero contra todo pronostico se montó al caballo con facilidad e incluso el animal ni siquiera parece molesto de llevarlo encima. Y si Alfred parecía el apuesto y joven príncipe de un cuento de hadas, Heriberto parece ser un imponente emperador de rostro frio y apariencia atractiva.
—¿Cuál es el premio? —exclamó aquel ya arriba de un caballo acercándose a Alfred para solo ser oído por él.
El beta notó su expresión irónica y bufó antes de sonreírle con burla.
—Solo ganar —respondió alzándose de hombros y estaba a punto de alejarse cuando el alfa agarró las riendas del caballo que llevaba en sus manos impidiéndoselo.
—Derrotarte en esto debería hacerme merecer algo que valga la pena —susurró de modo provocativo.
Alfred se sintió atrapado por esa mirada cautivadora, y arrugó el ceño apartando sus manos de las riendas para mantener distancia.
—¿Qué quieres ganar? —masculló de mal tono con desconfianza.
—Un premio que exigiré más adelante y que debes prometer ahora que pida lo que te pida me lo darás —agregó con misterio y una malicia que solo el beta pudo percibir en su mirada.