Él, una obra de arte incompleta

Capítulo 16 - La aplicación de citas -

El verano ya estaba a punto de acabar y después de la cita con Drina mi madre no me había presentado ninguna gitana más, pasabas las semanas con una rutina fija: los días de trabajo hacía mi turno, llegaba a casa y descansaba; mientras en los días de descanso solía ver a mis amigos para jugar a baloncesto, tomarnos una cerveza en el bar de Moe, comer una barbacoa juntos, en el último periodo quedábamos solo yo y Christopher; Albe estaba siempre ocupado yendo a comprar ropa, cuna, carro y todo lo necesario para la llegada del bebé; Fabi, a través de Wentir se había echado novia y cuando podía quería pasar el tiempo con ella.

-Nunca me habría imaginado Fabi enamorado - afirmó Chris, mientras estábamos tomándonos algo en la terraza del bar.

-Ya, algo muy raro por su parte - afirmé.

-Estoy pensando descargarme la aplicación, a ver si ligo yo también. - confesó Chris.

-Al final estaré solo tomándome una cerveza aquí.

-¡Qué va! Me cuesta ligar, ya sabes.

-Y a mí.

-Oye, podríamos intentarlo los dos, incluso habrá gitanas.

-Si están allí es porque están buscando payos.

-Ya. - dijo.

-Para intentarlo no estaría mal - afirmé.

Sacamos el móvil y descargamos la aplicación, pusimos una foto y una biografía e intentamos entender cómo funcionaba.

-¿Qué dices? - le pregunté enseñando una foto de una joven morena, con los ojos marrón caramelo, tenía solo dos fotos, pero parecía muy guapa.

-Ostia, mal no está - confesó Chris.

Le di el corazón. - Oye, hemos hecho match - avisé.

-No me digas, ¿ya? 

-Al parecer.

-Háblale Ale.

-Ya, a eso voy.

Le escribí un simple hola y me contestó enseguida.

-Joder, ya me está hablando.

-Jo, por suerte no ligabas, eh - dijo Christopher.

-A ver como acaba.

-Pues yo me voy a casa, que tengo un par de cosas que hacer, ya me contarás.

-Claro Chris, nos vemos.

 

Estuve media hora sentado en la terraza con mi cerveza aún media llena hablando con Marta, así se llamaba la chica: era encantadora, muy amable y parecía hecha para mí.

Estuvimos hablando toda la tarde, charlar con ella, me hacía sentir bien, libre y disfrutaba.

-Oye, te apetece quedar esta noche? - me escribió.

“Joder, no me lo creo”, pensé encantado.

-Claro, dime dónde y la hora - contesté rápidamente.

“Joder, Ale, no enseñes tanto tu desesperación”, me reñí.

Me envió una dirección y enseguida la busqué en el mapa, para evitar llegar a otra cita como la con Drina.

Era un restaurante japonés, en Valencia Capital, por las fotos parecía muy romántico. 

Vi la hora, tenía poco tiempo, así que fui a casa para ducharme y arreglarme un poco.

-¿Dónde vas? - me preguntó Antón, mientras me ponía los vaqueros negros.

-Tengo una cita.

-¿Una paya?

-Sí.

-Ostia, hermano, muy bien.

-No grites, ahora tengo que inventar una excusa para mamá.

-Suerte Ale que sea una buena noche - me dijo abrazándome. -Y que mojes - susurró.

-Tonto - reí.

-Cariño, ¿Dónde vas tan guapo? - me preguntó mi madre

-Haremos una barbacoa en casa de Christopher, cenaré allí.

-Podías avisarme antes que ya hice la comida para todos.

-Guárdame mi porción en un tupper para mañana.

-Vale. No vuelvas tarde.

- No, adiós mamá.

Salí de prisa y llegué puntual al restaurante, aparqué y entré.

-Hola, tenía una reserva a nombre de Alejandro.

-Sí, su compañera ya llegó, allí está.

Marta se dio la vuelta; era más hermosa en persona que en foto, llevaba el pelo suelto y un mono naranja que resaltaba su piel bronceada. 

-Hola, encantada - me dio dos besos.

-Perdona el retraso - dije.

-¡Qué va! Llegué muy pronto.

-¿Cómo estás?

-Muy bien y tú, Alejandro?

-Todo bien.

-¿Te gusta el japonés?

-Sí, claro.

-Es que me encanta el sushi y este restaurante es mi favorito.

-Pues, me alegro de que me hayas llevado aquí - afirmé.

 

La noche pasó increíblemente bien, estuvimos compartiendo platos, pero también pensamientos y aficiones; Marta era una chica muy deportista, le gustaba mucho la ciudad, su favorita era Sídney, había ido de vacaciones con sus padres hace unos cuantos años; adoraba el sushi, su comida favorita era el nigiri de salmón, pidió unos cuantos aquella noche.

Estaba acabando la carrera de Derecho en Valencia, quería ser abogada como su padre y trabajar en su oficina.

-¿Y tu familia? - me preguntó, mientras el camarero quitaba los platos vacíos de la mesa. 

-Trabajan en diferentes mercadillos.

-Oh, entiendo.

-Soy gitano, sí, si te lo estás preguntando.

-Oh, vale, no parecías mucho.

-No todos los gitanos tienen la piel aceitunada.

-Ya, ahora lo sé.

-¿Te molesta? - le pregunté notando su rostro cambiando de expresión.

-¡Qué va! - contestó. -Oye, voy al baño y cuando vuelvo pedimos el postre.

-Claro. 

Habían pasado ya diez minutos, pero aún no había vuelto.

-¿Quieres postre? - me preguntó el camarero.

-Sí, pero estoy esperando la chica para pedirlo con ella.

-¿La del mono naranja?

-Sí.

-La vi salir del restaurante.

-¿Cómo?

-Sí, agradeció y se fue.

-Oh, pues llévame la cuenta. - dije decepcionado.

Saqué el móvil y vi que me había escrito.

Lo siento Alejandro, no es para ti, pero no quiero mal rollo, me había bloqueado, así que borré la conversación y después de pagar me fui.

Me senté en el coche y esperé un poco antes de ponerlo en marcha.

“Igual mi madre tenía razón, solo una gitana podía aceptarme”, pensé.

 



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En el texto hay: amor, culturas, sueño

Editado: 20.05.2023

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