El unicornio de la pradera

Capítulo tres:

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Rosemary continuaba su aventura montada en aquel caballo. Tenía muchas preguntas, pero sobre todo un gran cansancio, por ello decidió tumbarse sobre el animal y simplemente dejarse llevar al contemplar las nubes. En el acto, su cabeza iba poco a poco dejando de darle vueltas al reciente pasado. No era ella quién conducía, siempre había sido el pegaso. Aquel animal y el panorama le transmitían mucha paz. Sucedió entonces que el vastísimo horizonte que podía contemplar desde las alturas comenzaba poco a poco a tornarse de azul celeste a rosado y tonos anaranjados. Podría estar tratándose perfectamente de un bonito atardecer, pero esa nueva gama de colores no había hecho aparición por ese motivo. Rosemary lo notó en cuanto divisó que había cierta cantidad de diamantes flotando por el cielo. No eran diamantes con forma perfecta, tenían forma de cristales aún  pertenecientes a una gruta, o bien, eran irregulares. Nadie los había pulido. Eran totalmente naturales. Rose no pudo evitar preguntarse si alguno de ellos podría terminar en sus manos, y si por tanto, le podría salvar de tener que vivir en un matrimonio, con alguien a quien no amara, en esa época de su vida.

La chica no pudo evitar echarse a llorar pese a lo mágico de la situación. De nuevo había vuelto a rememorar todo lo que acababa de suceder. Como si la percibiera, el unicornio relinchó e hizo una pequeña pirueta. Rosemary sintió que casi se caía en el acto. Sin embargo, no pudo evitar reírse.

<<Pero qué es esto>>pensó más animada.<<¿Me he vuelto loca?>>

Rosemary se fijó en que ya no podía ver Silverreach a lo lejos. A continuación, intrigada, se dirigió al unicornio:

-¿Dónde me llevas? ¿Por qué viniste a mí?-preguntó -El animal no hizo nada, seguía volando-¿Me entiendes? ¿Comprendes el lenguaje humano?

El pegaso no se inmutaba. En cuestión de unos minutos, la criatura mitológica comenzó a descender, como si de un avión aterrizando se tratara. Rosemary sentía la adrenalina en el acto.

Unas hermosas colinas, compuestas de una hierba verde intenso, un montón de cristalitos tumbados en la tierra, los cuales eran de diferentes colores, en especial de tonos azulados, anaranjados, rosados y blanquecinos; un acantilado enorme que tenía una maravillosa cascada en frente... El agua de ese lugar resplandecía y tenía tonos azules y rosados; había además, un montón de brillos plateados emanando de la misma. Por todas partes emanaba una gran flora. Se hallaba en especial una gran cantidad de flores rosadas por todas partes, la cuales tenían una forma parecida a una rosa tipo "Sweet Dolomiti".

Se hallaba en especial una gran cantidad de flores rosadas por todas partes, la cuales tenían una forma parecida a una rosa tipo "Sweet Dolomiti"

Rosemary había aterrizado en ese fantástico y maravilloso lugar gracias al pegaso. Ella no podía dejar de contemplar todo lo que tenía a su alrededor. La muchacha se sentía maravillada. Aquello era un paraíso que solo podía pertenecer a uno de sus libros que le encantaba leer. 

De nuevo intentó volver a comunicarse con el unicornio:

-¿Qué es todo esto? ¿Es dónde vives?

El pegaso de nuevo no respondió. Rosemary notó que ahora la criatura tenía una especie de purpurina celeste por todo el cuerpo. La purpurina en realidad, estaba compuesta de energía y había emanado de la piel del pegaso. Rosemary no le preguntó esta vez. Ya había asumido que el unicornio no la comprendía.

La chica comenzó a caminar lentamente. Quería explorarlo todo y pasarse todo el día únicamente haciendo eso, desde luego que no le hubiera importado.

El pegaso, quien ya había hecho desaparecer sus alas comenzó a seguirla. Pese a no saber lenguaje humano, Rosemary notaba que de algún modo se comunicaba con ella.

A la chica le comenzó a llamar la atención como solo veía plantas y elementos naturales. Ningún ser vivo parecía asomarse por ninguna parte. Hasta que al cabo de un rato...

-¡AY!- gritó del susto.

Rosemary había visto como otra mujer salía de detrás de unos árboles. La mujer no parecía ser una humana cualquiera. Era mil veces más bella que Rosemary, y eso ya era como encontrar el Santo Grial. La mujer tenía una muy larga cabellera ondulada y sus orejas eran puntiagudas. Lo más llamativo de todo era que su ropa resplandecía. Llevaba como una especie de túnica y un manto sobre ella. Sus prendas eran blancas, con llamas amarillentas y anaranjadas por la parte de abajo. Tenia unas alas enormes que se asemejaban muchísimo a las de una libélula.

Si Rosemary estaba impactada, aquella hermosa fémina lo estaba aún más. Con cara de preocupación, se acercó rápidamente a Rose.

-¿Quién eres? ¿Qué te ha pasado? ¿Cómo es qué vas con un unicornio?

Rose se puso nerviosa.

-Yo...,yo... Es-estaba... corriendo- Rose tragó saliva y fingió terminar la frase con firmeza. Al ver que no había convencido a la mujer, continuó- Corría por el bosque, señora...Y el pegaso que está detrás... apareció delante de mí y me ofreció montarlo.

-¿Y has terminado así?- preguntó la mujer incrédula.

Rosemary se miró la ropa. No había caído en ello. Llevaba toda la ropa hecha harapos y tenía un montón de pequeñas heridas por todas partes.

-Es que... Es que no sabía montarlo...

El hada continuó incrédula. Ella sabía que los pegasos no necesitaban ser montados con ninguna técnica. Los propios animales eran los que llevaban el mando al ser montados y por sus cualidades, eran perfectos haciendo su trabajo.



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En el texto hay: hadas, unicornios, fantasia y magia

Editado: 07.03.2023

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