Rosemary no dejaba de maravillarse al contemplar todos los rincones y facetas que le ofrecía el Edén. Todo en ese lugar era sencillamente mágico. No había elemento o incluso ser vivo que no resplandeciera.
En mitad del camino, mientras Rosemary se iba quedando atrás respecto a Platina por distraerse con las libélulas de colores vibrantes que no dejaban de revolotear a su alrededor, el unicornio que antaño la había acompañado apareció.
La criatura relincho, llamando así la atención de nuestra protagonista.
-¡Oh, eres tú!-exclamó Rosemary.
La chica se dirigió hacia al animal y, por sus recién estimulados ánimos, abrazo al susodicho.
Platina se dió la vuelta al percatarse de la escena. El hada se acercó con cautela. Al unicornio le había salido alrededor de la espalda y el estómago unas auras amarillas con purpurina.
-Ey, unicornio. ¿Te ha puesto está joven ya un nombre?- preguntó.
Habiéndola entendido, la criatura negó con la cabeza. Rosemary se quedó atónita.
-¡Pero si a mí no me entendía!-gritó mientras miraba al hada incrédula.
-Ay Rosemary, eso es porque aún no ha nacido en ti esa habilidad. Solo las hadas se pueden entender con los unicornios- respondió Platina.
-Pero... ¿todas?
-Sí, claro. Algunas mejor que otras, pero es un don que se haya en absolutamente todas las hada -El hada mostró ímpetu mientas señalaba a Rosemary.-Además, tengo que decirte que el unicornio que te trae hasta el Edén, se vuelve tu compañero de confianza.
-Ah, ¿te refieres a tu mascota?
-No, por Dios joven, no lo llames así...- comentó el hada disgustada.
-Lo siento...
Los patrones y colores de la piel del unicornio habían vuelto a cambiar.
-Veo que...- dijo la protagonista..
-Ah sí, los unicornios reaccionan así a las emociones de los demás. Son seres muy empáticos. Además son muy sensibles, tienen un montón de patrones, cada uno asociado a una emoción...
-Vaya...
Rosemary estaba muy sorprendida por esos datos. Mientras Platina hablaba, había acariciado la crin del caballo y esta había comenzado a ser bicolor. Unas oleadas amarillas y moradas muy brillantes se paseaban por el pelo del unicornio.
-Pero al tema, ¿has pensado ya en un nombre para él?-preguntó el hada.
-Pues la verdad es que no...-respondió la chica un tanto avergonzada.
-Te advierto que el unicornio y tú tendréis que llegar a un consenso.
-Uf...,bueno, lo iré pensando por el camino.
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Ambas mujeres habían llegado a su destino: el lugar donde el hada Ysys, la curandera, realizaba sus labores. El sitio consistía en una cueva, de las cuales colgaban lianas únicamente formada por hojas. Emanando de la roca de la cueva, había diversos diamantes de diferentes colores. En el suelo de la misma, había muchas pociones, ornamentados cojines bordados a mano y montones de paja recubiertas con mantas que hacían la función de camas.
-Pasad-dijo la curandera mientras salía de la cueva, como si supiera que Platina y Rosemary iban a visitarla aquel día.
Ysis era un hada que tenía las alas negras, el pelo verde y corto, y el resto de la ropa también del color de la naturaleza. Portaba, enganchadas a su cintura, una serie de pócimas que brillaban tanto como el neón que había presente en la cueva.
-¡Platina, qué alegría verte!-exclamó la mujer.
La peliverde iba a comenzar a hacerle preguntas sobre porqué había ido hasta allí, pero en seguida vio a Rosemary. Las cicatrices que tenía la chica en la cara dejaban una respuesta evidente al descubierto. El hada se acercó a ella y le dijo:
-Oh, Dios mío, no te preocupes, en seguida arreglo todo esto.
-Oh, no se preocupe usted..., hace un día que me dejaron de doler...-respondió la chica con cierta timidez.
Ysis condujo a Rosemary, mientras le daba la mano, al interior de la cueva. Platina y el unicornio se quedaron fuera. La joven volvía a sentirse muy sorprendida en el Edén. Contemplar la cueva y todo lo que había en su interior se sentía como un mágico sueño. Ella jamás había visto nada neón, le era espectacular y surrealista. Le llamó la atención los miles de elementos que había en el suelo relacionados con la brujería benévola. De repente, Ysis soltó a la chica y se dirigió a uno de los puntos más oscuros que se situaban en el entorno. El hada se volteó hacía Rosemary. La joven, ahora, solo podía verle sus ojos verdes.
-Veamos... Todo lo que puedo ver son rasguños y moratones... Fácil solución va a tener-dijo el hada bien convencida.
La joven no entendía nada de lo que Ysis estaba haciendo. Sólo se percató que ya debía de estar usando su magia. Agradeció no haberse tenido que desnudar para ser examinada. La mujer volvió a ser visible para Rosemary al salir de la penumbra donde estaba ubicada. Ahora, ella llevaba en sus manos una serie de pociones. El hada dio un pequeño salto y finalmente terminó alzándose en vuelo.
-¡No te muevas jovencita!-exclamó desde el punto más alto de la cueva.
En seguida, Ysys se situó sobre la muchacha y comenzó a derramar los contenidos de todos los frascos que llevaba a la vez, mientras giraba alrededor de Rosemary.
El líquido que caía de los frascos lo hacían formando un perfecto vórtice. Rosemary temió que le fueran a manchar la ropa y el cuerpo, pero en cuanto la alcanzaron, se fijó en que no se comportaban como unos líquidos normales. Las sustancias entraban en el cuerpo de la joven en forma de rayos de energía de distintos colores. La joven se percataba de como sus heridas iban desapareciendo por completo en un santiamén.
El hada terminó su vuelo. En seguida le dio las manos a Rosemary.