— ¿Asique por eso llorabas? —Me miró con seriedad.
— Básicamente me llamo asesina y supuso que estoy a tu lado por que decidí interesarme en tu dinero.
— ¿No te interesa?
— Sí, para salir de esa ciudad.
Estábamos en una alta colina, mirando gran parte del estado, un mirador de nombre “El Borde”. Tenía una botella en mi mano, algo de alcohol, ¿ron quizá?
— ¿Lloraste por esa tontería? —Siguió mirándome mientras me extendía la mano solicitándome aquella bebida.
— No lo sentí como una tontería Leonardo. Antes cuándo me agobiaba mi miserable vida solía ahogarme en compras y billetes. —Se la pase.
— Puedes seguir haciéndolo conmigo. —Dio un trago largo para luego suspirar, como si el calor en su cuerpo le diera paz.
— En algún momento tenía que enfrentar la realidad.
— ¿Acaso este es el momento perfecto?
— Cuándo afrontas a la vida real no hay momentos perfectos ¿Sí sabes?
— Entonces; a ver si entendí, el verdadero motivo de tu llanto fue todo los cambios que has tenido y Laura fue el detonante de tu malestar hablando estupideces que ella desconoce ¿Me equivoco?
— No lo haces y quizá sí. Siempre me sentí grande, más allá del cielo, enorme ante el mundo y luego me doy cuenta que mi tamaño en este sitio se asemeja a un grano de arena.
— Te pones filosófica.
— ¿Entiendes o no? —Le miré con molestia.
— Lo hago, ¿pero cuál es el punto? Al final quedó en su lugar y será inevitable que cuente la verdad.
— Su verdad Leonardo, no la mía —Insistí.
— Bueno, una cara de la moneda. Al final, Snake está más destruido de lo que podemos pensar, gracias a mi padre, pero al final se siente como una basura y eso a mí me sirve.
— ¿Enserio? —Le quite aquella botella.
— A mí cualquier cosa que le dañe me alegra.
— Sino me vas a decir que te hizo Mike no quiero hablar del tema.
— Demonios —Emitió un bufido y negó cerrando los ojos mientras sus manos iban a su rostro. — ¡Tú de verdad quieres saberlo todo!
— ¿Es una pregunta?
— Una afirmación en realidad. Pero supongo que no tiene sentido tenerte en espera con ese tema.
— Entonces comienza.
— Básicamente él se acostó con mi madre.
— ¿Tienes madre? —Abrí los ojos asustada.
— ¿De dónde crees que salí, tonta?
— Bueno sí, pero no pensaba que tuviesen relación. —Tome un leve sorbo.
— Digamos que su papá al cumplir los quince lo llevo al lugar donde trabaja mi madre y bueno, pasó lo que tenía qué. —Tomo aire para continuar. — Sabes que uno tiene una época de puberto imbécil; él no estaba libre de ella, cuándo todo paso difundió fotos y videos de cuando estuvo con ella, me llene de rabia, eran sus malditos comentarios, esa actitud machista y de imbécil lo que me hizo perder el control.
— ¿Qué hiciste?
— Lo golpee, tanto que olvide que era mi amigo.
— ¿Él sabía que era tu madre?
— Nunca se lo dije —Sostuvo su mirada rota en mí. — Me llené de odio hacia él y su padre, a su familia también. Él cuenta la historia de una manera diferente, eso creo.
— Pudiste evitar todo ese odio, Leo.
— No. Nunca podría, me había fallado.
— Pero él no sabía lo que hacía.
— ¿Y eso cambia el terrible error que cometió, Adela? ¿Hace la diferencia? Es tan imbécil que si le hubiese contado quién era mi madre lo habría hecho tan público como esos videos. —Arranco de mis manos aquél susodicho ron.
— Tú mamá... ¿Ella se prostituye cierto? —Coloque una mano en su hombro.
Solamente asintió separándose de la botella y con los ojos llorosos.
— ¿Es por eso que decidiste hacer la diferencia conmigo?
— ¡Quizá, no lo sé, Adela! ¡Cállate por favor! — Insistió para volver a tomar.
Lentamente me acerqué a él y baje su botella a lo cual me miró con agresividad pero no hizo nada. Sentí la necesidad de abrazarlo con fuerza, de decirle que yo no revelaría aquel terrible secreto, aunque no le viese nada de malo por mi parte, hablar del tema no me correspondía, hacerlo público por decirlo. Aunque no pudiese ponerme en sus zapatos, él merecía el tiempo y espacio necesario para poder hablar del tema.
Con aquél abrazo sentí un Leonardo cálido, más humano y real. Poco a poco me correspondió y tomo aire, para lentamente descargar el dolor llorando en mis brazos. Había un aire helado que corría por nuestros cuerpos y el gran atardecer no nos daba ningún calor. ¿Cómo mirar con amor cuándo ya nos han fallado una tras otra vez? Esa pregunta giraba en mi cabeza, sin motivo alguno. Fue ahí donde me di cuenta que Leonardo me miraba como aquella gran puerta de salida del dolor y rencor, pero según él tras salir de ahí con una venganza encontraría paz al fin. Por mi primera vez en la vida empezaba a pensar en algo que no fuera yo, porque honestamente eso no le daría paz, ni mucho menos lo sacaría de su calvario. Pero hacer la diferencia de manera positiva en él, a lo mejor y ayudaba a hacerlo ver con claridad que tenía que asumir, perdonar y salir adelante.