Estamos de acuerdo que toda extraordinaria historia necesita un impactante y único comienzo, ¿no es así?
Bueno, entonces creemos ese gran comienzo diciendo que esta no es la típica historia cliché de dos vecinos que se odian a muerte para luego cambiar esos sentimientos en el último minuto.
—¿Entonces que se supone que somos nosotros Judie?
—Somos una excepción Dylan. Ahora por favor guarda silencio que me desconcentras.
—Está bien, ya me callo.
¿En que estaba? Oh, sí. En contar el gran inicio de esta historia. Un inicio único y muy peculiar si me lo preguntas.
Un Año Atrás
JUDIE LEWIS
Desde que tengo memoria he odiado el día de San Valentín.
Puede que suene tonto o no, pero, ¿Por qué celebrar algo que a la larga te hará daño? Solo piénsenlo, están jugando a la casita feliz con alguien que sinceramente jamás conocerán del todo.
Siempre habrá cosas que no sabrás de él porque o son muy personales o simplemente él no creía que fueran de mucha importancia como para discutirlas contigo.
Eso sí te va bien, porque de lo contrario tremendos cuernos te vas a cargar. Y lo peor de esto es que será por un largo tiempo y en tus narices.
Por eso y muchas cosas más, adoro la soltería.
Debería hacerle una estatua.
Mientras voy caminando a paso lento por las calles que me llevarán de camino a la universidad escucho como el molestoso de mi vecino Dylan Foster grita mi nombre.
—Hey, ¿Se puede saber por qué no me esperaste hoy? —Saluda cansado una vez que alcanzado mi paso.
Genial, para la próxima tendré que salir más temprano de la casa y si es necesario, tomar al autobús, aunque se vea realmente patético.
Suficiente he tenido de él los últimos diecinueve años como para tener que soportar más.
—Dylan, nunca te espero. No sé por qué dices que hoy no lo hice. —Respondo con el ceño ligeramente fruncido. —¿Por qué no mejor vas a molestar a alguien más? Escuche que Harry anda alardeando que eres un gallina.
—Mmm, primero, eso es mentira. Harry es estúpido, pero nunca haría eso. No si quiere seguir vivo.
Contesta feliz caminando a mi lado.
—Y dos, mi calendario dice que hoy toca molestar a Judie alias gruñona.
Suspiro frustrada. —Dios, ¿Por qué no te lo llevaste cuando tenías oportunidad?
—¿Acaso no descansaste bien? —No respondo. —¡Cebollita!
—Dylan, juro que si no te callas yo mismo lo haré. —Gruño. —Y por favor, no me vuelvas a llamar cebollita, sabes que lo odio.
—Lo sé, por eso lo hago.
Ruedo los ojos.
—Como sea, ¿me puedes decir por qué estás tan gruñona el día de hoy?
—¿Es una broma, cierto? —No responde. —Dios santo de mi vida, empiezo a creer que el golpe que te diste el verano pasado realmente afectó tu cerebro. Hoy es viernes.
—Oh, ahora todo tiene sentido.
Hace una pausa.
—¿Sabes? Aun no entiendo cómo alguien en este mundo puede odiar los viernes. ¡Sí se supone que estos días son sagrados porque significa fin de semana largo!
—Dylan, para ti los viernes significan fiesta y por eso los amas. En cambio, yo debo estar a la merced de la tonta de Tiffany.
—Quién por cierto está muy buena. —Dice con tono perverso. Hago una mueca.
—Dios, eres un asco.
—Tal vez. —Responde encogiéndose de hombros. —Pero aun así no me siento mal por decir lo que pienso sobre tu hermana.
—Que no es mi hermana, ¿Cuántas veces tengo que decirte lo? y, por si fuera poco, eres un cínico.
—¿Preciosa, de qué sirve ocultar algo que todo el mundo sabe que es verdad?
—Te odio.
—Eso no decías hace una semana cuando tus labios estaban sobre los míos. —Recuerda.
—¿¡Cuántas veces más tengo que decirte que fue un reto!?
—Muchas. Porque, aunque lo niegues ese beso se sentía como algo más que solo un reto.
—¡Ahg, eres insoportable Dylan Foster!
Editado: 21.12.2021