❀~✿ ❀~✿ Lym y aquel nombre desconocido❀~✿ ❀~✿
La casa del caballero que salvó a la joven de ser secuestrada, quedaba bastante lejos del lugar en donde ella había vivido por un tiempo. Por dentro de sí, la niña asumió que su decisión fue la mejor, no iba a quedarse para ser vendida a una persona como el dirigente azul, alguien increíblemente macabro.
Al llegar al sitio, ella abrió los ojos asombrada por la mansión que daba la apariencia de un castillo. Antes de saber que se iría de Frost, la ciudad helada, pensó que se quedaría en aquella casa de ensueño sin saber que le esperaba un paraje mucho más grande que ese.
Siguiendo al hombre, quien a medida que caminaban se quitó su enorme armadura, quedándose con su camisa blanca; llegaron a la sala, allí había un grupo de sirvientes que por un momento se preocuparon por su señor al ver que se había tardado tanto en regresar.
La niña se sintió tensa al recibir la mirada fija de todos, no era la primera vez que era el punto de atención, pero eso no quitaba que se sintiera tímida.
—Vendrás conmigo a Lym— dijo el hombre lo que sorprendió a sus empleados. Él no era partidario de usar esclavos —No tienes a nadie, ¿verdad?
Negó cabizbaja, su nerviosismo no le permitía alzar la mirada.
—Trabajarás en mi casa, eso si tú lo quieres— no era como si pudiera negarse —Ahora bien— giró hacia las mujeres —Denle ropa limpia. Estaré en el patio por si me buscan.
—Sí, señor— asintieron llevándose a la niña.
Era la primera vez que la jovencita admiraba un lugar tan bonito como el que se encontraban, nunca había estado en una habitación como la que le dieron y en su vida había usado un vestido tan lindo como el que le obsequiaron. El caballero le había dicho que podría irse cuando quisiera, que era libre, pero el tener que dejar un sitio como ese no era una opción; de todas las primeras veces que experimentó en tan poco tiempo, esa era la primera vez que se sentía a salvo después de tanto.
Esa noche, a la vez que estaba acostada en la cama más cómoda en la que había estado nunca, tomó una decisión: nunca abandonaría a ese buen caballero que la rescató de un futuro oscuro. No era necesario que se fuera, él era amable, dio su collar, que a simple vista se apreciaba lo valioso que era a cambio de su libertad; tenía que pagárselo de alguna manera y el trabajo duro era la mejor opción.
Así que, al día siguiente. La niña fue una de las primeras en levantarse, ella no quería ser un problema, por lo que casi no durmió preparando una y otra vez lo que tenía para acompañar a su salvador de camino a Lym, la ciudad en donde vivía.
Las expectativas de la chiquilla estaban por los cielos, el camino no podía ser más silencioso. Entre veces ella observaba por lo bajo, cómo el caballero miraba por la ventana del carruaje con una expresión neutral. Su cara no le decía nada, no podía hacerse una idea de quien era, y para ser sincera, ni siquiera le importaba. Lo único relevante era el hecho de que estaría con él por siempre, y que, en un futuro, pagaría lo que hizo por ella.
—¿Alguna vez habías salido de Frost?— preguntó de repente a lo que la niña levantó la cejas. No esperaba que él le digiriera la palabra, pero lo hizo. La expresión y el lenguaje corporal del caballero eran propios de alguien tranquilo, no obstante, su mirada autoritaria y el tono tan ronco que empleaba, demostraba lo contrario. Era un completo dilema.
—No— contestó en voz baja. Sin importar lo agradecida que estaba, el aura del hombre era de temer.
—Entiendo.
Y otros diez minutos pasaron de total silencio.
—¿Cómo… es Lym?— se aventuró en preguntar. Ella era consciente de que el viaje se sentiría menos incómodo si conversaban. Hasta Tales, su antiguo dueño, lo sabía y no paraba de hablar con sus socios mientras se trasladaban de un pueblo a otro.
—No es helado como Frost, las estaciones son más variadas— por más inexpresivo que fuera, se notaba lo mucho que le gustaba vivir allí. Su rostro cambió al responder —Está lleno de mucha vegetación, es un lugar con flores coloridas y lagos tan azules como el cielo. La gente es amable, siempre anda risueña y dispuesta a ayudar.
—En Frost no hay tantas flores, hay más hierba que otra cosa. Las flores son de cristal de hielo, tan transparentes como eso— comentó jugueteando con los dedos —Las personas son desinteresadas. Dígame, ¿usted es amable porque viene de Lym?
—¿Piensas que soy amable?
—Usted me salvó— bajó las cejas —El que quería secuestrarme, me habría hecho daño si no fuera por su intervención. ¿Verdad?
—¿Era la primera vez que te pasaba?
—Ump— asintió.
—No nací en Lym, fui asignado ahí hace diez años, pero te puedo decir que allá no encontrarás ese tipo de personas.
—Eso me alegra— iba a sonreír, no obstante, sus ganas se fueron al recordar al dirigente —¿Y cómo son los animales? En Frost nada más veía ovejas y conejos.
—Hay vacas, perros, gallinas, de todo un poco.
—Guao.
La niña aprovechaba cualquier cosa que decía el caballero para preguntarle acerca de eso y de ese modo elaborar una conversación. Ella se dio cuenta de lo mucho que le agradaba al hombre, responder sus dudas, él era la persona más inteligente que había conocido o ella no sabía tanto del mundo para considerarlo así. No había cosa que le preguntara, que no tuviera una respuesta. Lo más lindo de ese recuerdo era el esfuerzo que hacía para explicarle de una manera tan sencilla para que ella lo pudiera entender.
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Editado: 12.03.2024