Capítulo 12: La persona más importante
Azra era consciente de lo mucho que las personas comentaban sobre su relación con Freya. A escondidas, el muchacho escuchaba miles de frases que al principio le molestaban: que perdía su tiempo, que era un idiota por no acostarse con las docenas de señoritas que lo deseaban, y que solo esperaba la oportunidad de hacerlo con aquella rubia de ojos azules. Inclusive, que él se rebajara a hacer «cosas de mujeres» como tender la ropa y lavarla, era parte de su elaborado plan para llevársela a la cama.
El joven caballero la quería, ignorando la parte sexual, él veía a Freya como algo más que una persona con rasgos atractivos. Ella era la única que lo trataba como Azra y no como el hijo de Aron Vritz. Estar con la chica era su parte favorita del día, le encantaba ir con ella después de entrenar y relajarse con las travesuras que se les ocurrían juntos.
Tener tantos sentimientos con respecto a Freya, le parecía problemático. Hacían años que él se dio cuenta de que el corazón de su amiga tenía dueño, al joven no le importaba de quién se trataba, no quería deprimirse al saber que, tal vez, su rival amoroso era mucho mejor que él.
—Y listo— dijo la joven terminando de doblar la última sábana en una cesta de paja. Nada más le quedaba llevar las prendas a la mansión para que las demás chicas se ocuparan de ponerlas en su sitio —Somos un buen equipo— le sonrió a Azra, quien la miraba con las manos en los bolsillos.
—Yo te ayudo, tú me ayudas— se acercó cargando el enorme recipiente —Quiero que me acompañes al pueblo, necesito comprar unas cuantas cosas— Azra había planeado algo para Freya, quería que la chica lo recordara para cuando se fuera —Llevamos esto y nos vamos.
—No entiendo cómo te harás en esos dos años si no puedes vivir ni un solo segundo sin mí— mofó sacudiéndose el pelo —Está bien, acepto.
—Tampoco te creas— refunfuñó alborotándole el cabello.
—Vamos, sirviente. ¡Lleva las cestas!— señaló a risas.
—¡¿Sirviente?! ¡¿Has olvidado quién soy?!— le siguió indignado —No te metas con alguien bueno como yo. Por accidente, unas sábanas tan blancas como las nubes, se me podrían caer al suelo. ¿Eso quieres?
—Mataría por saber quién fue el que te puso «Joven caballero». Eres más bien, un Joven diablo— achicó los ojos —¡Ensucias las sábanas y juro que nunca en tu vida te volveré a hablar!
—Oh, la niña me está retando— se detuvo boquiabierto —¿No dices que tengo manos de espagueti? ¡Quien sabe!
—¡Azralett!— le llamó en el momento que levantó ambas canastas para asustarla.
—Señor Azralett para ti.
—De verdad que eres tonto, sería «señor Vritz»— cruzó los brazos —No eres bueno con las amenazas ¿O qué? ¿No eres hijo de Aron?
—Emh…— sí, cometió un error —¡Encima que te permito que me llames por mi nombre, me dices tonto! ¡Inconcebible!
—Tsh. Ya llevemos esto, no perdamos tiempo— dio media vuelta —Yo también estoy interesada en comprar algo en el pueblo— jugueteó con los dedos para sorpresa del chico. Las mejillas de Freya se sonrojaron.
—¿Ah, sí? ¿Qué cosa?— por más que intentara ocultar sus sentimientos, los celos eran algo que lo sobrepasaban.
—Cosas de chicas— mintió.
La verdad es que, hace meses, mientras Freya andaba por el jardín; se dio cuenta de que los guantes que el caballero utilizaba para montar, estaban todos gastados. A pesar de que Aron los usaba con desinterés, ella vio eso como una oportunidad para hacerle un regalo que él tuviera por muchos años.
Imaginar a su ser más preciado usando su obsequio, le llenaba el corazón.
El par de jóvenes llegó al patio trasero en donde Azra dejó las canastas allí, ninguna de las chicas se encontraba a la vista, todas estaban ocupadas en su trabajo a excepción de Fayle, quien conversaba con un chico en los establos:
La larga cabellera de la muchacha había acogido un tono mucho más rojizo. Su cuerpo delgado, caderas un poco anchas y trasero pronunciado, se había convertido en la mejor de sus posesiones. Fayle estaba decidida en conseguir un buen pretendiente para antes de que cumpliera los dieciocho, y para eso, tendría que usar su aspecto físico como red en un mundo donde la belleza física lo era todo.
—¿Todavía no has conseguido información?— le susurró al joven que se encontraba con ella en la parte más escondida del sitio. La distancia entre ambos era corta, él no tenía reparos en tocar a Fayle como si le perteneciera.
—Tal vez sí, tal vez no— frotó sus labios contra los suyos, ambas manos estaban en la cintura de la chica con ganas de explorar las partes más sensuales de su estructura. Aprovechándose de la situación, él intentó subir hacia uno de sus senos, cosa que ella rechazó tomándole la mano rápidamente.
—Tampoco te sobrepases— cortó retrocediendo. El sujeto de cabello corto y castaño, de ojos marrones y apariencia cansada, sonrió tras su acción. A Fayle le desagradaban sus ojos grandes parecidos a los de un cuervo, su cara fina y seca, al igual que su nariz pequeña y respingona —Responde mi pregunta.
—Hablé con él, le enseñé un retrato tuyo y le gustaste— le acarició la mejilla.
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Editado: 12.03.2024