El Encuentro en el Bosque
El sol se filtraba a través de las hojas de los árboles, creando un mosaico de luz y sombra en el antiguo bosque de Valoria. El aire estaba cargado de la fragancia de las flores silvestres y el musgo húmedo. Elara, vestida con una túnica de lino y cabello recogido en un sencillo moño, caminaba con paso firme por el sendero de tierra.
Había escapado del bullicio del castillo, de las miradas curiosas y las expectativas que pesaban sobre ella. Su corazón latía con una mezcla de emoción y miedo. El encuentro con Sir Edric estaba a punto de ocurrir, y aunque su mente le recordaba su deber como futura esposa, su corazón se rebelaba.
El rumor decía que Sir Edric era un guerrero sin igual, un hombre cuya espada había cortado a través de enemigos y cuyos ojos habían visto la muerte de cerca. Pero también decían que su corazón estaba tan cerrado como las murallas del castillo. ¿Cómo podría Elara, con su amor por los libros y su deseo de libertad, encontrar un lugar en ese corazón endurecido?
El bosque se abría ante ella, y Elara sintió un escalofrío recorrer su espalda. ¿Qué haría Sir Edric cuando la viera? ¿La miraría con desdén, como si fuera solo un peón en el juego de poder entre sus familias? O tal vez, solo tal vez, encontraría algo en ella que trascendiera las alianzas y las promesas.
Y entonces lo vio. Sir Edric, montado en su corcel, esperando bajo un roble centenario. Su armadura brillaba al sol, y su mirada era tan intensa como el acero de su espada. Elara se acercó, sintiendo el peso de su destino en cada paso.
—Lady Elara —dijo Sir Edric, su voz profunda y resonante—. Esperaba encontrarte aquí.
Elara hizo una reverencia, sintiendo la humedad de la hierba bajo sus pies.
—Sir Edric —respondió—. El honor es mío.
Y en ese momento, mientras los rayos de sol se filtraban entre las hojas y los pájaros cantaban en lo alto, Elara supo que su vida estaba a punto de cambiar para siempre. No solo por el matrimonio que se avecinaba, sino por el hombre que tenía ante ella. Un hombre cuyo corazón, quizás, no estaba tan cerrado como todos creían.
*Continuará...*