Electus 1

El regreso de la reina

Luego de que los hombres de Maikol se marcharan, Marissa se aseguró de que la entrada a las mazmorras y pasadizos estuviera completamente cerrada. Se sentó en el suelo y se recostó a una pared, observó a su alrededor y sintió ganas de llorar por todo el caos que sucedía en su vida, utilizó su magia para dejar la habitación justo como era antes, los vidrios que se encontraban esparcidos por el suelo volvieron a formar el gran espejo en forma de alas que había en el centro de la habitación, las plumas volaron en el aire hasta formar dos grandes almohadas, los libros y papeles se colocaron uno a uno en su sitio y así poco a poco todo volvía a su lugar.

Al terminar todo se veía tan normal, que por un momento deseó que nada fuera cierto que la reina de la profecía no fuera ella, pero a quien engañaba solo ella había obtenido la marca del dragón, ninguno de sus antecesores habían sido capaces de impresionar a uno. No se arrepentía de haberla obtenido porque gracias a ella había vivido junto a Tain, su dragón, él le otorgó la marca de lealtad, esto la convertía a ella en la primera reina de fuego, del mismo modo en que sus antepasados se ganaron la compañía del príncipe de un elemento. Su padre obtuvo su marca por un guepardo, su abuelo por un fénix, su bisabuela por un águila y así en su árbol genealógico todos los reyes tenían un compañero y la marca de un elemento, pero no había registro de alguno que tuviera su alma gemela en un dragón, porque ese era el significado de un compañero, es tu alma gemela en el cuerpo de un animal.

No podía seguir en aquel estado, se levantó y fue a su armario, ella moriría con su mejor traje y con la cabeza bien alta. Lamentaba  no poder cumplir esa promesa que le hizo a su hija cuando era tan solo una bebé, no la conocería en persona, pero esperaba que la profecía de su muerte no solo fuera cierta sino que todas las demás también lo fueran.

Escogió un elegante vestido de color blanco con detalles de oro, lo colocó sobre su cama y se dirigió a su baño personal, se echó agua en la cara y trenzó su cabello de plata. Regresó en busca del traje que usaría, se lo puso junto a unas sandalias hermosas que pocas veces usaba, tomo una tiara que combinaba a la perfección con el estilo que había optado y se dirigió a la puerta. El plan era sencillo, aparentaría normalidad, si todos pensaban que estaba de viaje no se sorprenderían al verla.

Poco a poco los hilos del destino le mostrarían la verdadera cara del príncipe y de Meriel, la traidora. Dejó escapar un suspiro y pidió ayuda a los espíritus y finalmente cruzó las puertas, perdiendo el efecto de encantamiento que rodeaba a su habitación.

No pudo evitar su sorpresa cuando salió al pasillo y no vio a los guardias que siempre estaban protegiendo las puertas de su habitación, aunque eran innecesarios ya que nadie podía adentrarse en ellos a menos que la reina lo permitiera, si lo pensaba bien su verdadera función era ser portavoces de los visitantes.

Los pasillos estaban vacíos, la rutina diaria de los trabajadores hacia que estuvieran de un lado a otro, por eso sabía que algo andaba muy mal en aquel sitio. Se dirigió a los aposentos del príncipe, podía sentir que su energía provenía de allí. Al llegar a la puerta los guardias la miraron con una notable sorpresa, como si escondieran algo, pero ella fingió no darse cuenta.

—Anúncienme, quiero entrar a ver a mi hijo —Ambos hombres se volvieron a mirar asustados, el sudor les corría por la frente y la tensión era palpable en el ambiente —. Es que son sordos, he dicho que quiero entrar —dijo con voz severa, ella podía haber desaparecido pero aun así era la reina.

—Lo sentimos su majestad, pero no podemos, el príncipe está ocupado en estos momentos —finalmente habló uno de ellos

—No me digas, y que es más importante que atender a su madre y su reina  —la última palabra la empleó con la intención de recordarles a quien tenían en frente.

—Está con su prometida —una risa sonora salió de ella, pues no había permitido ningún casamiento, por lo que ese matrimonio no tenía validez, no necesitaba preguntar quién era la chica porque en automático un nombre vino a su mente.

—Meriel —dijo en un susurro furiosa, uso su poder para abrir las puertas de par en par y entró hecha una furia aquella habitación. Efectivamente su hijo y la banshee estaban comiendo el postre antes de la boda.

—Madre ¿Qué haces aquí? —dijo Dustin sorprendido, sus mejillas se sonrojaron ante la vergüenza de cómo los había atrapado.

—Y donde crees que estaba, hijo mío —camino hasta quedar frente a la cama, Meriel tapaba su cuerpo desnudo y puso una falsa cara de vergüenza.

—Su majestad, Elijah nos dijo que fue al reino de los vampiros a resolver unas revueltas.

—Los vampiros no están contentos conmigo, pero tampoco son tan estúpidos como para declararme la guerra

—¿Entonces donde se encontraba su majestad? —habló Meriel con una horrenda voz de preocupación

—Primero vístanse los espero en el salón del trono —se dio la vuelta para salir pero antes habló una última vez —No me hagan esperar.

Marissa sentía lastima por su hijo, por haber caído en las garras de aquella arpía, su plan era muy claro, llegar a la corona a través de Dustin, ella necesitaba impedirlo, ya no le importaba la profecía, no quería ver como jugaba con él, este no era perfecto, pero era suyo, carne de su carne, sangre de su sangre. Durante años fueron un equipo hasta que el rey los había separado e implantó la avaricia en él, la esperanza de que este rasgo algún día desapareciera siempre había estado en ella, pero lamentablemente aquel defecto venía en el gen de los humanos y muy pocos al ver la riqueza de aquel mundo no se dejaban sucumbir por el glamur y el poder.



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En el texto hay: fantasia, romance

Editado: 23.03.2022

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