— Pondré en alerta a Theras y Ventus, conociendo a mi hija y siendo igual de terca que su padre, es capaz de salir delante de nuestras narices y solo por contradecirnos.
— No creo que lo haga cuando sabe que no se pondría solo en riesgo ella, sino a nuestro hijo —contestó seriamente.
— Hijo —susurró Forgos. Todavía no puedo creerme que vaya a ser abuelo.
Aqualius lo miró fijamente, si era sincero no se había parado a pensar en el pragmatismo que significaba la palabra “abuelo” que si lo analizaba, era absolutamente extraño.
— Te haces viejo hermano —le dijo con una sonrisa de oreja a oreja.
— Te daré una paliza solo por eso, enano —le contestó Forgos mientras saltaba sobre él y lo apretaba entre sus brazos al mismo tiempo que intentaba quemarle la coronilla y Aqualius trataba de defenderse.
Brigit escuchó los sonidos y se puso en alerta, casi al tiempo que Selena, cuando llegaron hasta el comedor Ventus estaba cruzado de brazos observando la escena.
— ¿Pero que haces ahí? —gritó Brigit desesperada— ¡Detenlos! —le gritó.
— ¿Detenerlos? —le dijo Ventus sonriendo— Es solo un juego. Ahora vuelven a ser hermanos, a ser los de antes.
— ¿Un juego? —respondió sin dejar de observarlos y en ese momento escuchó las risas de ambos que estaban tan concentrados que los demás les resultaban ajenos.
— Digamos que siempre se han hecho cosas así y llevaban bastante tiempo sin hacerlo, es bueno que hayan vuelto a hacerlo —les contestó antes de marcharse.
Aquella noche Aqualius estrechó a Brigit entre sus brazos, acogiéndola perfectamente a su forma cuya espalda se alineaba perfectamente con su pecho, sintiéndola protegida y al mismo tiempo que él podía acariciar su vientre.
— Empiezo a conocer lo que los humanos llaman felicidad —le susurró entre aquel silencio aunque ambos sabían que estaban despiertos.
— Yo también soy feliz, Aqualius —le contestó colocando su mano sobre la de él, acariciándola.
— Brigit, debes prometerme algo —
— ¿Brigit? —respondió ella en un tono jovial y extrañada.
— Está bien, chispita, tienes que prometerme una cosa —volvió a decir sabiendo que a ella de alguna forma, acabó gustándole que la llamara así.
— Que es eso tan importante que deseas que te prometa.
— Hay demasiado peligro allí fuera como para que te expongas, te quedarás aquí durante el resto del embarazo o al menos, hasta que sea lo suficientemente seguro para ti.
Brigit evaluó la situación y aunque se había asustado demasiado en la isla, no creía que por salir corriera demasiado peligro pero si Aqualius pensaba que sí, no podía exponer a su hijo.
— Está bien —le contestó mientras se daba media vuelta para quedar frente a él— Me quedaré aquí, aunque te aviso que necesitaré unas horas de sol y respira aire puro o me moriré —le alertó mientras sonreía y él también lo hacía, podía con eso mientras ella estuviera bien vigilada y protegida.
— Eso puedo concedertelo —le susurró mientras comenzaba a besarla suavemente provocando que Brigit perdiera cualquier pensamiento o razón que no fueran aquellas caricias que ese hombre de hielo le daba, convirtiendo el frío en fuego o viceversa.
— Esta noche vamos a salir —le dijo suavemente Aqualius a Brigit mientras la observaba leer un libro bastante interesada escrito a mano, ni tan siquiera se había parado a observar de qué libro se trataba puesto que estaba más entretenido observando su precioso perfil.
— ¿Si?, ¿Dónde iremos? —preguntó de pronto ella.
— Tú a ninguna parte, te quedarás aquí, saldremos solo los Elementum.
— ¿Junior también? —preguntó ella curiosa.
— No, Junior tampoco, él aún no está preparado.
— ¿Iréis los cuatro? —le miró a los ojos fijamente perdiendo el interés momentáneamente en el libro.
— Es lo más seguro, aunque no me guste dejarte desprotegida.
— Estaremos bien, además no estaremos del todo solas —contestó tocandose la panza.
Estaban más que recuperados y se habían estado entrenando durante una semana incansablemente para estar preparados.
Ni tan siquiera sabía a que se enfrentaban pero necesitaban empezar a dar con pistas o se pasarían el resto de su vida dando palos de ciego. En los últimos tres días se habían limitado a observar, encontrando bastante movimiento en varios edificios de distintas capitales, empezaban a preguntarse cuál sería el objetivo, ¿Porqué integrarse con los humanos si su único cometido era su extinción?
— Tal vez debieramos retomar el contacto con el consejo —terció Theras una vez que habían salido los cuatro.
— Mas de un tercio murieron en estos casi veinte años, ni tan siquiera sabemos si dejaron el legado a sus descendientes. —contestó Ventus