Eligiendo mi destino

Capítulo IV

- ¿Me estás viendo el culo? – miro a Darren de reojo sin dejar de caminar.

Lo veo trastabillar y alzo una ceja divertida antes de girar mi cabeza nuevamente.

- Supongo que estaba en lo cierto – sonrío moviendo exageradamente las caderas.

- Estas haciendo que me arrepienta de haber intervenido – murmura hoscamente.

- En primer lugar, no te pedí que lo hicieras – bufo – así que si estas esperando un “gracias”, olvídalo -.

- Como que ya lo veía venir, así que no, no lo esperaba – imita mi bufido.

Me detengo bajo el mismo árbol de la otra vez y de un salto me subo a la mesa cruzando las piernas bajo mis muslos.

- ¿Entonces? ¿Qué es eso tan importante como para hacer que el gran Darren Louis se digne a hablar conmigo? Sobre todo, teniendo en cuenta… - hago un gesto a su entrepierna y luego aparto la mirada rápidamente cuando, de hecho, me le quedo viendo justo ahí, por más tiempo del que quisiera – En fin, – me encojo de hombros indiferente, como si mi desliz no hubiese ocurrido - ¿qué es? -.

- Sobre eso… - carraspea – no me voy a disculpar por haber creído necesario intervenir -.

- Tampoco lo esperaba, yo tampoco pienso hacerlo – me encojo de hombros, interrumpiéndolo.

- Sin embargo, - continua un poco más fuerte mientras me da una mirada por hablar – te debo una disculpa por haber sido un asno todo este tiempo -.

Lo miro completamente sorprendida.

Abro la boca y vuelvo a cerrarla.

Esto se repite un par de veces.

- Creo que es la primera vez que consigo dejarte callada – dice con sorna cuando el silencio se alarga.

- Sí, eso es justamente como tu – lo señalo, saliendo de mi estupor - escuché mal antes, ¿verdad? No hay manera en el infierno en que te hayas disculpado – respiro, un poco más aliviada.

- No tienes que actuar tan sorprendida. Se reconocer cuando me equivoco – se cruza de brazos, volviendo a mandarme al mundo alternativo.

- … -.

- Vaya, - sonríe despreciativamente - ¿qué imagen tienes de mí? – pregunta viendo que me ha vuelto a dejar sin habla.

- ¿El de un ginofóbico cerdo arrogante, pretencioso y prejuicioso que cree saberlo todo y mejor que cualquier otro? – suministro solícitamente.

Parpadea una vez.

- No tengo ginofobia – frunce el ceño.

Aplaudo felicitándolo.  

- Bien. Te doy puntos por no negar todo lo demás – asiento.

Me mira como si estuviese a punto de estrangularme por un segundo y luego, como si un interruptor se apagara y otro se encendiera, se echa a reír abiertamente.

Me bajo de un salto de la mesa y me alejo un par de pasos de él.

- Ok, esto está comenzando a asustarme – lo miro perturbada - ¿quién demonios eres tú y que hiciste con el verdadero Darren? -.

- Bien, bien – asiente hacia mí – supongo que me merezco todo esto. He sido – hace una mueca – “un cerdo arrogante, pretencioso y prejuicioso que se cree mejor que los demás” como bien dijiste -.

- El final fue “que cree saberlo todo y mejor que cualquier otro”, pero parece ser que captaste la esencia – alzo una ceja – ahora dime, ¿sufres algún tipo de esquizofrenia o trastorno mental? – pregunto seriamente.

- Allison – suspira.

Mi corazón se salta un latido.

¿Por qué?

No puede ser porque dijo mi nombre.

Realmente.

- Eso explicaría toda esta situación -.

Cierra los ojos como si lidiar conmigo fuera extremadamente cansado.

¡Eso debería hacerlo yo!

- No, Allison. No sufro de ninguna enfermedad mental – abre los ojos.

- Entonces, ¿eres el hermano gemelo de Darren? -.

- No seas ridícula -.

- Pienso que es una pregunta valida – digo ofendida.

- Lo que sea, eso era todo lo que quería decir – comienza a darse la vuelta.

- ¡Espera! – lo detengo - ¿no vas a explicar este enorme cambio de corazón? Dudo mucho que se deba a mis innegables encantos – agito las pestañas exageradamente.

Me mira pensativo.

- … Sabes, no creo que estes muy alejada de la realidad – sonríe brevemente.

Bloqueo mis rodillas para no caer de culo.

- Vete, vete – lo espanto como a una mosca – no creo poder seguir lidiando con esta nueva actitud tuya -.

Se acerca repentinamente, tanto que doy un paso atrás antes de siquiera pensarlo.

- ¿Por qué? ¿No estas a la altura si de repente respondo activamente tus comentarios sugestivos? – pregunta muy cerca de mi sien, tanto que siento su aliento rozar mi piel.

Respiro profundo.




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