Asustada, Elisa retrocedió sin fijarse que su tarro de ropa estaba tras de su cuerpo. Tropezó y se golpeó la cabeza contra la pared. Soltando una maldición, Antonio intentó agarrarla pero se sacudió y se enrolló en una esquina.
—Lo siento, no era mi intención asustarte así.
—Yo... yo...
—Déjame ayudarte a levantarte. Puede que mi genio sea muy desagradable pero nunca pegaría a una mujer Elisa. Vine para que hablemos sobre todo lo que ha sucedido.
—Lo siento, pero pensé que ibas a golpearme como lo hacía él.
—No te he dado una buena impresión, ¿verdad pequeña? te ataqué en el pueblo, cause que enfermaras terriblemente y ahora te has lastimado la cabeza.
—Vete por favor.
—Déjame revisarte.
—Estoy bien, pero quiero estar sola.
—De acuerdo, yo... lo lamento...
Mauricio estaba viendo televisión cuando llegó Antonio, por la cara de su hermano supo que las cosas no habían ido bien.
—Todo está peor.
— ¿Qué paso?
Antonio se dirigió al bar que tenían en la sala de televisión y se sirvió un whisky. Movió el líquido en el vaso pero jamás llegó a probarlo, situación que sorprendió a Mauricio. Su hermano bebía sin control tras cada estallido de furia. Como nunca se desquitaba con las personas, de forma cómo había sido con Elisa, acababa por emborracharse para calmar la furia.
Luego de la enfermedad de Elisa, su hermano había abandonado el rancho, para darle espacio a Elisa y porque acababa de despertar de ese estado de odio constante del que era víctima, pero no había aguantado más de diez días lejos de ella. Las posibilidades de que Elisa fuese quien sacara a su hermano del hueco, eran buenas, pero Antonio, con sus estupideces cada vez hacia la brecha más grande.
—Llamé a la puerta y ella abrió sin siquiera fijarse, perdí el control y le grité por hacerlo así. Se asustó tanto que tropezó con un tarro de ropa y acabó golpeándose en la pared. Me acerqué a ella y comenzó a gritar...
— Maldición.
—Ella es tan hermosa y...
—De seguir así lograrás que se marche.
— Ella es mia. Lo supe desde que la vi en el pueblo, pero mi resentimiento fue mayor, ahora las cosas parecen no ir a mejorar.
—Tranquilo, mantente lejos de ella unos días más, así ella podrá tranquilizarse un poco.
—Ni hablar, mañana mismo voy a verla. A pesar del miedo en sus ojos sé que no le resulto indiferente.