Capítulo 9:
Al ver que no me apartaba, una de sus manos viajó hacia mi nuca y así intensificando aquel beso. Su lengua se abrió paso, acariciando la mía en el proceso. Joder, besaba muy, muy bien. Vale, era un puto Dios haciéndolo.
En mi vida, alguien me había besado de aquella manera. Mis piernas parecían gelatina y un calor indescriptible me recorrió entera. ¿Qué demonios pasaba conmigo?
Mi ciela, estas disfrutando de semejante hombre. Es eso.
¡Y es el mejor amigo de mi prometido! No debería sentirme así, claro que no. Esto estaba mal, demasiado mal. ¿Y si alguien nos veía? ¿Y si Eloise se enteraba? Mierda.
¡Vuelve en si, Elizabeth!
De manera abrupta y tomándole por sorpresa, me separe suyo; así acabando aquel beso. Sin pensarlo demasiado, mi mano viajó hacia su mejilla; propinándole una bofetada. Me quité su saco y se lo lancé al rostro.
—¡No vuelvas a acercarte a mí! —le advertí, girando sobre mis talones y huyendo de él.
¡Jodida cobarde eres!
—¡Liz, espera! —me rogó.
—¡He dicho que no vuelvas a acercarte a mí, Ethan! ¡Y espero que hagas caso a mi pedido! —le espete, sin voltear; enfadada.
Sin demora me alejé, con el latido fuerte de mi corazón haciéndome compañia. Los oídos me pitaban, las manos me temblaban y no dejaba de recordar lo sucedido hace unos momentos. ¿Cómo podía lograr esos estragos en mí? ¡Demonios! Todo iba de mal en peor.
Intentaba asimilar lo acontecido, quería comprender que había pasado. Esto no era real, él no podía sentir eso por mí. No, claro que no. Tiene que ser un malentendido, debo haber comprendido mal sus palabras y acción. Es eso, por supuesto.
¿A quién quiero engañar? Todo era real, joder. Sus palabras, su accionar y el beso, todo había sucedido. ¡Agh! ¿Que pasaba con Ethan? ¡Soy la puñetera prometida de su mejor amigo, por Dios santo! ¿Ganaba algo diciendo todo aquello?
¿Que no te cases?
Tienes un punto.
Pero debería haber otra razón, algo se me estaba escapando. ¿Pero qué? ¡Maldición! Estaba tan enfadada, conmigo y con él. Pero más conmigo misma, por sentir todo aquello y sin una gota de culpabilidad. ¿A quien quiero engañar? ¿Por qué debería sentir eso? Si Ian y yo, era una mentira. No sentíamos nada el uno por el otro y además, él amaba a alguien más. Alguien que estaba sufriendo y yo era culpable de ello.
Agh, joder con mi vida.
Al menos no es aburrida, ve el lado bueno.
¡Cierra el pico!
No se puede hablar contigo.
Mierda.
Tranquila Liz, respira hondo y luego suelta el aire lentamente. Eloise no podía verte en aquel estado, porque de seguro sospecharía que algo sucedió y no necesitas que se entere de esto.
Entre en el salón, buscando a mi hermano, debía irme. No quería seguir ahí, no me apetecía ver a Ethan. Mierda.
—Liz estas pálida, parece que has visto un fantasma —Connor se acercó a mí, bromeando. Aunque de inmediato toda diversión abandono su rostro, dejando paso a la seriedad; supongo que no me veía muy bien—. ¿Quieres que te llevé a casa? —propone y asiento sin dudarlo, necesitaba irme.
Más bien huir, normal en tí.
Vale, sí, estaba huyendo como una jodida cobarde; ¿feliz? No me hacía gracia enfrentar a Ethan y menos que quiera hablar de lo sucedido entre nosotros. Tenía mucho en lo que pensar y mi cabeza era un lío.
Connor dejó sobre mis hombros el saco de su traje y rodeando mi cintura, me indicó el camino hacia la salida. Un aturdido Ethan apareció frente nuestro, intentó hablar; más nada salió de sus labios. Creo que la mirada gélida que le regalé, le dejó en claro que lo mejor era que cerrase el pico.
Nada que pudiese decir cambiaría lo sucedido y todo el torbellino de emociones que me acompañaban en ese momento.
Me acomode en el asiento del copiloto, una vez el coche de Connor estuvo frente nuestro. Apoyé mi cabeza en la ventana y me digne a cerrar mis ojos, quizá de aquel modo me sentiría mejor. Aunque lo dudaba en demasía.
El coche arrancó, el silencio reinaba en el reducido espacio, con seguridad temía preguntarme que pasó. ¿Pero podría contarle? ¡Joder! No, no podía. No lo entendería, aunque debo admitir que yo tampoco lo entiendo. ¡Besé al mejor amigo de quien será mi esposo! ¿Comprenden la magnitud del problema? Esto solo me traería problemas y más si Eloise se entera. Es capaz de hacer lo que mencionó, contarle a mi papá de Nick y así haciéndole el más grande daño. ¡Maldición!
¡Ya nos quedo claro que estas comprometida! Los has repetido demasiadas veces.
—¿Quieres hablar de lo que sea que pasó? —Connor fórmula, la pregunta temida.
Suelto un suspiro cansino y niego.
—No me apetece, perdón —me disculpó con sinceridad.
—Vale —dice, sin quitar la vista de la carretera.
El silencio volvió a reinar en el pequeño espacio, mientras en mi mente se repetía toda la escena nuevamente. ¡Agh! ¡Joder, joder y más joder! Quería golpear algo, lo que fuese. Necesitaba desquitar el enfado que me recorría, todo esto me sobrepasaba, de verdad.
—Aunque no lo creas, ha sido grato verte después de tanto tiempo —soltó de pronto, mientras continuaba el camino hacia mi hogar.
—¿No estas enfadado? —quise saber, aunque temía la respuesta.
—¿Por qué debería estarlo? —respondió con otra pregunta, posando sus ojos en mí unos segundos—, Liz, me quedo bastante claro porque actuaste así en el pasado y no estoy enfadado, en absoluto —una sonrisa cálida se deslizó por sus labios—. Además creo recordar que dije, que supe que tu madre sería mi persona menos favorita en el mundo y en todo caso, mi enfado sería con ella por meter sus narices en donde no le corresponde —acabó por decir y no supe que responder a ello.
Por eso me agradas, Connorcito.
¿Qué iba a decir? Tenía razón, mi madre metió sus narices en donde no le correspondía. ¿El problema? Es que yo se lo permití y acepté todo lo que me ordenó hacer. Porque soy así, una idiota sin remedio y que en ocasiones se deja manejar.